Universos paralelos

Capítulo 39 - Vendrix y Aila

Vendrix

El ansiado momento llegó. Lo natural era realizar el pacto en el patio, pero puesto que la nieve rodeaba el castillo, pensamos organizar la celebración en el salón principal; sin embargo, Diani prefirió que fuera en la torre, para que la luna nos bendijera. Se decía que en este lugar se había celebrado por primera vez el matrimonio oscuro y que muchas parejas lo habían hecho el mismo día, entre ellos Médora y Erekai.

Aila y yo nos acercamos a la sacerdotisa, tomados de la mano, por un camino en medio de los asistentes. Ella estaba bellísima, con el cabello plateado trenzado a un lado, y su vestido blanco marcando con delicadeza su silueta esbelta.

Nos arrodillamos delante de la sacerdotisa.

— ¿Quién se presenta? — comenzó a oficiar la Anciana Madre.

— Aila y Vendrix, madre. Venimos a contraer nupcias.

— ¿Ambos están seguros de que desean esto?

— Sí, lo estamos, sacerdotisa — replicó mi compañera.

— Muy bien, ¿quién los avala?

— Soy el Alba de Aila y garantizo sus buenas intenciones, su amor y su valía — habló mi madre hincándose junto a la reniciana.

— Me presento como el Ocaso de Vendrix y doy fe de sus buenas intenciones, su amor y su valía — dijo mi padre a mi lado.

— Pónganse de pie.

Aila y yo nos incorporamos y tomamos de las manos quedando enfrentados, mientras que papá y mamá se retiraron hacia los lados del altar.

La sacerdotisa trazó símbolos a nuestro alrededor y nos otorgó los utensilios para lavarnos mutuamente los pies, yo lo hice primero.

— Yo, Vendrix — comencé a decir mientras derramaba agua en sus delicados pies, — comprometo mi alma con la tuya, Aila. Juro ante mi pueblo y mi familia, que te amaré, y protegeré, desde ahora y por la eternidad.

Me incorporé y le pasé el cuenco con agua.

— Yo, Aila, comprometo mi alma con la tuya, Vendrix— su voz se oía como un susurro, inclinada delante de mí, acariciando mi piel con sus manos tan pequeñas. — Juro ante todos los presentes, mi amor y devoción por ti, me comprometo a servirte desde ahora y para siempre.

Ella dejó el cántaro y volvió a enderezarse tomando mis manos.

La Anciana Madre comenzó a hacer una recitación mientras parecía estar atando nuestros pies fuertemente, con lazos espirituales.

— El rito ha sido completado.

***

Aila

Aunque habíamos celebrado el pacto, yo había solicitado a Vendrix que me permitiera tomarme el tiempo del noviazgo para adaptarme, por lo que seguiríamos cenando juntos y conociéndonos más, pero todavía no sellaríamos el rito.

Aún había en mí algunos miedos, ya no tanto referidos a la intimidad, sino a las emociones, aún tenía dudas sobre los sentimientos de Vendrix por mí, y quería esperar a que él volviera a encontrarse con Corina, puesto que si sellábamos el pacto, ya sus sentimientos se inclinarían hacia mí por la magia, o al menos eso era lo que había investigado de mi séquito.

Después de la ceremonia se organizó un banquete, aunque no me sentía cómoda por causa de mi situación, la reina Elizabeth consideró que era oportuno realizarlo, puesto que según sus palabras eso me afianzaría como consorte. Yo no me sentía segura de que esto fuera así, pero de ninguna manera me atreví a contrariarla.

Afortunadamente, eran muy pocas las personas participantes del festín que yo no conocía, puesto que la boda se había organizado con muy poco tiempo de anticipación. Esto, en países como Aurea o Annun era muy común, puesto que se regían por los mandatos de la sacerdotisa. Si ella determinaba que era el día propicio, realizaban el rito, aunque solo asistieran los novios y sus avales. Contrariamente a mi reino, donde los desposorios eran planificados a veces con varios años de anticipación.

Vendrix, me guiaba entre las personas con mucha cortesía y me presentaba a cada uno como si nunca nos hubiéramos visto antes. No obstante, todos sonreían incluso yo.

Nos acercamos a su hermana, que conversaba con su madre y una muchacha que yo nunca había visto antes, era la belleza andante, incluso Filgya se opacaría junto a ella. Era una nocturna, sus ojos grandes eran azules y su cabello bicolor, castaño y rojo.

— Kalindi, permíteme presentarte a mi esposa, Aila.

— Es un placer — sonreí con una suave reverencia.

Ella sonrió y me miró escrutadoramente, era obvio que estaba al tanto de toda la situación, me sentí muy tonta ante sus ojos.

— El placer es mío, confío en que si mi primo te ha escogido debes ser buena.

— Confío serlo — afirmé intentando mantenerme inmune ante sus bruscas palabras.

— Aila no es culpable de lo sucedido con Ayax — me defendió Vendrix.

— Creía que eso ya estaba claro — habló Elizabeth dirigiéndose a su sobrina con expresión reprobatoria.

— He sabido que recibiste la visita de un rey de más allá del mar, primo — cambió de tema la chica.

— Sí, quería una boda diplomática con Kyra.

— Imagino que fue rechazado.

— Así es — afirmó la aludida.

Yo no intervine en su conversación para no meter la pata, era sabido que Aurea no hacía ningún tratado que no fuera estrictamente comercial con países del continente del norte. Si fueran a Rénica, seguramente mis padres intentarían concertar una boda, con Filgya o conmigo, claro que aún no sabían que yo ya había celebrado el pacto.

— ¿Por eso no se quedó a la celebración?

— No. Ellos temían que volviera a nevar y prefirieron apresurarse a Annun para ofrecer el trato allí.

— ¿Y no saben que allí tampoco conseguirán nada?

— Quizás no. No lo sé, yo no les dije nada, no es mi asunto.

Ella se carcajeó suavemente.

— Bueno, seguramente, Derrik le dirá que no conseguirá nunca una esposa en nuestros reinos.

— Supongo que sí, y la verdad no imagino a Sabbáh como esposa de un extranjero, ellos son muy tradicionalistas — intervino Kyra.

Ninguna de ellas se dirigía a mí; por supuesto, yo representaba la desaparición de Ayax aunque no fuera mi culpa que él haya caído en aquel portal, ni mucho menos que Corina le haya dado una poción de amor. Pero más allá de la actitud de la hermana y la prima de mi esposo, él me mantenía abrazada por la cintura, y su calor me protegía de cualquier cosa.




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