Vendrix
Aila me había pedido que le diera más tiempo, por lo que aunque me hubiera encantado que durmiera conmigo, preferí permitir que se mantuviera en su habitación. Además, al día siguiente
partiríamos hacia el sur. Debía presentarme con sus padres.
La noche se me pasó muy rápido, al igual que las horas que dormí en el día. Cuando desperté, a media tarde, ya todo estaba listo e iniciamos el viaje. Ella en un caballo blanco y yo en uno negro, como era la tradición. Nos detendríamos en Annun, pues introduciría a Aila a mis parientes de allí y además les hablaría de lo sucedido con Ayax.
El rey de Annun era mi primo Derrik, su madre era hermana de mi padre, y había comenzado a reinar un par de años luego que mi hermano. Además, tenía allí otros primos, Sabbáh, Telton y Konall.
Aurea es el reino más al norte del continente, es frío por causa de la altura, ya que es una región montañosa en un noventa por ciento. Al sur de Aurea se encuentra Annun que se encuentra en las montañas bajas por lo que no es tan frío, Aurea y Annun están separados por el río Estiria. Más al sur, se encontraba Rénica que era el más grande de los reinos sureños, junto a este país se ubican Licam, el más pequeño de los países del continente, Arturia y Pérsita, y del otro lado Morz, que lindaba en el mar con Verome, el reino de las islas. Los únicos países que no tienen salida al mar son Annun y Licam, los países más grandes son Annun, Aurea y Rénica.
Mis hermanos viajaban con nosotros, al igual que mi prima Kalindi, hija de mis tios Valkan y Marlene. Mi tío Valkan era gemelo de mi tía Vera, y Marlene era hermana de su esposo Etsian. Nuestras familias no podían estar más unidas. Mis hermanos y yo habíamos crecido junto a nuestros primos, pues teníamos con ellos reuniones cuatrimestrales que eran una tradición familiar iniciada por nuestros abuelos. Éramos muy cercanos y nos jactábamos de ser defensores de la tradición.
Observé a Aila que cabalgaba a mi lado, ser veía tan apacible, ella había aceptado celebrar el pacto conmigo sin pensarlo dos veces, aun cuando en su reino esta era una costumbre arcaica y en desuso. Ella me sonrió al ver que la observaba y un sonrojo sutil cubrió sus mejillas.
Nos detuvimos a descansar unas pocas veces y pasamos una noche en Annun, allí mis hermanos convencieron a nuestros primos de viajar con nosotros, incluso Derrik aceptó, aunque inicialmente adujo tener mucho trabajo con su reinado.
Al llegar a la corte de Rénica, una comitiva nos esperaba, entre ellos los padres de Aila, quienes eran diurnos. Al salir de Annun habíamos enviado un mensajero informando de nuestra pronta llegada. Me llamó la atención que Fylgia no estuviera en la recepción, pero como recién llegábamos, evité preguntar, puesto que lo primero era informar sobre nuestra reciente boda.
— Bienvenidos — habló el rey Davon cuando cruzamos la puerta del gran salón. — Me siento muy agradecido por su benevolencia con esta... hija mía — su mirada hacia Aila fue casi de desprecio, lo que me causó un enfado que apenas pude controlar, puesto que debía guardar el protocolo.
— Mi esposa, se merece mucho más que mi benevolencia, majestad. — comenté fingiendo calma.
El rey enrojeció de repente.
— ¿Su esposa, lord?
— Aila y yo celebramos el pacto.
— Ella estaba prometida — intervino su madre.
— Eso no es verdad, yo...
— Cállate, como te atreves — su padre dio un paso hacia ella y yo me coloqué por delante de mi mujer.
— Aila seguramente no estaba enterada de esta situación, por lo que no consideró que estuviera faltando a ningún compromiso.
— Eso no importa, ella tendría que haber solicitado autorización, no puede tomar sus propias decisiones.
— Supongo que después de haber sido dejada a su suerte y no haber recibido noticias de su familia en meses, debería haber guardado sus formas, pero estando bajo nuestras leyes y considerando que buscaban que alguna de sus hijas tuviera un vínculo con la familia real de Aurea, no imaginó que encontraría oposición.
Davon pareció reconsiderar.
— Entonces, ¿qué pasará con el trono de Aurea?
— Si mi hermano no regresa, que es lo más probable para nuestro pesar, seré coronado a mi regreso.
— Imagino que querrán descansar. Los guiaré — acotó la reina y todos fuimos ingresados a las cámaras reales.
***
Aila
— Hija, ¿podríamos hablar? — inquirió mi madre antes de que entrara en la alcoba que habían preparado para Vendrix.
Él me miró de una manera que me decía que si yo no deseaba hablar con mi familia, él me apoyaría, pero no podía prolongar lo inevitable.
— Por supuesto, mamá.
Sonreí a mi esposo antes de cerrar la puerta y seguir silenciosamente a mi madre por los luminosos pasillos del palacio. Me temía un duro sermón, pero no me quedaba de otra que aguantarlo, después de todo, había sido así toda mi vida, yo era la que siempre hacía las cosas mal.
Entramos en la recámara de mi madre, pues ella y papá no dormían juntos.
— ¿Cómo has estado? — me preguntó acariciando con suavidad mis brazos desde mis hombros hacia los codos.
— Bien, madre. ¿Dónde está mi hermana?
— Filgya ha escapado con el principal Breso.
— ¿Qué? ¿Y no la han encontrado?
— No, tu padre estaba tan decepcionado que no quiso buscarla.
— Ella regresará, no se acostumbrará a una vida simple.
Por primera vez pude ver el agobio que sentía mi madre. Yo no recordaba que ella nunca mostrara emociones, siempre era fría, sonreía y parecía que tenía todo resuelto
— No lo creo. De todas maneras, no me has dicho de ti.
— Te dije que estoy bien, mamá. Estoy enamorada de Vendrix, él es un hombre excepcional.
— Además, pronto será rey.
— Sé que para ustedes eso es importante, pero no lo es para mí.
— Siempre tan simple — comentó ella, aunque esta vez no lo sentí como una burla ni reproche.