Universos paralelos

Capítulo 41 - Ayax y Danrelle

Danrelle

Pude pasar las aduanas sin ningún problema, como Helena Troy. Nos alojamos en una suite en el hotel Intercontinental, allí conocí a otros vampiros, que eran regentes continentales, a sus mujeres y a otros más.

Francia y yo, junto con Meribeth, y otras chicas más, teníamos un plan para no aburrirnos, puesto que el hotel poseía un itinerario para las esposas de los empresarios, yo nunca imaginé algo así, pero lo iba a disfrutar, solo éramos cuatro humanas, Francia y yo, una rubia despampanante llamada Helga y Casandra. El resto eran vampiras, o al menos eso pensaba yo.

— Kayla, ¿has pensado en convertirte? — Me preguntó Meribeth cuando estábamos en la sala de masajes del spa del hotel.

— Recién hace unos días supe que eso era posible, y la verdad no he pensado mucho en ello, Ayax dice que lo evaluaremos más adelante.

— ¿Y tú, Francia? — habló una vampira llamada Nuria, Francia me había contado que era hermana de Samin.

— Tampoco lo he pensado mucho — ella sonrió, esto podría haber sido cierto, pero yo sabía que mentía, puesto que lo habíamos hablado. Entendí que mi amiga no deseaba hablar del tema con desconocidos y traté de cambiar el tema.

— Meribeth, ¿podrás acompañarnos a Sophie Aliprandi? Ayax me dijo que quería que fuéramos.

— Por supuesto, me encanta ir allí.

***

Ayax

El tercer día de estar en Marsella, fuimos a la tienda de diseño que Danrelle tanto admiraba. Nos acompañaron, Sein, Meribeth y Samin.

Me sorprendí al llegar al lugar, pues sus escaparates exhibían vestidos de novia. Pero luego supe que el lugar tenía once pisos, en todos ellos había distintos estilos. Sophie Aliprandi era una diseñadora que había creado todo un imperio en torno a la moda. No era una simple diseñadora, sino una empresa de diseño.

— Los móviles están en el octavo piso, ¿y qué pasó con el otro?

— Se cayó al mar — respondí sin querer dar cuenta de lo que verdaderamente había sucedido.

— Beth, no preguntes — dijo Sein, atinadamente.

— Bueno, solo sentí curiosidad. Ves por qué no me gustan esos cruceros.

— No te gustan por lo mismo, por lo cual no te gustan los aviones.

— No es que no me gusten los aviones, me gusta hacer una vida normal, viajar en vuelos comerciales como todo el mundo.

Habibi, tú eres cualquier cosa, menos normal, estuviste casada con un sádico, tienes por hijo un demonio, mataste a tu desquiciada hija, y te tardaste diez años en admitir que me amas...

Sein estaba en lo cierto, por completo, pensé mientras disfrutaba del rostro sorprendido de Danrelle. Seguramente la parte que le impactó más fue el hecho de que Meribeth matara a su hija.

— No se refiere literalmente a su hija, sino a alguien que ella convirtió y se volvió al bando de Syoran — susurré en su oído, cuando salíamos del ascensor.

— Si lo pones así, realmente suena como que soy rara — replicaba la pelirroja. — Hola, ¿podrías mostrarnos los últimos móviles? — preguntó a una empleada.

La chica, era rubia y llevaba un traje de color rosa, no respondió enseguida, sino que nos estudió a todos por unos minutos y luego asintió y se dirigió rápidamente al fondo del salón. En el lugar había dos o tres personas comprando, la chica se tardó unos diez minutos en volver, trayendo varios equipos, todos de una marca prestigiada personalizados con el logo de diseño Sophie Aliprandi, ella comenzó a mostrarnos las funcionalidades extras que tenían gracias a su empresa y nos pidió que probáramos cada uno de los aparatos.

Minutos después noté que el resto de personas se habían retirado, solo quedábamos nosotros, con dos o tres empleados que parecían estar vigilándonos. Observé a Sein y él me hizo un gesto sutil que confirmaba que también había notado lo mismo que yo. Entonces la puerta del ascensor volvió a abrirse, una inmensa aura mágica invadió el lugar e instintivamente apreté a Dani contra mí y me giré a ver de quién se trataba.

Dos hombres, rubios y gemelos, al igual que mi hermano y yo, se acercaban. No pude identificar su especie, no eran vampiros ni lobos, no podían ser magos porque ellos eran humanos. No recordaba haber visto a nadie así nunca.

— Los señores los atenderán ahora — declaró la dependienta y desapareció de escena de inmediato.

— Buenas tardes — hablaron uno luego del otro.

— Hola... — Meribeth apenas articuló estas palabras y los demás nos quedamos sin saber qué decir, incluso Danrelle estaba obnubilada, por la energía que emanaba de estos hombres.

— Qué... sorprendente — comentó uno de ellos, que llevaba el cabello corto. — Quítate las gafas.

Yo lo hice sin pensar, el ser apoyó su mano en mi hombro, aunque era alto, no lo era tanto como yo, sus ojos parecían una tormenta y se clavaron en los míos. Sentí que toda mi vida pasaba por mi mente en esos instantes.

— No deberías estar aquí. Lo raro es que nunca te hayas cruzado con ninguno de nosotros en tanto tiempo — comentó el otro.

Dani estaba aferrada a mí y parecía temerosa. Estaba tan abrumado por estas entidades que no podía siquiera sentir su aroma, pues la densa energía me invadía de una manera totalmente avasalladora.

— ¿Qué haremos con la chica?

— Es su pareja, muchos lazos los unen.

Un círculo acuoso se abrió delante de nosotros, quizá alguno de ellos lo había convocado. No tuve tiempo de pensarlo porque, en un momento Danrelle y yo estábamos cayendo por él, abrazados. Ella gritaba desesperadamente, y yo la sostenía con terror de perderla.

La suave nieve nos recibió, era de noche. Registré el lugar con la mirada y, sin poder creerlo, muy cerca pude distinguir el castillo de Aurea. Estaba otra vez en casa.

— Tengo frío.

Danrelle se había puesto de pie a mi lado. Estábamos vestidos, no como la primera vez cuando crucé el portal que había realizado Corina, este portal debía ser hecho por los Dioses. No había otra explicación y esa energía tan extraña... sin duda eran Dioses.




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