Universos paralelos

Capítulo 42 - Vendrix y Aila

Aila

Vendrix dormía a mi lado, parecía un sueño hecho realidad. Recordé cuando lo encontré en el patio interior hablando con Corina, él le estaba diciendo que me amaba, que yo era la mujer de sus vidas anteriores, él sabía que yo debía haberlo reconocido apenas verlo. En el momento en que lo vi por primera vez mi corazón dio un vuelco, me enamoré de inmediato, aunque él no me prestaba atención, yo me mantenía cerca, me encantaba oír su voz y admiraba la gentileza con la que se dirigía a los demás.

— ¿Hace mucho que estás despierta? — susurró a mi oído apretándome contra su cuerpo.

— No, solo un rato — sonreí volviéndome hacia él.

Vendrix buscó mis labios y yo respondí a su beso sin temor.

— ¿Cuándo volvamos, te coronarán? — pregunté separándome un poco, provocando en él una expresión de tristeza. — Lo siento.

— No importa, hasta el último minuto tendré la esperanza de que mi hermano regrese.

— ¿Si no eres el rey quien lo sería?

— Supongo que Suvan.

— ¿Y no deseas dejar que él asuma? No pareciera que quieras el trono.

— No lo quiero, menos en estas circunstancias.

— Quizá podrías pedir un augurio a Madre Diani.

— Ya lo hice, seré coronado pronto.

— Será mejor que duermas — acaricié su cabello y lo volví a besar.

Nos quedamos un rato abrazados y luego de que se durmió me levanté. Quería averiguar qué había pasado con mi hermana en estos meses. Me puse un vestido sencillo y salí, el sol brillaba por los corredores. Aunque había disfrutado mucho en Aurea, no podía negar que amaba mi hogar.

Bajé hasta los jardines, donde solían reunirse las muchachas del séquito de mi hermana, al cual antes yo también pertenecía. Allí estaban. Todas se acercaron a saludarme, excepto Corina que me miraba a la distancia.

— Es bueno que estés de regreso — comentó Nassia.

— Cuéntenme de mi hermana, ¿cómo sucedió?

— No sabemos, ella no nos dijo nada, cuando fuimos a despertarla en la mañana ya no estaba.

— Corina, ¿sabes algo? — pregunté acercándome.

— No tengo idea — replicó sin mirarme.

— Ustedes eran confidentes, ¿cómo puede no haberte dicho nada?

— ¿Por qué me lo diría? ¿Acaso le dijiste a alguien tus intenciones con lord Vendrix?

Un murmullo se levantó entre las otras muchachas, pues Corina había roto el protocolo flagrantemente al hablarme de esa manera.

— No dije nada porque no tenía ningunas intenciones, ¿cuáles intenciones podría tener con un hombre que no sabía que yo existía? ¿Crees que soy como tú, que vas por el mundo dando pociones de amor a cuanto hombre se te cruza?

— Eso no hubiera sido necesario si tu hermana no me hubiese pedido embrujar al rey Ayax, fue un error, ¡él tenía interés verdadero en mí, antes de la poción! ¡Y tú me lo quitaste!

— Yo no te quité nada.

— Lo hiciste.

Ella levantó la mano para abofetearme y yo la detuve tomándola por la muñeca. Yo podía ser muy tranquila, pero eso no significaba que permitiera que alguien me agrediera físicamente.

— ¿Cómo te atreves?

— ¿Qué pasa aquí?

Mi padre venía precedido de una de las muchachas del séquito de Filgya que yo no había notado que se había marchado.

— ¿Te has atrevido a levantar la mano a una princesa?

En este momento Corina recién pareció notar que yo no era una igual, aunque siempre lo hubiera parecido.

— No ha sido nada, padre, solo conversábamos — afirmé bajando mi mano junto con la de ella.

— Lo siento, yo...

— Puedo comprender tu dolor.

— Gracias, alteza — me dijo inclinándose.

— Retírense — habló mi padre.

Todas se dispersaron.

— ¿Por qué la defiendes?

— Ella lleva la peor parte, se ha enamorado del hombre equivocado y ha caído delante de todos por culpa de mi hermana, merece otra oportunidad.

— Nunca entendí de donde sacas tanta nobleza.

— De la educación que recibí aquí, papá.

Él hizo un gesto de desagrado. Claramente, había sido criada por niñeras, siendo la séptima hija de dos personas a las que les importaban más las fiestas que sus descendientes.

— Yo creo que tu madre tiene razón y tú serás la que reciba la maldición, eres tan rara.

— Gracias, padre, pero ningún hijo mío será una maldición para mí.

— Cuando te veas con un monstruo entre tus brazos no dirás lo mismo — declaró y me dejó sola en el patio.

El resto del día, recorrí el castillo preguntando a los habitantes qué sabían de lo sucedido con mi hermana. Nadie parecía saber casi nada, algunos los habían visto juntos, pero no sabían cuándo se habían ido del castillo.

***

Vendrix

Desperté al oír abrirse la puerta de la recámara, era Aila.

— Lo lamento si te desperté.

— Ya me estaba despertando — respondí. — Ven. — Extendí mi mano hacia ella. — ¿Qué hiciste en todo el día?

— Hablé con mi padre, con el séquito, y estuve buscando información sobre mi hermana, pero nadie sabe nada — respondía mientras avanzaba hacia la cama.

— ¿Crees que es necesario encontrarla?

Aila se sentó en la cama y yo la jalé para que quedara acostada junto a mí.

— Creo que es injusto que haya tenido que irse lejos para ser feliz.

— Coincido, aunque no tenga ninguna simpatía por tu hermana.

— De todas formas no pude averiguar nada.

— Creo que ella volverá.

— ¿De verdad piensas eso?

Acaricié sus brazos y pasé mi nariz por su mejilla.

— No veo a tu hermana como alguien que pueda aguantar mucho tiempo una vida sin lujos.

— En eso tienes razón.

Me coloqué sobre ella, sin aplastarla con mi peso, y busqué sus labios con los míos. Ella respondió a mi beso, envolviendo mi torso con sus brazos.

***

Aila

Cada día que pasaba con Vendrix me sentía más enamorada, más segura de que era el hombre de mi vida y más consciente de que realmente habíamos celebrado el pacto. Ahora, mientras nos besábamos en el lecho, no podía más que agradecer.




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