Danrelle
En la mañana desperté con sabor a gloria. En una cama inmensa, envuelta en los brazos de Ayax. Me estiré contra él, acaricié su piel firme y cálida. Sabía que él dormiría bastante más, pero yo tenía hambre. Me levanté y busqué el armario con la mirada, me dirigí hacia él, pero al abrirlo, solo encontré ropa de gigante, seguramente la ropa que había dejado al irse. Qué cosa más loca que estuviera miles de años en nuestro mundo y regresara solo unos meses después de haberse ido en su mundo.
Busqué las prendas mojadas que me había quitado en la noche, pero no pude hallarlas por ninguna parte. Sí vi una muda de ropa seca sobre el banco a los pies de la cama. Entonces me di cuenta de que alguien había entrado, lo que Ayax se había quitado tampoco estaba.
Tomé la ropa y al desplegarla me encontré con un vestido similar al de su madre. Me lo puse y me calzó bastante bien, quizá era de ella. También había un calzado de tela.
Una vez vestida me atreví a salir. Recorrí el largo pasillo hacia las escaleras y allí encontré un guardia y lo interpelé.
— Disculpe, podría decirme donde...
— Majestad — habló, poniéndose muy firme. — La reina, es decir, la antigua reina, Elizabeth, se halla en la biblioteca, está en el piso de abajo y tiene puertas vidriadas, no tardará en encontrarla.
— Gracias.
— Para servirle, majestad.
"Majestad". Qué cosa más loca.
Tal como dijo el guardia, la primera era la puerta de la biblioteca. Toqué y esperé.
— Adelante — oí la voz de la mujer.
— Permiso.
Ella me dedicó una sonrisa.
— Dani, ¿verdad?
— Sí.
— Seguramente tienes hambre.
— Sí, realmente.
Ella, que estaba sentada en el escritorio, se levantó y se acercó a mí.
— Me imagino que también estarás confundida, fue terrible el impacto para mí, cuando me encontré aquí.
— Usted, ¿cómo llegó?
— Acompáñame, te contaré. — Ella salió y yo la seguí. — Fue hace poco más de quinientos años, yo vivía del otro lado, y, cuando mis padres murieron, encontré un libro con una figura mágica, la realicé con sal en la cocina de mi casa y no tuve mejor idea que sentarme en medio.
Ella se rio. Ya habíamos descendido más escaleras, cruzamos todo un salón y entramos en lo que reconocí como una cocina. Una muy grande. Con varios fogones y una mesa central. Había allí algunas personas haciendo sus actividades, nos saludaron cortésmente, a ella la llamaban por su nombre.
— Siéntate.
La madre de Ayax se movió por el lugar recogiendo cosas y pronto volvió a la mesa, donde yo me había ubicado siguiendo su orden, trayendo unos frascos de conservas, pan y utensilios. Comenzó a prepararme unos sándwiches.
— Parece ser muy sencillo, pero Ayax no pudo regresar.
— El libro que yo encontré estaba hechizado, me trajo aquí porque pertenecía a este mundo. Pero esa clase de portales podrían enviarte a cualquier tiempo y espacio. No puedes elegir a donde llegarás. Encontrar un objeto así, además, es algo fortuito.
— Comprendo. Podría... ¿Podría decirme de qué se trata el pacto del que hablan?
— Es la forma en que contraemos nupcias.
— Entiendo.
— Un rito mediante el cual comprometes tu alma por esta vida y las que vendrán.
Las bodas religiosas siempre eran "para siempre" o "hasta que la muerte los separe", pero esto de por las vidas que vendrán, para mí era algo nuevo. No obstante, no quise indagar más, ya le preguntaría a Ayax. Elizabeth puso los bocadillos delante de mí y tomé uno.
— ¿Podrías contarme cómo fue que hallaron Dioses en una tienda? — indagó.
— La verdad no sé, fuimos de compras, una chica nos mostraba equipos móviles, de repente llegaron dos hombres y todos nos quedamos paralizados. Uno dijo "tú no deberías estar aquí y no entiendo cómo no te encontramos antes", o algo por el estilo, y el otro dijo "esta es su pareja". Cuando me di cuenta, ya estábamos cayendo.
— Qué sorprendente, al menos viniste con Ayax, no estás sola aquí. Cuando mi tía Marla vino aquí, no tenía absolutamente a nadie, yo por fortuna la encontré a ella.
— ¿Tu tía también vino aquí? — indagué con curiosidad antes de dar un bocado.
— Sí, al parecer es un don de mi familia saltar de un universo al otro, porque mi tatarabuela pertenecía a este mundo y ella pasó hacia allá, así como Ayax
— Es sorprendente.
— La Anciana Madre dice que es por la fuerza de los lazos que crea el pacto.
— ¿Cómo es eso?
— Bueno, te comprometes para todas las vidas. Si celebraste el pacto en vidas anteriores, esos lazos hacen que las almas busquen la forma de encontrarse, aunque estén en diferentes universos. Yo había celebrado el pacto con Anour en otras vidas, mi tía con Ingram, tú con Ayax...
— ¿Yo celebré el pacto antes?
— Sí, ¿él no te lo dijo?
— No.
— Me lo dijo en el astral, cuando nos encontramos.
— Eso fue hace dos meses, ¿por qué no me dijo nada?
— Quizá no lo recuerda, ya sabes que en el mundo onírico las cosas se distorsionan.
— Pero él sabe esto y yo no recuerdo ni sé nada, cómo es posible.
— Los recuerdos vienen en el embarazo, al principio hay una atracción instantánea, las almas se anhelan.
— Sin duda sentí un impacto al verlo, pero más me impactó pensar que se creía un vampiro.
Me terminé el sandwich y estaba por tomar el segundo, pero no llegué a hacerlo.
— Dani — la voz de Ayax acercándose me sorprendió, haciéndome girar a verlo.
— Ayax — respondí.
— Me preocupé al ver que no estabas — comentó pasando su brazo por mi cintura. — Buenos días, mamá.
— ¿En qué circunstancia le dijiste a una desconocida que eres un vampiro? — cuestionó Elizabeth con incredulidad en su voz.
— En una donde esta mujer se involucró con peligrosos vampiros.
— ¿Hay vampiros del otro lado?
— Los hay.
— Dioses y vampiros, qué sorpresa.
— También lobos y otras criaturas, pero se mantienen en la sombra. ¿Pudiste hablar con la Anciana Madre? — indagó Ayax ganándole a su madre que ya había abierto la boca para hacer otra pregunta.