CAPÍTULO 15
—
El amor nunca trae nada bueno. El amor siempre trae algo mejor.
Roberto Bolaño
(Amuleto)
AHORA
—Y… ¡Plas! Nos vamos a dormir —rio divertida aplaudiendo. Me encanta ver lo emocionada que está April con la historia.
—¡Qué bonito, mamá! O sea, que la primera película que viste con papá fue Amélie —afirma.
—¿Quién te ha dicho que Bob sea papá? Venga, a dormir.
—No creo que sea el vecino —responde riendo—. Papá nunca fue tan desordenado como para dejar cajas en medio de un rellano.
—No conociste a tu padre a los veintitantos años, April.
—Yo tengo la intuición de que es Bob.
—Aún queda un chico más.
—Creo que hoy me va a costar dormir.
—Ya sabes, durmiendo pasan las horas rápido y faltará menos para el fin de la historia.
Le doy un beso, la arropo, apago la luz y cierro la puerta. Ya es mayor. Ya no le da miedo la oscuridad.
Me voy a mi dormitorio y trato de dormir un poco, pero los pensamientos revolucionan mi cabeza y no puedo conciliar el sueño a la primera. Le mando un whatsapp a Kim, por si está despierta, y responde a los dos segundos.
—¿Qué haces? —le pregunto.
—Escribiendo, pero no tardaré en irme a la cama. Estoy muerta. ¿Qué tal la historia?
—April está entusiasmada —escribo–. Ya supone quién es su padre dentro de la historia y yo me muero por terminarla, aunque es muy divertido. Ha sido una gran idea.
—Me alegra saber que estáis mejor. ¿Tomamos un café mañana?
—Tengo que terminar un par de cuadros. ¿Comemos juntas, mejor?
—Vale.
—¿A las doce en el Pera Soho?
—Genial. Ya me ha entrado hambre.
Escribimos unos cuantos emoticonos de risas y besitos y cierro los ojos.
No quiero que termine mi historia. Querría estar contándosela durante toda mi vida a April, pero, desgraciadamente, todo tiene su fin.
—Matt —digo en voz alta—. Si estás aquí, quiero que sepas que lo nuestro nunca llegó a su fin. Y que seguirá vivo en el recuerdo. Siempre.
Si de verdad existen los fantasmas, me imagino al espíritu de Matt a mi lado, tumbado en la cama, acariciándome la mejilla y diciéndome:
—Siempre.
«Siempre» era nuestra palabra. «Siempre» resultó tener un final. «Siempre», finalmente, se quedó en «Nada».
Kim llega puntual a nuestra cita de las doce en el Pera Soho de la calle Thompson. Nunca hemos sido de comer ensaladitas; la lechuga para los conejos, solemos decir riendo. Así que disfrutamos del aperitivo: unos nachos con humus y otras delicias especialidades de la casa como el pulpo a la mediterránea, el Tartar de Salmón o los Phyllo rolls a los que nos consideramos adictas.
—O sea que vas por el vecino.
—No, no. Por la noche de cine que tan poco te interesó. ¿Qué tal? Me preguntaste y me diste un planchazo cuando lo que querías saber de verdad era qué tal la peli de Amélie.
—Menudo tostón. A mí no me gustó.
—A medio mundo le gusta, no entiendo como no te puede gustar la peli de “Amélie”.
—Qué sé yo. Estoy un poco tarumba, no me hagas caso. ¿Sabes que le he puesto Filomena de nombre a un personaje de la última novela?
—¿Por qué eres tan cruel?
Nos reímos y aunque no quería sacar el tema, parece inevitable hablar de Matt.
—Siento no habértelo dicho antes, Jean —se lamenta.
—Kim, ya te he dicho que no pasa nada. Que yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo.
—Ya, pero aun así… no puedo imaginarme cuánto duele.
«El tiempo todo lo cura», pero no soy capaz de sacar esta frase manida por la boca. Quizá algún día. Cuando sepa que realmente, el tiempo lo cura todo.
Cuando voy a recoger a April al colegio, Ingrid sale con ella como “favor especial” y me sonríe. April, distraída con una niña que ha llegado nueva al colegio hace unos días, no se percata que su tutora quiere hablar conmigo sobre los avances respecto a su estado de ánimo.
—Está mucho mejor y no sabes cuánto me alegro, Jean. Supongo que necesitaba tiempo.
«Ya estamos otra vez con el tiempo.»
—Le estoy contando una historia cada noche. Está entusiasmada con ella.
—Qué bien, me alegra mucho —repite, mirando a la niña—. Me preocupé cuando se peleó con Sarah; se mostró agresiva cuando April nunca ha sido así. Solía dormirse en clase, no almorzaba… Se está recuperando. Poco a poco, lo estás haciendo muy bien, Jean.
A veces va bien que te digan lo bien que lo estás haciendo como madre. Las madres siempre sufrimos de inseguridades en todas y cada una de las etapas de nuestros hijos. ¿Estará bien alimentado si le doy el pecho? ¿Por qué llora ahora? ¿Dios, le habré tapado en exceso con la mantita? ¿Aún respira, verdad? ¿Aún respira? Recuerdo, mientras veo a mi hija hablando como una mujer mayor con su nueva amiga, cuando en mitad de la noche me despertaba y tocaba su pecho a ver si respiraba. Estuve así durante su primer año de vida. Matt conseguía dormir como un tronco y se reía de mí.
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Editado: 11.10.2024