Uno de los tres (algo para recordar)

Capítulo 17

CAPÍTULO 17

Me gusta pensar que voy a verte. No sé en qué lugar, ni en qué estación o circunstancia. No sé si hoy, mañana, en unos años o en alguna otra vida. No sé si siendo niños, jóvenes o ancianos; en forma de personas, de agua y piedra, flor y tierra o lluvia y cielo. Solo pensar que voy a verte de algún modo; en algún tiempo en que nuestros destinos coincidan nuevamente. Solo pienso en eso. Me gusta pensar que voy a verte.

Leunam.

AHORA

—¡Nooooo! —exclamó April entre risas y lágrimas—. ¿Por qué se fue? ¿Por qué? —se detiene un momento y piensa detenidamente en lo que va a decir a continuación—. ¿Papá estudió un master en Australia? —se pregunta más para sí misma que para mí—. ¿Papá estuvo en Australia?

—Te dejaré con esa intriga. Venga, a dormir.

—Míralo.

—¿Qué?

—Siempre que quieras verlo, está ahí.

April señala hacia el techo y mira fijamente a su padre. Yo hago lo mismo y las lágrimas brotan de nuestros ojos de manera natural, como si ya estuvieran acostumbradas a hacerlo.

—Siempre estará aquí —afirmo—. Con nosotras. Protegiéndonos como siempre. Esté donde esté… —termino murmurando.

Si algo me gusta de pintar durante horas, es que me abstraigo completamente del mundo y soy capaz de olvidarme hasta de comer. Las horas corren a su antojo pero no me importa, mientras a las tres de la tarde esté puntual en la puerta del colegio para llevarme a April a merendar unas crepes de chocolate al café de Jerry. Sé que no puede ser sano comer chocolate cada día, pero yo lo hacía y aquí sigo. No me ha pasado nada.

Precisamente eso era lo que me decía a mí misma cuando Bob se fue a Australia y no sé si debido a la distancia o a lo ocupados que estábamos antes, no mantuvimos mucho el contacto. Una pena, porque soñaba con el día en el que él volviera. No me importaba que tardara dos, tres, cuatro o cinco años... Por aquel entonces, aún estaba convencida de que le esperaría aunque él me hubiera dicho que no tenía por qué hacerlo. Él sabía que la vida daba muchas vueltas y que, cuando te vas lejos, no puedes contar con que la otra persona te espere. La otra persona también debe seguir su camino, coger con fuerza las riendas de su vida y arriesgarse a conocer otros mundos. Sobre todo, cuando no has cumplido los veinticinco. ¿Demasiado joven para esperar un amor? ¿Demasiado mayor para soñar despierta?




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