Uno de los tres (algo para recordar)

Capítulo 20

CAPÍTULO 20

Ama sin medida, sin límite, sin complejo, sin permiso, sin coraje, sin consejo, sin duda, sin precio, sin cura, sin nada. No tengas miedo de amar, verterás lágrimas con amor o sin él.

Chavela Vargas.

ANTES

—¿Hoy no te has dejado las llaves, vecina?

—Hoy no —reí, entrando en casa—. ¿Hola?

—¡Jean! ¡Estamos aquí! —saluda Kim alzando el brazo y moviendo rápidamente la mano sin que aún vea su cara desde el sofá.

—¿Estamos? —murmuré.

Eché un último vistazo al rellano antes de cerrar la puerta. Me gustó ver que Jack aún me miraba. Últimamente habíamos coqueteado un poco. Solo un poco. Él había venido al café, yo decidí esforzarme por no tirárselo encima y Jerry, incluso, me dejó sentarme un ratito con él. Criticamos las manías de Kim, me prometió no volver a hacer una fiesta en su apartamento estropeándome una cita y me había contado cosas tan íntimas como que le gustaban las velas aromáticas porque le recordaban a su madre, recientemente fallecida por un cáncer.

Me acerqué hasta donde estaba Kim que, por lo visto, se había traído un amiguito a casa. Al verlo, me quedé patidifusa.

—¿Tom? —pregunté.

«Así es como empieza un ictus», pensé.

—¡No, no, no! ¡No es Tom, Jean! ¿A qué es idéntico?

—Su hermano gemelo como poco.

—¿Ves? Te he dicho que fliparía —rio Kim traviesa, dirigiéndose a su nuevo amigo y dándole un codazo. No supe si extrañarme más por el idéntico y asombroso parecido o por Kim, que por primera vez en su vida, estaba hablando con un hombre como si tal cosa, cuando las relaciones humanas con el sexo contrario siempre se le habían dado tan mal.

—Me llamo Adam.

(Adam, por supuesto, no era su nombre).

—Jean, soy Jean.

Le ofrecí mi mano cuando lo vi levantarse. Era algo más bajito que aquel Tom que conocí en Irlanda y no, Adam no tenía los ojos verdes pero los suyos, también eran muy bonitos. Desde un primer instante me miraron con curiosidad y yo, sin saber por qué, aparté la mirada con la necesidad de tener un amigo al lado con quien hablar.

—Bueno, me tengo que ir.

—Pero si acabas de llegar. Adam es un compañero de las clases de literatura de los jueves. Tenemos que escribir un pequeño relato entre dos, ¿alguna sugerencia?

—Los escritores sois vosotros —reí—, yo no tengo ni idea.

Me fui corriendo antes de que fuera demasiado tarde y escuché cómo Kim le decía a Adam:

—Bueno, ya otro día si eso. Últimamente está muy rara.

Mentiría si dijera que no me ofendí, pero toqué el timbre de Jack y cuando abrió, sentí un alivio tremendo. Porque con él me sentía como con un amigo de verdad. Era Kim en hombre. Con más sentido del humor; siempre me estaba haciendo reír y diciendo tonterías. Sin embargo, ese día, ocurrió algo diferente. Algo que me asustó, porque yo sentía que mi corazón aún le pertenecía a Bob, aunque estuviera a kilómetros y kilómetros de distancia desde hacía un mes y medio. ¡Uau! El tiempo sí pasa deprisa, sí. Aún me parecía que era ayer cuando dormíamos juntos, muy arrimados… muy pegados el uno al otro. Y, a pesar de lo especial que había sido aquel mes, no sabía nada de Bob. No me había escrito ni siquiera un correo electrónico. En cierto modo, estaba enfadada con él porque parecía que todo lo que habíamos vivido, luego, en la distancia, se había quedado en nada. En el olvido. El «Siempre» no fue con él, no al menos, por aquel entonces.

Jack preparó un par de sándwiches y nos disponíamos a ver una peli cuando, de repente y sin que yo lo esperara, me plantó un beso que yo al principio no correspondí. Me aparté un poco, me sentí rara. Era como besar a Kim, ¡por el amor de Dios! ¿Se había vuelto loco? Habíamos cruzado la barrera de amigos para ir un paso más allá. Entrar en un terreno peligroso y angosto que en esos momentos y debido al recuerdo de Bob, se me hacía complicado.

—No, Jack, no…

Pero él me miraba, con esa carita angelical, rogándome solo un beso. En realidad no necesitaba nada más. Yo no sabía si podía corresponderle, no al menos en esos momentos. Dejé el sándwich encima de la mesa de centro, bajé la mirada y él esperó. Esperó, esperó y esperó… entonces yo me levanté y me fui.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.