Uno de los tres (algo para recordar)

Capítulo 23

CAPÍTULO 23

La vida a veces resulta más fácil cuando aprendes a interpretar silencios en lugar de pedir respuestas.

Paulo Coelho

(The Zahir)

AHORA

—¡Lo sabía! ¡Sabía que Jack era papá! —exclama April, con lágrimas en los ojos. Las dos estamos llorando.

—No lo sabías. Pensabas que era Bob.

Ambas, como por inercia, miramos hacia el techo. Ahí estaba el Jack de la historia, con sus ojos azules que dejaron de ser redondos y almendrados con el tiempo, para rasgarse y cubrirse de atractivas arrugas de sabiduría tal y como él las llamaba.

—Creí que era papá cuando mencionaste que su madre había muerto de cáncer —dijo apenada, sin dejar de mirar a su padre.

—El resto de la historia ya la conoces, April. Pero siento no poder decir: …y fueron felices y comieron perdices.

—Mamá. —April coge mi mano muy fuerte y se la lleva al corazón mientras con el otro brazo, agarra el peluche que le regaló papá—. La vida de papá se acabó, pero la tuya sigue. Puedes conseguir ese final feliz.

Me sorprende. Mi hija siempre consigue sorprenderme y ser ella la que me deje KO a mí. Vuelvo a mirar hacia el techo; Matt parece sonreírme, como asintiendo y dándole la razón a su pequeña.

—Cuánta razón, April. Tu padre hubiera dicho lo mismo.

Al día siguiente, April parecía estar más feliz que nunca. Me encargaría de contarle otras historias antes de ir a dormir. Historias que tuvieran que ver con su padre, por ejemplo. Para que conozca esa época de la vida de Matt que ella no llegó a conocer y que yo sí tuve el gusto.

Cuando dejo a April en el colegio, me voy hasta el cementerio. No he vuelto desde que enterramos a Matt. A mi desastroso y odiado, al principio, Jack. Dejo unas flores en la tumba y leo la palabra «Siempre» grabada en letras doradas bajo la fecha de nacimiento y muerte.

—Soy lo que soy gracias a ti, Matt —le agradezco en voz alta—. Si tú no me hubieras animado a cumplir mis sueños, no sé dónde estaría ahora. Quizá sirviendo cafés con Jerry. O en cualquier otro lugar. —Me seco una lágrima—. Gracias por darme los mejores años de mi vida; por haber sido mi mejor amigo y haberme dado a la niña más preciosa de la que sé que te sentirás siempre orgulloso. Te prometo que haré lo que esté en mi mano para que sea la mujer que tú siempre dijiste que sería: inteligente, fuerte, constante y luchadora. Que crea en la magia y persiga sus sueños. No sé cómo lo has hecho, pero creo que me has guiado desde algún lugar para que se me ocurriera contarle de una manera original cómo empezó lo nuestro. Vecino, ahora me tengo que ir.

Me llevo la mano a la boca, le doy un beso y acaricio la tumba. En ese preciso instante, acompañada de una corriente de aire, siento cómo una mano se desliza por mi cabello y lo acaricia suavemente.

—¿Matt? —pregunto, mirando a mi alrededor.

Y me lo imagino ahí, de pie, sabiendo que no lo puedo ver y riéndose por haberme dejado KO.




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