CAPÍTULO 24
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Las mejores coincidencias de la vida, son aquellas que te traen buenos recuerdos.
DOS MESES MÁS TARDE
AHORA
April y yo hemos acordado ir dos veces por semana al café de Jerry. Ni una más ni una menos.
—¡Me voy a poner como una foca con esas crepes! —le digo siempre, tal y como siempre me ha dicho mi amiga Kim entre risas.
El destino, a veces, puede ser caprichoso. Y mágicamente inesperado. Podemos desear algo con mucha fuerza sin ser conscientes de lo que en realidad queremos y… ¡Pam! El universo conspira para que se haga realidad.
Cuando el viernes, al salir del colegio, nos dirigimos al café, sé antes de entrar que va a ocurrir algo extraordinario que, quizá, llevaba esperando desde hace tiempo sin saberlo.
Lo veo desde la calle. Veo cómo unos ojos del mismo color que el café que hace años conocí muy bien, me miran con la felicidad de volverme a ver después de… ¡Uff! Cómo pasa el tiempo. ¡Muchos años! Catorce, para ser exactos. Dejamos de escribirnos cuando se enteró de mi relación seria y sincera con Matt. Australia, finalmente, duró más de tres años.
Le sonrío. Él me sonríe sentado a la mesa de siempre, como si nunca se hubiera movido de ahí, con un café que no le gusta enfrente y mil recuerdos atolondrados en la cabeza. Me agacho para hablarle a April y, señalando al hombre que hay sentado a la mesa, le digo:
—¿Ves a ese hombre de ahí?
—Ajá —responde April, entornando los ojos y mirándolo con curiosidad.
—Es Bob, pero en realidad se llama Charles. ¿Lo quieres conocer?
«Ahí está tu final feliz.»
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Editado: 11.10.2024