Urban Dream, Vol. 1: El sueño de una ciudad

Arco De Las Presentaciones. Capítulo 1

En el medio de los barrios bajos de aquella ciudad en la isla, se escuchaban los pasos apresurados de una muchacha al son de sus jadeos. Cada dos o tres segundos, la joven volteaba con su cabeza hacia atrás, solo para asegurarse de haber perdido a sus persecutores.

<<Se me está acabando el aliento>>, pensó. <<En cualquier momento tendré que frenar para descansar>>.

Sus ojos estaban abiertos como platos debido al incalculable miedo de ser atrapada.

Bajo el cálido y entumecedor sol cenital, aquella adolescente vagabunda había robado la billetera del tipo equivocado. Ahora, seguido por sus compañeros, el tipo sin nombre perseguía a Fleta para darle una lección. La cucharada de su propia medicina que le enseñaría a no volver a meterse con él.

Con la billetera en mano, la chica de catorce años se escondió en un callejón al momento en que, inocente por primera vez en su vida, creyó haberlos dejado atrás.

—Por fin —suspiró. Luego de una breve pausa en la que recobró el aliento, se guardó la billetera robada en la mochila—. Esto servirá para que pase un par de días —sonrío, cegada por la codicia, al ver el contenido—. ¡Ja!

Se levantó de donde se había sentado, dispuesta a proseguir con su vida, sin embargo, unas voces la perturbaron y le robaron el aliento que tanto había tardado en conseguir.

—¡La encontré! —gritó uno—. ¡Está en ese callejón!

<<¡M-mierda! ¡Hubiera jurado que los perdí! ¿Y ahora por dónde escapo?>>.

Uno de los persecutores bloqueaba el lugar por donde ella había entrado. La otra salida, unos metros adelante, también había sido bloqueada por uno de los hombres, más precisamente, la víctima del hurto. Quedaba una tercera salida, en perpendicular a las otras dos, sin embargo, esta se hallaba muy cerca del robado. Fleta había cometido el error del cual siempre le habían advertido, no meterse en callejones cerrados bajo ninguna circunstancia.

Aunque su instinto natural era el de sentir miedo, forzó a sus ojos a mostrar aquella fiereza que le permitió sobrevivir tantos años en la calle.

Cuando los dos tipos estuvieron lo suficientemente cerca, le arrebataron la mochila, recuperando por fin el tesoro robado. Pero no estaban conformes solo con eso.

Un fuerte grito resonó por todo el callejón cuando Fleta fue arrojada bruscamente contra el piso.

—¿Qué hacemos con ella? —preguntó el secuaz.

—Dios... no lo sé... Tanto calor no me deja pensar —se quejó el otro, usando una mano para protegerse los ojos del sol.

—Hmm... se me ocurre una buena idea. Algo que siempre se puede hacer cuando hace mucho calor.

—¡Oye, a pesar de que es muy joven, no veo por qué no podríamos hacerlo!

<<Maldición>>, bramó para sus adentros, nunca dejando de mostrar esa falsa fiereza. <<En lo que tarde en levantarme para huir, esos dos mastodontes me tendrán acabada. Lo siento, papá. Creo que no podré llevarte hoy la medicina>>.

Fleta cerró los ojos, rendida, por fin mostrando su verdadero estado, sin embargo, lo único que oyó fue el sonido proveniente de las cuerdas vocales de otra persona. Una voz masculina relativamente joven, a juzgar por su timbre. El dueño de esta parecía tremendamente confiado, como si estuviera seguro de poder manejar la situación aun con los ojos cerrados.

La muchacha volvió a abrir los ojos, solo para notar que el sonido no había provenido de su imaginación, pues sus captores también lo habían oído.

—Dos contra uno. Y encima se trata de una chica indefensa. —El muchacho parecía estar hablándoles desde lo alto de uno de los tejados—. ¡Tchk! La sociedad de hoy no tiene vergüenza.

Como el tejado no estaba muy lejos del suelo, el intrépido se pudo permitir saltar de él, ayudado de unas maniobras de avanzada agilidad, y unas bolsas de basura que reposaban cerca.

Aiden aterrizó de espaldas a la chica a la cual se había propuesto defender. Contemplando la escena, él, un muchacho flacucho de pelo marrón, no parecía tener mucha oportunidad contra aquellos dos adultos que lo doblaban en edad.

—Dejen a la chica en paz. —Con los ojos de un animal, se abrió de brazos, prohibiéndoles que se acercaran más.

—¿Y tú quién vienes a ser? —preguntó uno de ellos.

—Yo hago las preguntas en mi callejón. —Se señaló con el pulgar, arqueando una ceja—. Ahora, ¿por qué persiguen a esta chica?

—Te voy a enseñar a respetar a tus mayores, pulga callejera —gruñó, acercándose peligrosamente.

—Lo lamento, pero el dios Sol no está de tu lado hoy. —Tras guiñarle el ojo, se arremangó, revelando que en sus antebrazos llevaba unos cuantos espejos.

Con el ángulo correcto, aprovechó que el sol estaba en su punto más alto para cegar momentáneamente con los espejos a los persecutores de Fleta.

—¡Vamos! —Aiden la tomó de la mano y la levantó en el aire, mostrando más fuerza de la que su delgadez aparentaba. Se llevó a la desconocida por la salida perpendicular.

Una vez ahí, se cuidó de pisar ciertas cuerdas atadas a unos centímetros del suelo, de extremo a extremo. Fleta, por pura suerte, logró también saltearlas todas.



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En el texto hay: adolescentes, emociones, original

Editado: 13.08.2025

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