Urban Dream, Vol. 1: El sueño de una ciudad

Arco Del Policía Mercenario. Capítulo 6

<<No, no puede ser como ella dice>>, meditó Marshall, estando a pocas calles de la comisaría. Inicialmente, el plan era conducir al hijo del Tiburón Empresarial a una estación de policía, retenerlo, y esperar a que su tutor legal viniera a buscarlo. Eso le garantizaría tanto dinero como para no solo ir a apostar al casino, sino comprar el lugar entero. <<¿Por qué quieren con tantas ganas llegar a la comisaría? ¿Me están llevando a una trampa? Si es así, yo... No, no tiene sentido que me tiendan una trampa a mí. Aun así, parecían tener un particular interés respecto a los detenidos. ¿Qué es lo que están tramando estos dos?>>.

Marshall frenó en seco y, con él, los dos chicos.

—Gianpaolo, Olette, hubo un cambio de planes. —Para sonar convincente, sacó su celular y fingió estar leyendo un mensaje—. Tomaremos sus testimonios en otro lugar, en la escena del crimen. Síganme, por favor.

—Después nos hará el tour por la comisaría, ¿verdad? —Olette lo miró con ojos acusadores e infantiles.

—Por supuesto, pero primero haremos de testigos —sonrió el oficial.

<<Su interés por la comisaría persiste. No puedo arriesgarme>>. Marshall sentía cómo el sudor se le resbalaba por la nuca y le manchaba el uniforme. El calor y el estrés no ayudaban en nada. <<Tendré que llevarlos a un callejón y ponerlos a descansar. Dejaré a la chica tirada por ahí y cargaré con el chico hasta llegar a la estación. Como estoy con el traje puesto, la gente que me vea pensará que solo transporto a un inocente niño mal vestido e inconsciente>>.

—Bueno, si usted lo dice... —Olette no parecía muy convencida de aquella falsa promesa.

—No te preocupes, solo tenemos que ser pacientes. —Marshall sentía cómo la adrenalina lo forzaba a respirar más rápido. Se sentía un lobo a un bocado de devorar a un rebaño entero—. Conozco un atajo, es por ahí. —Señaló un callejón cualquiera que no dirigía a ninguna parte.

Tal vez habían comenzado a sospechar, o era solo una falsa alarma, pero los supuestos hermanos Pace se miraron a los ojos antes de entrar al atajo en cuestión.

Aun así, obedecieron y caminaron unos cuantos pasos adelantados a Marshall, quien los vigilaba desde atrás.

<<¡Ja! Eso es, Marshall, ve acercándote lentamente a esos mocosos y, en el momento justo, ¡pam! Les das el golpe de gracia>>. Ya podía verse saboreando la recompensa que iba a cobrar por la rebeldía de ese muchacho impertinente.

Sin embargo, al mismo tiempo, los dos chicos se detuvieron, contemplando un punto invisible al final del callejón.

—Díganos, oficial —habló Olette.

—¿Qué crimen fue el que se cometió para necesitar de testigos a un par de adolescentes que no pasan la mayoría de edad? —siguió Gianpaolo.

—¿Tal vez fue un secuestro? —adivinó la niña, volteándose para mirar al policía a los ojos.

—¿O quizá se trató de un engaño? —propuso él, haciendo lo mismo que Olette.

—¿Qué quieren decir? —<<¡Oh, no! ¡Sospechan! Tengo que encargarme de ellos de inmediato>>—. No me digan que tienen miedo.

—¿Miedo? —repitió la joven, caminando hasta casi la salida del callejón, volviendo sobre sus pasos y atravesando a Marshall—. Para nada.

<<No me importa que ella se vaya, mientras Aiden siga ahí, quieto>>.

Gianpaolo, queriendo seguir a Olette, se dispuso a caminar hacia delante.

—No des ni un paso más, Ai... Gianpaolo.

El adolescente obedeció, al ver que el oficial, por algún motivo, llevaba su mano a la pistola. Olette también centró su atención en eso, sin embargo, lejos de estar preocupada, soltó una risita confiada y le lanzó una mirada desafiante a Marshall.

—¿De casualidad iba a decir "Aiden", oficial?

Los ojos de Marshall se abrieron como platos. Fue descubierto. El plan sigiloso había fallado, pero eso era lo de menos. Mientras tuviera al chico en la mira, no habría de qué preocuparse.

Al tiempo que el oficial volvía a dirigir la vista a Aiden, la muchacha de catorce años se desacomodó la ropa y se despeinó.

<<La mejor forma de lograr que el mocoso me obedezca es tomar de rehén a la muchacha>>. Dicho eso, en vez de apuntar a Aiden, como había planeado en un principio, puso en la mira a Olette.

—Tú, el hijo del señor Edric, me harás enfermamente rico cuando te entregue a él —explicó, con una psicótica sonrisa maquiavélica—. Si valoras la vida de esta niña, sabrás lo que te conviene y me acompañarás a entregarte.

Lejos de asustarse o temer por la vida de la joven, Aiden cerró los ojos y negó con la cabeza, vanidoso.

—¡Tchk! ¡Tchk! Oficial Marshall, ¡usted es el que debería saber lo que le conviene! ¡Fleta, ahora!

Fleta asintió con la cabeza y pegó un grito de horror. En sus ojos se vio la desesperación y un arrebato de inocencia injusto. Cuando aquella joven malvestida y despeinada captó la atención de varias personas, explicó la situación.

—¡Ayuda, por favor! —suplicó con los ojos llorosos—. ¡Este policía intentó abusar de mí y ahora quiere matar a mi hermano! ¡¡Ayúdennos, por favor!!



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En el texto hay: adolescentes, emociones, original

Editado: 13.08.2025

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