Urban Dream, Vol. 1: El sueño de una ciudad

Arco Del Hogar De Fleta. Capítulo 7

Como la heladería quedaba cerca de la playa, los chicos decidieron desviarse un poco, sacarse los zapatos, y caminar por la cálida arena del mediodía. Antes de entrar a "Helados Estelares", volvieron a calzarse.

Dentro del lugar, las malas miradas y comentarios por lo bajo no faltaban. Fleta ya estaba acostumbrada a ese tipo de actitud chismosa por parte de la gente, pero a Aiden aún le faltaba esa experiencia que caracterizaba a su nueva amiga. El muchacho no podía evitar arquear una ceja cada vez que oía un comentario dirigido hacia él.

Incluso el vendedor los miró con mala cara, como receloso. El sujeto estaba preparando unas palabras gentiles aunque terminantes para echarlos en caso de que vinieran a pedir limosnas o perturbar la estadía de sus clientes.

Sin embargo, ni Fleta ni Aiden habían venido con tales intenciones. Esta vez, la muchacha tenía el dinero que consiguió de la billetera de aquel incauto, justo antes de conocer al hijo del Tiburón Empresarial.

—Quisiera pedir un cuarto, por favor —ordenó la joven, casi orgullosa de poder darse un lujo como ese. Otros asuntos más importantes se lo impedían. Por suerte, como el gasto no era mucho, aún se podía permitir incluso hacer otra pequeña compra antes de ir a buscar las medicinas.

El vendedor soltó una risa discreta pero burlona ante las palabras de Fleta. Tenía pensado, como solía hacer, negarle amablemente la súplica de dinero, pero aquella frase lo tomó por sorpresa.

—¿Otra vez tú, niña?

<<¿Cuántas veces habrá venido aquí...?>>, pensó Aiden, inerte.

—¿Qué clase de petición es esa? Nunca te he visto decir algo así.

<<No, ¿cómo podría ser eso una petición...?>>, pensó Aiden, inerte.

Molesta, Fleta sacó la billetera robada y se la enseñó al vendedor. Luego, se cruzó de brazos y cerró los ojos, resuelta.

—Como ves, tengo dinero. ¿Podemos pedir algo ya? —apuró, fulminándolo con la mirada.

Por miedo a que el gerente apareciera, el vendedor se disculpó con los dos consumidores y, en compensación por su descortesía, les ofreció el cuarto a mitad de precio.

Con los ojos brillosos por la emoción, Fleta aceptó el trato, olvidándose de cualquier agravio cometido hacia ella.

—Tres sabores...

Aquella era la cantidad de gustos que podían elegir en un solo cuarto. Aiden, de gustos sencillos, eligió vainilla. Mientras que Fleta, queriendo aventurarse y probarse valiente, eligió el de chocolate amargo. Solo quedaba un sabor para elegir.

—Elige tú —ofreció Aiden, gentil.

—No, no. Tú elige —respondió Fleta.

—Preferiría que eligieras tú, que me presentaste este lugar —insistió el muchacho.

—Pero tú me salvaste la vida, así que lo que más me gustaría es que fueras tú el que seleccione el último sabor. —Fleta tensó la sonrisa.

—Y tú nos salvaste de ese policía, así que tal vez seas tú la que prefiera más helado.

—¿Sabes qué? —Se cruzó de brazos, haciéndose la ofendida—. Creo que tienes razón. Elegiré yo.

Se dispuso a pedir un último sabor, cuando Aiden la detuvo.

—Un minuto... Ahora que lo pienso, estás en lo cierto. Yo te ayudé con la billetera —murmuró para que no oyera nadie más que ellos dos—, así que estamos aquí gracias a mí. Creo que voy a pedir uno frutal.

—Alto ahí, yo ya decidí cuál sería el último sabor, no puedes simplemente decir que tú serás el que elija.

—¡Tú me dijiste que lo haga yo!

—Pero me arrepentí...

—Em, señores —dijo el que servía el helado, amable, parpadeando varias veces—. No es obligación que pidan tres sabores. Pueden pedir solo dos si no se deciden.

Ambos jóvenes lo miraron fijo, furiosos, y lo ignoraron, sin dejar de discutir sobre el tercer gusto en discordia.

Deprimido, el señor decidió servirle a otro cliente, así no se formaba una larga fila por culpa de los indecisos.

—¡Quiero crema del cielo! —exclamó el niño, cargado en los brazos de su madre.

—¡Uno de crema del cielo marchando! —cantó el señor, sirviendo por error el helado en el pote de los dos indecisos.

Tanto Aiden como Fleta se dieron cuenta del error del pobre hombre.

—Ups...

En lugar de enojarse, los dos le agradecieron varias veces, alegando que, de no ser por ese accidente, jamás se hubieran podido decidir.

Salieron del lugar, más contentos que otra cosa, y volvieron caminando por la playa, casi vacía, debido al horario y la zona.

***

—Hay una cosa de la que me gustaría charlar —dijo Aiden, habiendo regresado a su callejón, lugar en el cual conoció a Fleta.

—Dime. —La muchacha contempló el lugar vacío. Hacía no más de dos o tres horas, en ese lugar había dos tipos fornidos durmiendo, ambos presas del ingenio de Aiden.

—No lo sé... me preocupó aquel policía. —Su tono de voz era pensativo, casi melancólico. No iba a poder sacarse eso de la cabeza hasta que lo resolviera con Fleta.



#2380 en Otros
#419 en Acción
#611 en Joven Adulto

En el texto hay: adolescentes, emociones, original

Editado: 13.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.