Urban Dream, Vol. 1: El sueño de una ciudad

Arco Del Hogar De Fleta. Capítulo 8

Cuando Bincy Walker regresó de su casa con el balón de fútbol en el brazo y un montón de raspaduras en las extremidades, su madre se preocupó. El preadolescente, con sus trece años recién cumplidos, entró a su casa sin saludar ni disculparse por interrumpir el almuerzo de sus padres.

—¿Cómo fue el partido? —preguntó el oficial Arthur Walker, su padre, sin prestarle mucha atención.

Aquella pregunta pareció despertar la ira del muchacho, ya que, inmediatamente tras escucharla, arrojó el balón contra el suelo y frunció el ceño.

—¿Cómo crees? —dijo, serio—. Obviamente gané.

Así era la vida de Bincy Walker, un niño maldito por su propio talento. Se trataba de una de las personas más competitivas que jamás hubiera puesto un pie en la isla, sin embargo, cada cosa en la que quería competir la ganaba sin hacer el menor esfuerzo. Su habitación estaba plagada de trofeos de oro obtenidos en competencias de fútbol, tae-kwon-do, natación, deletreo, entre varios más organizados por su escuela.

A diferencia de sus padres, que para ellos era un orgullo y triunfo que su único hijo ganara sin siquiera esforzarse, para Bincy era un infierno. No tenía rival en nada y eso lo enfermaba. No se sentía motivado en nada, ni siquiera en jugar con sus compañeros de clase. No hallaba diversión en ganar y solo ganar. ¿Dónde estaba el espíritu de competencia del que el entrenador de educación física siempre hablaba? ¿Realmente Bincy podía considerarse ganador de algo si no había puesto ni una pizca de esfuerzo en ello?

<<No es divertido si no es difícil>>, solía ser el lema que se repetía todos los días al despertar, rogando por que un nuevo estudiante viniera al curso y le hiciera las cosas complicadas.

—Oye, muchacho —le comentó su padre apenas el niño se sentó a comer con ellos—, no vas a creer lo que pasó hoy en el trabajo.

—¿Huh? Olvídalo, aunque me lo cuentes, no me interesa ser policía —dijo, desanimado.

A menudo, Arthur intentaba convencer a su hijo de que se interesara en la profesión de policía, cosa de la cual Bincy siempre pasaba.

—Hoy el Tiburón Empresarial lanzó un comunicado especial a todas las comisarías —reveló, ignorando a su hijo—. Se supone que es algo que no debo comentar ni a mi familia, pero supongo que no hará ningún daño. Escuchen bien...

—¿Ah? ¿Quién es ese "Tiburón Empresarial"? —preguntó el muchacho, indiferente, limpiándose un oído con el anular.

—Niño —replicó Cecily, su madre—, qué vergüenza. El hipermillonario Amos Edric, dueño de Industrias Edric, y responsable de sustentar económicamente a la isla entera con los productos tecnológicos que produce. Gracias a él, la mayoría de los ciudadanos de clase media y alta podemos presumir de casas con una cierta inteligencia artificial, y tú puedes presumir la mayoría de juegos que tienes, que muchos de ellos fueron producidos por su empresa.

—Ya, ya, el tipo tiene dinero, entiendo. ¿Y, qué es lo que pidió el ricachón que es tan confidencial?

—Verán, hace dos meses, su hijo se escapó por razones que no nos incumben. Aiden Edric, de dieciséis años, ahora vaga por las calles de la isla y se esconde del Tiburón por algún motivo.

Habiendo oído aquello, Bincy se levantó de la mesa, dejando la comida a medio terminar, se fue a su habitación, y cargó unas cuantas cosas en la mochila.

—¿Ya te vas? Aún no terminas tu almuerzo —replicó la madre, con tono triste.

—Te felicito, padre. Me lograste impresionar con tu trabajo por primera vez —sonrió, emocionado. Por sus venas corría una sensación que nunca antes había sentido—. Mamá, me voy a cazar a ese chico, ¿puedes guardarme la comida para después?

La madre asintió, perpleja.

Antes de que abriera la puerta, Arthur lo detuvo.

—Espera, Bincy, que aún no te dije lo mejor. Parte de la razón para mantener esto en secreto es porque Edric no quiere que los medios se enteren y hagan un escándalo (Dios sabe lo que se habrá esforzado ese sujeto por mantener las cosas en silencio), pero la otra razón es porque ofreció una recompensa por atrapar a su hijo, y el que lo capture con vida se la llevará toda...

—¡Tchk! Eso de la recompensa a mí no me importa. Voy a cazar a ese chico para mostrar que, aun con trece años, puedo ser mejor que cualquier policía de aquí.

Sin embargo, a pesar de su negativa a oírla, sus ojos se abrieron como platos cuando su padre mencionó la cifra. Tras superar el shock, negó con la cabeza, tratando de sacarse ese número de los pensamientos.

—Como sea, ya me voy. Volveré cuando lo atrape. Adiós.

Dicho eso, cerró la puerta.

Honestamente, lo que menos le interesaba de todo ello era la recompensa, después de todo, era solo un niño que vivía bajo el bolsillo de sus padres y no era alguien tan codicioso como para dejarse tentar por tal número. Lo realmente interesante para Bincy era la idea de encontrarse a alguien que estuvo escapándose por dos meses seguidos. ¿Cómo sería enfrentarse a él? ¿Encontraría en Aiden por fin el rival que tanto buscaba? La respuesta no la sabía, pero estaba más que entusiasmado por averiguarlo.



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En el texto hay: adolescentes, emociones, original

Editado: 13.08.2025

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