Urban Dream, Vol. 1: El sueño de una ciudad

Arco De Los Trabajos Del Señor Melvin. Capítulo 15

No hizo falta que la despertaran. Fleta casi no pegó un ojo en toda la noche de lo ansiosa que estaba. De hecho, se movió tanto en su cama que tampoco dejó que Aiden, quien descansaba en un colchón improvisado en la misma habitación, durmiera.

Según su padre, tendrían que estar allí a las 9:00. De momento, tenían tres horas para desayunar, arreglarse e ir hasta allá.

<<Por fin>>, celebró Aiden. <<Ya no tengo que pretender que estaba dormido>>.

Casi a la misma velocidad que Fleta, se levantó y se arrimó a la puerta, sin embargo, la adolescente fue más rápida.

—¡Atrás, lentorro! —Y no solo eso, sino que ocupó el baño primera. Como si su intención hubiera sido llegar a la puerta para garantizarse ser la primera en arreglarse.

—¡Oye! —reprendió él, sin ser oído—. No soy lentorro... —Hizo un gesto de puchero y salió de la habitación.

En la mesa de la sala de estar, se encontraba preparado el desayuno, o en proceso de preparación. Al instante, Gianpaolo salió de la cocina con una jarra llena de té.

—¡Buenos días, Aiden!

—Buenos... días, señ... —Negó con la cabeza—. Buenos días, Gianpaolo.

El padre de Fleta soltó una suave risa.

—Veo que mi hija te ganó el baño.

—Oh —Se llevó la mano a la nuca, un poco nervioso—, ¿siempre es tan rápida?

—A veces peor.

Aquello fue radicalmente nuevo para el muchacho. Era la primera vez, tal vez en toda su vida, que era recibido de manera tan cálida al despertar. Cuando vivía en la gran casa de los Edric, Obie y los demás mayordomos lo despertaban con respeto y hasta con cierta sumisión; su madre, en vida, pocas veces se acercaba a él, y menos para despertarlo, debido a la relación con su marido; y ni hablar de su padre. Él jamás perdería el tiempo en algo tan poco útil como lo era despertar a su "heredero".

Sin embargo, aunque no durmió nada bien, apenas se levantó recibió la vitalidad de Fleta y, luego, la bondad de su padre. No había pasado ni veinticuatro horas en la casa y ya era considerado uno más entre aquellos dos. A pesar de que le daba vergüenza admitirlo, se sentía feliz.

Cuando Fleta, después de más de diez minutos, salió del baño, fue el turno de Aiden. Al volver, habiéndose tardado apenas dos minutos, quiso lanzar un comentario irónico como "¿Y yo era el lentorro?", pero perdió la oportunidad, ya que ella estaba ocupada hablando con su padre. Sin darse cuenta, su ocurrencia pasó al olvido.

—Hay algo de lo que quería hablar —interrumpió Aiden después de un momento, y no era para su chiste. Se tomó un minuto. Aquello sería aprovecharse de la confianza de Gianpaolo, aunque, si todo iba como él quería, se sentiría sin culpa alguna.

—¿Qué pasa, Aiden? —preguntó Fleta—. Te ves serio.

—¿Pu...? —No se atrevía a lanzar su petición—. ¿Hay chan...?

—¡Eh! ¡Ya dilo de una vez! —replicó la chica, perdiendo la paciencia.

—¡Espera! ¡No puedo decirlo si no me sale!

Ambos chocaron frentes.

—Como sea —dijo él, tras sentarse—. Gianpaolo, ¿hay posibilidad de que yo también pueda trabajar en la tienda del señor Melvin? —Hacer la pregunta de golpe y sin pensar siempre funcionaba, y esta no sería la excepción—. Sé que debe ser mucho pedir, pero no me hace gracia la idea de estar viviendo aquí de polizón. Quiero colaborar. ¡Quiero ser útil para la casa que me acogió!

Dado ese minidiscurso, todo lo que esperaba de Gianpaolo era o un aplauso o una rotunda negación. La respuesta fue la tercera opción. El hombre enfermo se encogió de hombros, mostrando poca preocupación.

—Si te hace feliz, no veo por qué yo te lo podría negar. Respecto a si hay un segundo puesto de trabajo en la tienda... Creo que... No, estoy seguro de que Melvin no te dejará tirado si eres honesto.

Aiden parpadeó, atónito. Ni en un millón de años hubiera esperado una respuesta así del padre de Fleta, menos sabiendo cómo era su hija. ¿Habría captado ya la personalidad del chico y modificado su respuesta sabiendo qué era lo que le haría mejor?

—Genial... —Fue todo lo que pudo salir de su boca.

—Me asustaste, por un momento creí que me ibas a pedir algo raro, como que te dejara usar mi bastón, por ejemplo. —Soltó una risa, conteniendo el fuerte impulso por no toser.

Luego del dichoso y dicharachero desayuno, cada uno de los chicos se arregló lo mejor que pudo y se despidieron de Gianpaolo, quien, a su vez, les deseó mucha suerte.

Estando a solas, Gianpaolo se puso a limpiar la mesa con la mera intención de hacer algo para pasar el rato.

<<Aun si no necesitara personal, Melvin los ayudará. Después de todo, es un buen tipo>>, pensó Gianpaolo, apoyado en su bastón. <<Es casi seguro que los contrate. Bueno, eso si pasan la prueba. Por más buen tipo que sea, a veces se le da por hacer esa clase de cosas raras...>>.

Los esfuerzos llegaron a su límite. Ya no podía aguantar más el fuerte deseo de toser. Su malestar estaba atacando otra vez. Para que su hija, y ahora también Aiden, no se preocuparan por él, disimulaba al máximo su enfermedad, nada más dejándola salir cuando estaba él solo.



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En el texto hay: adolescentes, emociones, original

Editado: 13.08.2025

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