Urban Dream, Vol. 1: El sueño de una ciudad

Arco De Los Trabajos Del Señor Melvin. Capítulo 21

El interludio fue corto. Apenas le dio tiempo a Aiden para recobrar el aliento. La verdad era que se trataba de su primera vez empuñando una “espada”.

Se le hacía difícil creer cómo un niño de apenas trece años pudiera manejarla tan bien. <<¿De verdad nadie nunca le había ganado?>>, se preguntó él, casi temeroso.

Esta vez, los choques se hicieron más violentos y con movimientos de brazo más exagerados. Apenas las espadas se tocaban se separaban y volvían a intentar el ataque para dar de lleno al contrincante.

—¡¿Qué pasa, Aiden?! —provocó—. ¡Ahora que estoy peleando en serio parece que no puedes conmigo!

Tenía razón. El que dirigía el ataque en la mayoría de los casos era Bincy, apenas dándole tiempo a Aiden a que se pudiera defender. A este ritmo, ni él ni el perro aguantarían.

<<¡No! No puedo pensar eso. Debe haber una forma>>.

Como si fuera un flash, se acordó de que había dejado a Fleta a su suerte en la tienda de Melvin. No supo por qué, pero ese pensamiento le hizo sentir fuerzas.

Una gran ira lo irrumpió y supo que era el momento. Era ahora o nunca.

La espada de Bincy iba cayendo directo a la cabeza de Aiden. Sin embargo, este, esperando, desvió la espada del enemigo usando la propia, con tal fuerza que la partió en dos. El pedazo que no estaba en la mano de Bincy salió volando. Aterrizó justo al lado de Debbie, quien se lo quedó para ella, como si fuera un tesoro personal.

Bincy se quedó atónito. ¿Cuánta fuerza le habría metido a ese ataque como para romper semejante palo grueso?

Se quedó tan pasmado en sus pensamientos que ni siquiera se defendió cuando Aiden lo tiró de un golpe con el antebrazo.

—¡Liam, vámonos, ahora!

El niño obedeció, saltando de golpe. Se asustó un poco cuando el perro tosió por el sobresalto.

Sin perder tiempo, Aiden tomó al perro con su brazo y con su mano libre tomó la de Liam, llevándoselo corriendo.

—¡Bin! —Debbie, preocupada, corrió hasta él y lo sentó en el suelo—. Bin, tú…

—¡Perdí! —Su expresión, por primera vez en muchos años, era lejana a la frustración y al fastidio. De hecho, se sentía alegre, emocionado—. ¡Finalmente encontré a alguien mejor que yo!

—¡Me alegro mucho por ti, Bin!

—Bien. —Se puso de pie y se frotó la ropa para sacarse la suciedad—. Vamos a buscar otro palo y volvamos a pelear.

—Bin, no —negó ella, moviendo la cabeza de un lado a otro, creyéndose una adulta responsable—. Dijiste que dejarías que hicieran lo que quisiesen si Aiden te ganaba. —Cerró los ojos y levantó el dedo índice, como si estuviera dando un sermón—. Además, ya está por anochecer, y si no llegamos a casa para la cena, tu mamá te castigará.

—¡Diablos! ¡Tienes razón! Mejor volvamos, Debbie…



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En el texto hay: adolescentes, emociones, original

Editado: 13.08.2025

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