—¿Y bien? ¿Sigue en el quirófano? —preguntó Aiden, apenas regresó a la clínica veterinaria con Fleta, Leah y el señor Melvin.
Liam, con las piernas temblando, seguía sentado en la silla. Tenía la cara pálida y los ojos perdidos.
—Sí, aún no han salido. —Su voz se nota quebradiza—. Aiden, ¿crees que...?
En ese momento, se sintió realmente mal por haber dejado solo al niño, aunque hubiera sido por solo media hora. ¿Qué de cosas habrá pensado durante ese lapso de tiempo? ¿Qué tan larga se le había hecho la espera en el tiempo en que no estuvo?
<<Pobre niño... luchó duro para llegar aquí. No puedo mostrarme pesimista ahora>>.
Aiden negó con la cabeza, confiado.
—Va a estar bien. Si tardan tanto es porque están haciendo su mejor esfuerzo para salvarlo, te lo aseguro, Liam.
—¿De verdad?
La cara del niño pareció llenarse de ilusión. Sus ojos brillaban y su sonrisa deslumbraba.
El adolescente asintió.
—Pero la espera me está matando... Me gustaría que saliera ya.
Tal parece que su esperanza fue efímera.
Al ver cómo se descomponía aquel rostro alegre, Leah lo tomó de las manos y, de un suave tirón, lo levantó de su asiento.
—Oye, Liam, ¿sabes jugar al “Choco-la-la”? —preguntó, sonriente.
—¿Qué es eso?
—Ven, déjame que te enseñe a jugar mientras esperamos. ¿Nos sentamos en el piso para jugar mejor?
Con Leah y Liam jugando y el señor Melvin viendo las noticias, Aiden se dio cuenta de que tenía la vía despejada para hablarle a Fleta sobre el muchacho extraño con el que se encontró.
—¿Cómo dices? ¿Que te obligó a pelear con palos como si fueran espadas y casi te fusila a golpes? —repitió ella, estando un tanto más alejados—. Pero si dijiste que tenía tres años menos que tú.
—Ese Bincy es una bestia implacable —Negó con la cabeza, consternado—, sin embargo, ese no es el problema. Por alguna razón, él y su acompañante sabían de mí y de que me estaba escondiendo de mi padre. Además, Fleta, confirmó una de nuestras sospechas: hay una recompensa por mi cabeza.
Fleta guardó silencio. Quería hablar, aún sin saber qué podría salir de su boca.
—Por alguna razón, ellos dos la conocían. El resto de civiles parece no estar enterado de quién soy. Eso me deja la pregunta: ¿cómo diablos se enteraron entonces, si se supone que la policía lo estaba manteniendo oculto?
—Tal vez alguno de los dos sea hijo de algún oficial bocón.
—Eso podría tener sentido, de hecho, suena bastante lógico ahora que lo pienso. Volviendo a Bincy, no terminé de comprender por qué quería pelear conmigo tan desesperadamente como para estar dispuesto a sacrificar la vida de un animal.
—¿Crees que tu padre lo haya mandado a que te derrote y así te lleve con él de nuevo?
—Lo dudo. Amos Edric no es el tipo de hombre que dejaría una tarea tan importante en las manos de un niño. Los motivos de Bincy parecían surgir de alguna faceta más personal. Fleta, me gustaría volver a encontrarme con él.
—¡¿Eh?! —Cuando notó que llamó la atención con semejante grito, se tapó la boca con las manos—. ¿Eh? —repitió, en voz baja—. ¿Estás loco? Ese chico dijo que sabía tu recompensa y casi te muele a golpes. Sería como entregarte a tu padre, gratis.
Aiden, otra vez, negó con la cabeza.
—No. Ya me dijo él que no le interesaban “mierdas como esas”.
—¿Y le crees? —Se cruzó de brazos y arqueó una ceja, escéptica.
—De todas las cosas en las que pudo mentir, fue honesto con esta. Quiero creer que dijo la verdad. Además, si lo vuelvo a vencer, podría obligarlo a que me cuente más sobre esa recompensa. Que me diga cómo me encontró y cómo se enteró de mí.
>>Cuando fui a buscarlos a ustedes, él ya se había ido, así que no le pude preguntar nada al respecto. Pero, por la expresión que puso al perder, deduzco que él también tiene ganas de volverme a ver y, cuando pase... —Apretó el puño izquierdo— sabré por fin todo lo que necesite respecto a la nueva treta del Tiburón Empresarial.
La charla concluyó con Fleta dándole a Aiden su apoyo respecto a la idea, aunque no estuviera tan convencida en su interior. Si, cuando se encontrasen con él, no estaban trabajando, se aseguraría de estar presente para el segundo round.
Leah y Liam seguían jugando en el suelo. Parecía que la hija de Melvin había captado toda la atención del niño, que no tenía intención de separarse de ella y de sus juegos hasta que tuvieran noticias del cachorro.
—¿Qué está viendo, señor Melvin? —preguntó Fleta.
El dueño de la tienda estaba sentado en una de las sillas, de brazos cruzados y con una pierna descansando encima de la otra. Se había quedado tan absorto en la pantalla que se sobresaltó cuando la adolescente lo llamó.
—Eh... las noticias —respondió a las apuradas—. Me preocupa un poco la situación de la isla.
A través del noticiero se podían ver una serie de imágenes y videos que mostraban una parte decaída de la ciudad envuelta en las consecuencias de lo que parecía haber sido una pequeña revuelta.