Úrsula

Dos semanas después

 

Salí temprano, fui en busca de Bethany, queríamos buscar la manera de estudiar alguna carrera. Nos llegamos hasta la universidad exclusiva en docencia y pedagogía del municipio Páez, Rio Chico, por la fecha calculábamos podrían haber empezado las inscripciones. Al llegar nos atiende la secretaría de la dirección para darnos la única información de que las inscripciones estaban suspendidas hasta nuevo aviso. Beth y yo nos miramos la cara, nos dimos media vuelta y nos fuimos. De regreso hicimos una parada en la Plaza Las Mercedes de Rio Chico, allí nos sentamos a descansar, pero no podíamos demorar mucho. El transporte siempre ha sido de mala calidad. Ésta es una plaza a la que acude gente de todo tipo, desde la más pobre del pueblo hasta la más culta. Disfrutamos de un abuelo de antaño que nos leyó un capitulo de una novela muy pintoresca ‘El coronel no tiene quien le escriba {de Gabriel García Márquez}’, nos pareció graciosa la forma en que nos la narró y le retribuimos el agrado de la lectura con un buen café de Juana la de la esquina. Vimos la hora, eran casi las dos de la tarde y el transporte por poco nos dejaba en aquel pueblo. Nos despedimos del amable abuelo y nos fuimos.

Llegamos a la plaza de Mamporal, era un dos de agosto, nos olvidamos de que el mes del santo patrono del municipio. Había sonido y estaban patrocinando a “La Billo’s Caracas Boys” Adalet nos prepara de cenar, como y me despido. Voy a casa por una ropa para volver a otro encuentro festivo-cultural. Al llegar a casa me esperaba mi mamá, quería que la acompañara al centro del pueblo a comprar en el viejo abasto de Don José. No me negué, quería ese permiso a como diera lugar. Para mi sorpresa, mi madre al subir camino a la plaza me comenta:

—Esto fue solo un pretexto para salir, tú padre hoy está en casa y era difícil poder relajarme.

La miré y volteé la cara para no reírme de frente a ella.

—Te puedes ir tranquilamente con tu amiga. Lo único que quiero pedirte es que ya a las doce de la noche estés cerca de mí, así subiremos juntas.

Así hice, esa noche busqué a Bethany y nos fuimos a disfrutar retirada de nuestras madres. Ya faltando menos de quince minutos para las doce fui por mi madre. Al llegar me sorprendí mucho, ella se besaba con dos hombres al mismo tiempo. No sé en qué punto tenia la conciencia y la racionalidad del ser humano. Mi cabeza comenzó a dar vueltas y me acerqué adonde se encontraban Bethany y su madre, mi rostro aun palidecía y mis manos temblaban. Me preguntaron qué había ocurrido, pero por respeto y discreción no les comenté nada. Era ya suficiente con todo lo que se vivía. Espere unos largos minutos y regresé al lugar dónde se suponía la fuera a buscar. Se había ido. Era difícil la situación, papá siempre buscaba la excusa para unos tragos y volver al ruedo (en mi país, significa hacer más de lo mismo). Una hora más tarde él apareció, yo lo estaba mirando desde lejos entre la multitud, le gustaba ser el centro de atención, pero tampoco niego que era un hombre muy conocido. Había un vecino al que le gustaba hacer de cámara de vigilancia. Me acerco para distraer a mi padre de que escuche al vecino hablar, (lo bueno de papá antes de que se embriague es que conserva el amor más puro y suele ser un poco niño), me lo llevo a un kiosco y le pido un refresco y dos perros caliente, él cede y me pregunta que para quién el otro, yo le señalo a mi amiga y ella desde lejos sonríe y lo saluda. Le pido que me acompañe así habla un poco con Adalet, se niega y se escabulle para encontrarse con el vecino.

Mamá no llega y en horas de la madrugada oigo un alboroto en el medio de la plaza. Eran ella y mi padre, el comentarista del vecino dijo lo que yo traté de callar y mi padre se fue a buscarla al sitio donde se hallaba con los mismos dos hombres que ya le había visto. ‘Se podrán imaginar ustedes aquel escándalo’. Frente a la plaza, queda un modulo policial, allí terminaron de pasar los dos su noche, a mi padre por violencia de género y alteración del orden público, a mi madre por agresión física con objeto cortante (le había hecho una herida en un brazo a papá con un trozo de vidrio). Terminé quedándome en la casa de mi amiga, pero no de la forma deseada. Al salir en la mañana, éramos la comidilla del pueblo, bien lo dice el refrán: (pueblo chiquito, infierno grande). Seguimos camino a casa, cuando llegamos; mis padres continuaban con sus ánimos de discutir. Yo tomé parte de mi ropa y me fui dos días a casa de la abuela (allí la civilización no llega, pero se respira paz). Ella vivía en un pueblo muy pobre, pero su tranquilidad valía la pena.

 Al llegar, con mi mochila llena de poca ropa, me recibe con una enorme taza de leche de vaca recién ordeñada, no me agrada mucho; pero con un toque de vainilla se pasa. Inquieta por mi presencia comienza a realizar preguntas y no me quedó más opción que contarle parte de la historia. Ella solo me respondió siete palabras de un dicho un poco vulgar pero entendible: (el cu** cuando quiere palo lo busca), es fácil: si quieres provocar una situación en la que seas agredido, solo brinda el motivo y en ese instante todo se generará. Esa noche, bajo una leve letra del cantante Eros Ramazzoti me quedé pensando, y solo me pregunto: ¿Por qué la humanidad nunca será conforme? ¡Si teniendo la capacidad de reflexionar todo puede ser mejor cada vez! No es fácil ser hija única y no tener un apoyo de más confianza para poder hablar de las ideas y pensamientos que nos invaden la cabeza.



#2949 en Joven Adulto

En el texto hay: romance drama amor

Editado: 11.12.2022

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