Úrsula

Discusión con mi madre

 

Llegué a casa, eran aproximadamente las nueve de la noche. Mi madre, como siempre, se hallaba ausente. Con serenidad y paciencia me fui a preparar la cena.

Ya casi al terminar llega ella.

—¡Caramba, caramba! —exclamó sarcásticamente—. “Todas las noches a la misma hora. ¿Quién eres y por qué vienes en lugar de Úrsula?”

No pude emitir palabras, mis ojos se abrieron más y mis cejas se arquearon. “¿Qué me espera ahora?” La incertidumbre y los inestables pensamientos se apoderaron de mí.

Luego de una larga pausa le hablé.

—Soy yo, madre. ¡Mírame a la cara. Soy Úrsula!

—Tú, no eres mi hija. ¡Llamaré a la policía!

No supe que pensar, salvo que, repetiré la historia. Ya no es mi padre, ahora me tocará conducir a mi madre al médico.‹‹No sé cuantas plagas egipcias tengo que resistir o que karma del pasado debo››.

Al día siguiente.

Esa mañana del martes, pasé por la habitación de mi madre. Quedé sorprendida… Su cabello… había desaparecido, ella estaba alterada, se me aventó encima y se me fue a golpes. Actuaba como una loca desalmada.

Poco rato después, pude alcanzar gritar. El vecino que nunca dejaba de vigilar nuestras vidas escuchó. Tocó la puerta y al ver que no podía abrir la derribó. ¡Que pena! Nos encontró casi semi desnudas.

Como pudo sostuvo a mi madre y la llevamos al médico. Esa mañana no fui a trabajar. En el hospitalito le administraron unos sedantes y en eso una de las enfermeras se me acerca…

—Joven, trate de llevar a su madre con un curioso. Quizá tenga algún daño puesto. Yo también soy del pueblo y he escuchado comentarios de su madre. ¡Hágame caso!

Mis ojos no fueron para nada discretos. Por lo que me dijo: — Joven Úrsula, usted no cree, pero todo existe.

“A mí parecer el cerebro en combinación con la mente, hacen magias. ¿Cómo alguien racional puede creer en mitos de este pueblo?”

 Le agradecí a la señora y salimos el vecino y yo devuelta a casa. Al llegar, me encontré con la camioneta de mi jefe, el señor Sotto.

Pero para mi sorpresa no era él, era u vanidoso e intolerante hijo.

—Úrsula, ¿qué te ha pasado? —gritó la pregunta desde su auto—, “¿te das cuenta? Cuánta razón tengo en decirle a mi padre las cosas como son”.

Lo miré con rabia, aun viendo las condiciones en las que estaba llegando se atrevió a juzgarme. No siempre ser adinerado te hace ser el mejor ser humano.

Terminé de entrar y recosté a mi madre en el sofá de la sala. No tenia forma de como enviarle la encomienda a la abuela Oriana.

Todo esto era nuevo para mí, un nuevo proceso en el que tenía que poner mucho más de mi parte. Sabía que lo que vendría sería complicado. Me tocaba lidiar ahora con un problema mental de mamá desconociendo cual pudiera ser la causa de este.

La problemática más fuerte será enfrentar mi vida en el campo laboral. “No encuentro razón alguna para amargarme la vida tan rápido”. Al final, siempre debo de poder aunque no lo quiera.

Al día siguiente espere el bus en frente de la casa, aunque muy mal servicio, tenía la ventaja de que podía esperar por ello allí. “Extraño bajar a la casa de Bethany, tal vez me acerque un rato mañana. Necesito alguien para hablar, y quien mejor que Adalet”.

—Pensar me agota.

Ya casi llego al trabajo, En el camino me encontré a Walter, hace tiempo no lo veía.

—Hola, princesa. —Vale la pena decir que me he sonrojado. Su delicada manera de ser, lo hacía muy locuaz.

—Hola señor de los mares. ¿Cuál será su nuevo puerto?

Él sonrió, inclinó la cabeza hacia atrás y se cubrió el rostro con ambas manos.

—¿Señor de los mares? —La comisura de sus labios se extendió— ¿De donde tienes tantas ocurrencias?

“En ausencia de Bethany, su amistad no me vendría mal”.

—De ningún lado, mis ocurrencias, son solo la capacidad que tengo para distraerme en mis días.

—¡Que interesante!

—Oye… ¿Te puedo invitar un helado?

—Una dama… ¿invitarme un helado? ¿Estás segura de lo que me pides?

—Vale, trabajo acá mismo en higuerote. Desde la muerte de papá…

—¿La muerte de tú padre? Cuánto lo siento.

—Sí… ¿Qué hora tienes?

—Las ocho y treinta de la mañana.

—Me voy, se hace tarde. ¿Nos vemos mañana?

—Okey.

“Tengo que llegar rápido, que pena con el señor Sotto. Le inventaré una pequeña mentira blanca”.

“He llegado, pero no veo el auto. Quizá este en la oficina. Soltaré las cosas en el área de faena y me acercaré a dar mi respectivo meeting”.

Estaba todo muy raro, solo estábamos la cocinera y mi persona. No me atreví a hacer pregunta alguna. La indiscreción no era parte mi personalidad. Así que, me dediqué la mañana a limpiar el espacio y a ayudar a atender el lugar. Todo era muy diferente, ni el señor Carlos apareció durante la maña por el local.

Salí en horas temprana de la tarde. Antes de regresar a casa, me quise sentar retirada, en la punta del malecón que divide el mar del pueblo. Las gaviotas y los pelicanos relajaban mi tensión. Era tener un tercer ojo que lo disfrutaba todo. Dejaba entrar en mi el ocaso que ya se aproximaba.

No había nadie alrededor de mí salvo yo misma para interiorizar lo que acontecía en este momento de mi vida.

Eran casi las cinco de la tarde y la parada de los buses y comenzaba a quedar sola.

Tomé mis cosas y regresé al inferno que me esperaba en casa. No sabía lo que me podía encontrar en ella. Cada situación nueva, era mucho peor que la anterior. “Hasta estoy considerando el comentario de aquella vieja enfermera”.

Durante el regreso a casa, mitad de camino, hubo un accidente automovilístico. Mientras llegaban los cuerpos de seguridad, también llegaba la noche. Sus respuestas a los desastres viales, son un poco “Lentas”. Así que me tocará ser paciente.

Hora y media y seguimos acá en la dulce espera. Tengo curiosidad de saber quiénes son los implicados. ¡Quién sabe! tal vez y los conozca.



#2949 en Joven Adulto

En el texto hay: romance drama amor

Editado: 11.12.2022

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