Usted

Capítulo 5. La galería de Julieta.

Julieta estaba siendo observada por un caballero que la admiraba por tener la fortaleza que pocos tenían, no era fácil levantar la voz y ser escuchada cuando todos callan, quizás porque no les importa el dolor del prójimo o quizás por miedo, nadie sabe con que se va a encontrar después de romper el silencio.

—Julieta, soy Jonathan Sarmiento, para servirle...

—¿Sarmiento...?

—Unjum... así  es, y para ser específico, el abuelo del Ministro Salomón Sarmiento —ella pareció confundida, pero el anciano no perdió su carisma y alegría — Disculpe si la incómodo, con todo respeto... es usted más hermosa en persona...¿Puede compartir un café con este anciano que solo la respeta y siente una profunda admiración por usted?

—¿No es usted un viejo loco con complejo de adolescente? —el viejo no pudo sostener su auténtica carcajada haciéndola reír a ella, y luego él se repuso

—Julieta, hermosa chica, eres tan maravillosa y auténtica — suspiró el anciano sin dejar de mirarla— soy un viejo loco frente a la vida Julieta Rosales, es tan hermoso poder observarte risueña y encantadora...

—Tomaremos ese café y quizás sea multiplicado por muchos cafés Jonathan Sarmiento, eso sí, no olvide nunca que Julieta Rosales le está obsequiando el poder conocer su hogar, me gustan las sonrisas transparentes y el alma sin malicia...

—A mi me encantan tus ideales, Julieta Rosales, eres una niña que ha llegado a mi corazón por valiente.

Julieta sonrió atrapada de momento en el mundo de este carismático anciano que su respuesta fue abrir la puerta, y éste volvió a desplegar su sonrisa como si fueran alas para volar, y entró satisfecho de la cordialidad.

El hombre detalló la sencillez de su apartamento antes de detenerse en el recibidor.

Despegó su bastón del piso y volteó a mirarla emanando ternura, quizás para quien ha sentido una mirada sonriente detrás de mucha experiencia, no haya contemplado lo que Julieta apreció.

—Puede sentarse señor Sarmiento, se tomará el mejor café de su vida conmigo.

—Muy agradecido de tu hospitalidad Julieta.

El viejo sonrió aún más y la vió adentrarse en la cocina, fue precisamente allí que detalló la galería que aguardaba en una rinconera como si engalanaba aquel lugar, pero nada diferente a lo que Julieta tenía en su corazón, el anciano se levantó a observar.

—Es mi familia —dijo ella al sorprenderlo— mi madre y mis hermanos...

—¿Y tu padre? Perdón, no debí....

—Mi padre, él con su vida, siempre ha hecho sus propias elecciones, este no es su lugar —el hombre opacó su sonrisa, pero ella no dejó de mostrarse amable— Mi madre se casó con un apuesto médico con quién tuvo a los gemelos...son muy traviesos, los amo mucho.

—Sin embargo veo que...no hay una foto de tu padrastro...

—No la busque...no supo llenar ese lugar, solo es papá de mis hermanos, pero lo respeto mucho, él es muy buena persona. Señor Sarmiento, siga Usted acá, voy por el café...

El viejo la vió retirarse y sonrió como si no pudiera comprender lo que Julieta había dicho y en poco tiempo ella estuvo de regreso.

—Julieta, supongo que te llama la atención saber que soy el abuelo del Ministro Salomón Sarmiento —dijo mientras se sentaba y ella tenía la taza en la mano esperando verlo cómodo— el periodismo exige mucho, y tú eres de las buenas y sabes de lo que hablo.

—No, en realidad no sé de que habla. Yo solo acabo de abrirle la puerta de mi hogar a Usted, señor Sarmiento...quiero expresarle que, ha conquistado mi corazón desde que lo vi, espero que no me defraude, ni yo a usted.

El viejo rió con más autenticidad y ella al verlo cómodo le entregó la taza.

—Lo dicho Julieta, es usted  hermosa desde el alma, muy aparte de ser un bombón del periodismo...

Julieta no paró de reír ante las palabras del señor Sarmiento, tanto que éste terminó riendo a carcajadas.

—No lo puedo creer —dijo muy satisfecha—como periodista que soy... ¿puedo preguntarle algo que llama poderosamente mi atención?

—Claro, tú puedes preguntarme lo que sea...

—Okey...bueno... allí va...señor Sarmiento, ¿usted no sufre de temor? —el viejo dejó de reír de inmediato.

—¿Por qué Julieta? ¿Temor de qué?

—De qué una chica sumamente joven como yo, lo ame...usted no lo sabe, pero yo tengo un sueño en mi vida, quiero encontrar a un caballero que se meta en mi alma sin pedir permiso y que domine todo lo que soy con tan solo ser lo que necesito, que conquiste mi sonrisa, y usted lo ha hecho...Usted si que es un caballero, y no tiene su armadura oxidada —sonrió encantadora— Tiene nobleza, su mirada me arropa, yo estoy segura que...después de conocerlo, yo no necesitaré nada más, aunque sea solo platónico...nadie ni en poco ni mucho tiempo me había convencido tanto de que el sueño de mi vida puede ser real, yo quiero conocer a ese hombre poco creíble que Dios tiene para mi...dígame una cosa más señor Sarmiento.

—¡Que encantadora niña eres Julieta...a nadie he conocido que iguales tu alma...te juro que puedo responder cualquier cosa que quieras.

—Lo sé, y yo amo ésto, estoy segura que jamás olvidaré este día. Señor Sarmiento...¿Cree usted que yo tenga la oportunidad de hacer realidad mi sueño a tal punto que no me aburra que...yo sea capaz de amarlo a él como lo estoy amando a usted en este momento con tan solo verlo? 




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