Usted

Capítulo 8. Amigo fiel

El ministro retrocedió ante las expresiones de la periodista, conquistado estaba, pero no había un motivo que lo mantuviera frente a ella cuando la veía negada en todo sentido a una protección que él creía que le podía importarle y que de por sí, ni él mismo podía entender  el motivo de tanta insistencia, y  se negaba el porqué estaba allí, aún sabiendo que era por ella.

—Creo que es mejor que usted vuelva a su apartamento — dijo con autoridad.

—¿Me está persiguiendo usted señor Ministro? — preguntó  ella siendo precavida— ¿Cómo sabe que vivo en un apartamento...

—Es normal que lo piense — evadió la respuesta— ya no deben tardar con su ropa...

—Que bueno...no es fácil tener sus ojos en cada parte  de mi cuerpo — expresó con arrogancia la periodista.

—¿Por qué no te cubres entonces? Hay sábanas, toallas... Julieta, eres una mujer...

—Si, ya lo dijo....extraña, pero con un buen trasero y una tetas bastante proporcionadas que distraen su atención, pero no serán de usted, así que no se ilusione...

—¡En realidad hablas como una cualquiera! —volteó su mirada— No se sienta tan apetecible, soy hombre, solo eso.

—Y muy poco caballero...

Llamaron a la puerta y de inmediato el ministro recibió lo que esperaba, lo puso en las manos de Julieta, ella no dudó en volver al baño dejando al ministro en un pensamiento que  expresaba  con ira.

—¿Quién puede ser caballero con semejante loca, además atrevida yyyy....siento que la odio! ¡Juega con los hombres....

—¿Dices algo señor ministro? — gritó la chica desde el baño.

—¡Nada! — espetó el ministro con furia.

—¡Creí escucharlo! — continuó ella— ¡ha de estar loco usted, señor ministro, así los pone la politica— decía ella pero con voz aún más alta  mientras se cambiaba de ropa.

Un rato pasó y el hombre no dejaba de ver el reloj, ya casi llegaba la madrugada, de momento la vió salir, y él detalló su vestimenta y de manera grosera le habló.

—Vaya — musitó— se ve decente....

—Soy decente, usted se ve sádico, además de petulante y yo no digo nada...

—¡Camina, la llevaré a su casa...! ¡Ya no discutiré más con usted...

—Entiendo su rabia, su libido sexual entró en trance, créame, el sexo es un ritual divino que no se hace con todo el mundo — rió ella y él procuró no prestarle la más mínima atención.

...

El carro se detuvo en el edificio en donde vivía la periodista, el hombre procuraba despedirse, pero ella estaba a la perspectiva de lo que él dijera.

—Adios señorita Julieta, espero que la madrugada le sirva para reflexionar y no se meta usted en más problemas...

—¡Y a usted que le sirva para no andar buscando putas, que reflexione en que el compromiso de matrimonio no está en ese  anillo que lleva en su dedo, sino en el corazón y en el alma....!

—Julieta —le interrumpió, pero ella lo dejó hablando solo cuando de manera arbitraria abrió la puerta del auto y bajó dejando en sus oídos el golpe al cerrarla— ¡Eres demasiado obstinada! —gritó.

—¿La hacemos volver, señor? — preguntó un militar.

—¡No, ¿Para qué...?! ¡Odio a esa mujer...ojalá no se vuelva a cruzar en mi camino! —el militar lo observó en total silencio, y allí quedaron hasta verla entrar al edificio.

***

El día siguiente, Julieta interrumpió su sueño con los toques de la puerta, ella se levantó llevando su almohada a rastra y miró a ver quién era.

Visualizó al señor Sarmiento que no dejaba de sonreír, abrió y allí estaba, sin dejar de contemplarla como si la conociera de toda la vida.

—Julieta, duerme usted hasta tarde, creí que madrugabas para ir al trabajo.

—Hola...—dijo ella adormecida y detalló a un fiel amigo que acompañaba al señor Sarmiento— es hermoso...

—Es para ti...

—¡¿Un perrito para mí...?! —dijo abriendo los ojos enormes y su sonrisa fue mayor—¿Cómo supo que quiero uno...

—No es difícil ver en tu mirada que amas la nobleza y que necesitas de un buen amigo al cual le puedes contar lo que a nadie...

—Gracias señor Sarmiento —dijo Julieta mientras lo tomaba en brazos— lo amaré con todo mi corazón, ya lo amo...

—Julieta, lo sé, son tan leales que es fácil amarlos...

—A él lo amaré señor Sarmiento, a usted ya  lo amo. —dijo envuelta en una mágica sonrisa— ¿Sabes? Mis hermanos vienen de visitas hoy, quiero que conozcas a los gemelos...

—Será un honor para mí conocer a tus hermanos.

—Son traviesos, la abuela de ellos sé ha quejado conmigo, tendré que hablar seriamente con los dos, ella no está para esos trotes, y su padre nunca tiene tiempo para ellos, es médico y está casado con otra médico...

—Entiendo...¿eres muy severa con ellos?

—Lo necesario, son buenos chicos. Mamá no los consentía para no dañarlos, pero tampoco era muy severa, yo aprendí siempre de ella...venga conmigo. Hablemos en el lugar más acogedor de mi hogar...




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