Usted

Capítulo 11. Tentaciones prohibidas.

Julieta trabajaba aún siendo muy tarde, ella estaba clara en que se le avecinaba un problema grave cada vez que escribía sobre el tema particular de las fronteras y las chicas que en varias oportunidades había conocido en las fiestas de políticos y militares, a las que había asistido buscando información.

Sus pensamientos se cruzaban  y el ministro era la pieza perfecta que ella necesitaba.

—No se cómo hablarle a ese cara de tabla, demasiado negado a ayudar, no me cree, esperaré tener todo listo e iré a hablarle personalmente...

Volteó a mirar mientras el teléfono repicaba y allí en la pantalla estaba el abuelo.

—Julieta, mi querida niña ¿Aún trabajando? — preguntó y ella poniéndose de pié para caminar y relajarse un poco, contestó.

—Trabajo aún, pero es una hermosa sorpresa que me llame usted señor Sarmiento, ¿cómo está?

—Quisiera decirte que bien, pero hoy he tenido un poco de presión alta...

—¿Puedo ir a verlo? — preguntó de inmediato — sé que es un momento familiar en lo que seguramente sobrará quien se preguntará quién soy y qué hago allí...pero podría usted decir que soy una amiga y...

—¿Mando por ti mi niña? — interrumpió el viejo y no dejaba de sonreír.

—¿Eso es un sí? —dijo emocionada— páseme la dirección y yo voy enseguida....

El anciano rió silencioso y repentinamente,  al despedirse y cerrar la llamada su risa fue muy placentera y con muchas chispas de travesura.

—¿Qué se trae usted? — preguntó la enfermera— ha mentido, ¿Cómo que presión arterial alta?  si a usted no le da nada con mis cuidados.

—Eso lo sabemos usted que es mi enfermera y yo nada más, en cuanto Julieta esté en esta casa, me le envías un mensajito al ministro que tanto te encanta ver aquí...

—No es cierto ¿Por qué me acusa usted de esa manera, tengo marido y...bueno si está de un buen ver el ministro, pero nunca se fijará en mi, además tiene esposa y...

—Por lo menos estás clara, Salomón tiene esposa — rió el señor Sarmiento—  Voy a necesitar de su ayuda...

—No vaya usted a meterme en problemas, no quiero ir presa y mucho menos perder mi empleo...ese señor Sarmiento condena a las personas de una vez mandándolo a juicios...

—En problemas estás, no quiero negativas de tu parte ¿Okey? Usted solo apoye lo que yo diga no más y todo estará bien...

—¿Pero como voy a mentir?

—No es tanto, eres mentirosa por naturaleza y lo sabes...¿Es mentira que te da por  fisgonear a mi nieto cuando viene a visitarme?

—Señor...

—Varias veces dices que no, así mismo aceptaras lo de mi presión arterial. —el viejo tomó posición de enfermo en la cama— trae los ungüento esos que me pones para que en la habitación haya ese olor característico de enfermo y no queden dudas...

—¡Por Dios señor! —dijo la mujer desconcertada — pero...¿Qué es lo que quieres conseguir?

—Mi pase al cielo, encontrarme con mi Helena....¡date prisa mujer! — gritó señalándole que se vaya a hacer lo que le pidió.

—Creo que el ministro si tiene razón, los años no perdonan —la mujer se quejaba y el viejo la veía sintiéndose ya enfermo— ¿Se siente mal? ¿Qué le pasa?

—Mujer tonta, estoy practicando, cuidadito dañas mi plan porque te quedarás sin empleo...

—¡Qué malo es ser pobre...

— Tú no eres pobre, eres maravillosa, has lo que tienes que hacer y no habrá problemas.

—Solo porque me obliga usted...

—Okey, date prisa, Julieta llega en cualquier momento...

...

Julieta entró a la mansión Sarmiento, desde su auto admiraba las arboledas, estaba encantada del paisaje y de las coloridas plantas.

La gente del señor Sarmiento la acompañó a entrar, ella no dejaba de observar!o todo hasta llegar a la habitación.

—Vaya, es usted hermoso hasta enfermo, además de una casa, qué digo casa, un palacio hermoso, tiene gente hermosa a su alrededor.

—Mi bella Julieta, siempre debemos escoger bien a quienes queremos que nos rodee, sobretodo si es en nuestros espacios.

—Pues me siento homenajeada, quiere decir que yo soy valiosa para usted...

—Muy valiosa, ven aquí —dijo el viejo y Julieta fue enseguida y lo abrazó — puedes sentarte a mi lado, la cama es muy amplia...

—Se ve muy cómoda...

—¿Unjum?

—¿Cómo es eso que le ha subido la presión? — pregunto ella con voz consentidora— No quiero que se enferme...

—Verte aquí me hace sentir mucho mejor...¿Sabes Julieta? No dejo de pensar que tú sufres por tu padre...

—No sufro, solo entiendo lo poco importante que soy para él...ya me acostumbré.

—No es cierto, cualquiera que te conozca sabrá lo importante que eres, más aún para tu padre...a veces los hombres no entendemos de sentimientos aunque los tengamos.

—Le mostraré una bella historia —dijo repentinamente obviando el tema y el viejo sonrió comprendiendo sus sentimientos— espero que a pesar de lo cortita pueda usted disfrutarla, se trata de la vida de las águila.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.