Usted

Capítulo 13. Las palabras del abuelo.

El viejo dormía complacido en haber obtenido lo que se había propuesto el día anterior. Su sonrisa era muy notable en su semblante y más aún cuando en su sueño entró su amada Helena.

—Mi Helena, mi hermosa Helena...estoy feliz de verte. —ella estaba inerte solo su cabello se movía por la brisa, el señor Sarmiento volteó a mirar el retrato de su esposa y ya no estaba, ahora era la imagen de Julieta— ¿No estás celosa verdad? Es una niña...

Aún el viejo hablaba cuando la pintura volvió a ser la misma pero visualizo un sepelio y no era el de su esposa, se acercó apresurado y descubrió a Julieta dormida.

Una oscuridad lo arropó y la pesadilla se hizo intensa, no podía despertar, su enfermera lo notó inquieto y retiró las manos de su pecho, de inmediato abrió los ojos.

—Creo que es una pesadilla —dijo la mujer— no se duerma con las manos en el pecho...

La mujer continuaba hablando pero el señor Sarmiento no salía de su impresión, su pensamiento estaba aún nublado.

—¿Qué hora es? — preguntó— ¿Acaso ya amaneció?

— Sí señor y su desayuno está listo...

***

El ministro encerrado en sus quehaceres de gobierno permanecía alejado de su casa, pero jamás dejaba de ir por su abuelo.

Él lo amaba realmente, fueron sus abuelos quienes lo criaron y educaron, mientras sus padres viajaban por asuntos de negocios, luego de algunos años nació su hermana y hubo la diferencia, su madre nunca la desprendió, la niña se acostumbró a los viajes.

Salomón Sarmiento siente en su corazón su amor y lealtad más profunda por su abuelo, el día que Helena, su abuela murió, se convirtió en el día más triste de su vida y fue en ese entonces que su corazón y pensamiento están anclados aún más al anciano, su mayor temor es perderlo a él también.

Muy temprano,  llegó a supervisar que todo marche bien, el señor Sarmiento sonrió al verlo.

—¿Preocupado por este viejo que da ya sus últimos respiros? — preguntó el anciano desde su cama sin dejar de mirarlo — Tú tiene como hacerme feliz y no lo haces...te he pedido  bisnietos, por lo menos uno y no has querido...

—Abuelo, mi esposa y yo lo hemos intentado y no hemos podido...ella se hizo su chequeo médico, está bien, creo que debo tener un problema.

—¿Por qué no me lo dijistes antes? Hijo, yo no quiero partir de este mundo dejándote sólo, ¿Crees que no me doy cuenta de la realidad? Eres un hombre solo...

—Te gusta hablar de muerte...¿acaso crees que sería normal para mí verte partir sin retorno?

—No, sé que no te gusta a ti que yo hable sobre esa realidad pero....yo debo ir con mi Helena....algún día. 

—Aun tienes vida...y podemos hacer grandes cosas... quiero que sepas que no dejo de pensar que estás enfermo. 

—Lo sé...¿Puedes acercarte Salomón? —el ministro lo vió y sus sentimientos afloraron desde su mirada hasta sus acciones  y sus paso fueron tan rápido como el abrazo que le dió a su abuelo— No quiero nunca que sufras —lloro el viejo— quiero que seas tan feliz como yo lo fuí con mi Helena, que...el día que yo deba ir con ella, tú corazón sienta el calor del verdadero amor, y tu alma esté acompañada como lo estuve yo...

—Abuelo, no llores. Estoy bien... créeme ¿Por qué estás así? ¿Qué es eso que te puso tan vulnerable? ¿Acaso lo que pasó con Julieta el día de ayer?

—¿Julieta? No Salomón...siento orgullo profundo por ella, no es mi familia, pero me ha regalado tanto en tan poco tiempo...no estoy enamorado de ella, es una niña hermosa que no tiene ni siquiera treinta años...

—¿Y ella abuelo? — Preguntó— ¿Acaso ella te ama a ti?

—Salomón, ella reposa su alma en la mía, ella lleva sus propias dolencias, la vida no la trató lindo cuando era una niña, quitarle su fuerza espiritual que la caracteriza, es dejarla morir...ella es sin su alma varguardista,  un ser triste...

—¿Por qué dices eso abuelo...?

—Yo creo que Julieta tiene una misión muy noble en esta vida que yo me niego a que sea corta...

—¿Abuelo...quieres manipularme?

—No, no quiero que seas su verdugo en tiempos difíciles...Salomón, ella tiene una nobleza y lleva una lucha interna que pocos conocemos...

—¿De qué hablas abuelo? —el viejo lo miró y  aún sus lágrimas emanaba,  Salomón continuaba abrazándolo y besando su frente como el viejo lo hacía cuando tan solo él era un niño.

—¿Qué sientes tú por tus padres Salomón? 

—Abuelo... por qué preguntas por mis padres...yo los amo...he comprendido siempre sus compromisos, ellos me aman como yo a ellos, mi decisión siempre fue aquí, contigo y con mi abuela...

—Julieta tiene un alma arrebatada, ella no comprende como tú, creo que nadie ha sido claro con ella, sus raíces  son inestables y su alma vulnerable, es como si ella fuera la rama de un árbol que no tiene raíces firmes...

—¿Qué dices abuelo? ¿Por qué....

—Ella necesita protección, no vigilancia...

—¿Te pidió que hablaras conmigo? 

—Nunca, tiene más honor que tú ejército completo, pero es orgullosa, es bueno que un día ella pueda comprender a sus padres, y sentir la seguridad de que ambos la aman, sobretodo su padre...solo así, tendrá motivos para tener sus propias raíces y no ser solo una rama que da sombra a quienes ama desde lo profundo.




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