Desdé que puedo recordar es mi hogar, uno cálido, lleno de historias y lugares que van más allá de apreciar una hermosa vista panorámica, por momentos suelo pensar que está en mi imaginación, pero va más allá de lo que puede crear con mi mente. Mi padre siempre dice que fuimos muy afortunados de poder encontrar un lugar que nos haga sentir satisfechos a ambos, aunque no es muy frecuente que este fuera de casa normalmente disfruta del silencio y la agradable sensación del viento.
Hace un par de meses mi padre comenzó a construir un granero en casa, fue una de sus ideas repentinas que solía hacer por las noches. Un día antes del amanecer, dirigió su auto de carga hacia el bosque y en las noches siguientes había madera regada por todas partes, por las mañanas solía dejar un montón de semillas afuera de mi puerta con una nota pegada en alguna parte de la canasta siempre con una pequeña oración, a veces era un “Diviértete princesa” o en otras ocasiones “Toca la puerta del sótano si necesitas algo” con una pequeña firma “De: Papá” Nunca había tocado esa puerta. La había visto de cercas, la había tocado con un cuidado, pero jamás lo había llamado, nunca había una razón en si para acercarme un poco más. Si quería algo de desayunar había siempre algo sobre el calentador, si deseaba tomar un baño había agua caliente en la bañera, si tenía curiosidad de salir bajo la lluvia tenía unas botas y poncho esperándome en la puerta de la entrada con la misma firma y la misma letra que veía a diario al amanecer. No llegaba a cansarme ni a preguntarme como sería el mañana como sería la noche cuando saliera allá afuera y ya no hubiera más de esto aquí.
Las semillas que regaba a diario habían dado sus frutos con rapidez, del lado derecho había decidido plantar el maíz, siguiente de algunos vegetales que crecían con fuerza. Aquella mañana de primavera la tierra estaba mojada y el viento soplaba con delicadeza, algunas pequeñas partes del huerto estaban listas para ser cosechadas. Empecé cortando algunas mazorcas por las orillas, entonces un sonido vino desdé el granero di un pequeño salto. Dirigí la mirada hacia las puertas enormes del granero estaban cerradas, me acerque y abrí con cuidado esperanzada que no fuera ningún animal peligroso, todo parecía verse normal y quieto, con un poco de fuerza jale de nuevo cuando lo escuche venir desde el fondo, entre y encendí las luces.
— ¿Hola? — Silencio — Llamaré a mi padre, así que debes salir —Aún nada — Cerraré de nuevo y cuando venga con mi padre deberás salir.
—Espera…
Lo mire fijamente, era un muchacho demasiado desalineado. Parecía haber sido parte de un accidente —¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí?
Sacudió su pantalón lleno de tierra — Solo pasaba por aquí. Creía que nadie vivía por aquí.
Me sorprendió —Yo vivo aquí
—Ahora lo sé — Parecía apenado — Lo siento, me voy —Se dirigió hacia la puerta
— Espera — Dije inesperadamente —¿Por qué pensabas que eran ruinas?
Miro al piso — Hacia años que nadie vine por estos alrededores solo hay un hojas y madera por allá. La fachada de tu casa se ve algo descuidada entonces, por una suposición simple asumí que la casa estaba abandonada.
Me quedé pensativa unos momentos — ¿De dónde vienes?
Me miro de frente — Del pueblo.
—Soy, Meghan.
—Max. Nunca te había visto ¿Acabas de mudarte?
Me pareció algo ilógica la pregunta — Llevo toda mi vida viviendo aquí.
Se toco un poco la parte trasera de la nuca — Entiendo. Ahora debo irme.
A decir verdad, era un chico bastante extraño. Parecía distraído, debió ser el golpe que se dio dentro del granero, todo ahí adentro es muy peligroso añadiendo la gran necesidad por marcharse como si algo lo hubiera asustado. Aun recuerdo la vez que termine jugando dentro para terminar con una enorme cicatriz sobre el ojo derecho. Instintivamente siento que una parte de mi rostro esta agrietado desdé aquel momento, pero aun así mi padre insistió en que debería comenzar a visitar el granero de nuevo, aunque me causara una notable incomodidad estar cercas de todos los objetos filosos. Cerré la puerta después de haber descubierto el misterio y continue con mis actividades el resto del día.
Al atardecer había terminado de recolectar algunos vegetales que estaban listos para cocinarse durante la cena. La mayoría de la siembra aun tenía frutos demasiados pequeños, necesitaban tiempo y cuidado para crecer fuertes. Al entrar a casa percibí el cálido aroma del café de mi padre, un poco a tostado.
— ¿Megh? Estoy en la cocina.
Me quité las botas antes de entrar y levanté la voz lo más que pude — Hoy conocí a un chico, es alguien nuevo su nombre es Max. Lo encontré en el granero.
Por varios minutos permaneció en silencio — Es bueno conocer personas de veces en cuando, pero ¿Como fue que se conocieron? ¿Fuiste al pueblo?
Tome asiento en un banco de madera — No, Claro que no. Él vinó hasta aquí, lo encontré en el granero.
Su mirada cambio —¿Por qué no llamaste a mi puerta? Pudo haber sido peligroso Meghan. Hay personas en el pueblo que no precisamente son buenas algunas tienen otras intenciones — Puso su taza de café sobre la mesa.
Me puse un poco nerviosa, muy dentro sabía que él tenía razón — No puede encontrar la forma de correr hasta el sótano y llamarte. Así que intente hablar con él y funciono, bueno al principio le advertir que te llamaría, fue la razón por la que salió de su escondite — Hice un puño con ambas manos o más bien parecía un nudo hecho de dedos— Al final se presentó y dijo haber creído que nuestra casa estaba abandonada. Fue todo.
Editado: 23.10.2024