Sueños. Los sueños son un resultado del intento del cerebro de sintetizar y organizar los inputs suscitados por la activación cíclica y aleatoria de ciertas zonas colinérgicas del tallo pontino cerebral.
Lo sé, una explicación demasiado complicada que nadie está dispuesto a leer a menos que te interese el funcionamiento cerebral.
Una explicación más sencilla de lo que son los sueños sería que son una realización alucinatoria de deseos, una guía hasta tu inconsciente, un momento donde los que más quieres se convierte en una imagen borrosa, se transmite hasta tu cerebro y este se encarga de hacer realidad esa ilusión mientras duermes.
Pero existe otra área de sueños. Los que tienes despierto, algo que deseas con todas tus fuerzas.
A veces se cumple a veces no.
Hwan-Yon era una chica que vivía de esta forma.
El tener dotes para la danza aérea no era algo que ella quería, tampoco el haber sido secuestrada vilmente para trabajar en un circo en el que las risas y gritos de alegría se convierten en gritos de dolor y lágrimas apenas se apagaban las luces de colores.
Mas sin embargo soñaba con el “algún día”.
Algún día alguien vendría a sacarla de esa horrible pesadilla. Algún día alguien entraría por aquella puerta oscura de madera gastada y besaría sus labios suave y dulcemente. Algún día alguien la vería a los ojos y le diría un “te amo” sincero y sin una gota de mentira.
Algun dia… simplemente todo seria mejor.
Pero, solo tal vez, él algún día no existía y lo que parecía un sueño terminaría trayendo sucesos de una pesadilla.
Se encontraba sentada en la silla frente al espejo en una de las paredes de su vieja habitación, el sonido de la noche parecía llevarse las reducidas horas de silencio que Yon tenía para meditar en si misma.
Pocas veces tenía la fortuna de estar en “tranquilidad” pero cualquier tiempo que se prestara, para ella era realmente sagrado.
Levantó su mano levemente y con su dedo índice tocó la superficie del espejo frente a ella, en el reflejo se podían apreciar sus hermosas facciones, un rostro de tez blanquecina, labios ligeramente pijmentados de un tono rojizo y de tamaño perfecto, ojos rasgados de color obscuro, cabello largo de color marron y un pequeño lunar debajo del parpado.
La palabra hermosura podía ser explicada con tan solo verla a los ojos.
En sus brazos yacían las marcas en tonos morados gracias a golpes anteriores que había recibido, muy dentro de su ser dolian, mas ya estaba acostumbrada. El circo no era lo que todos creían, nadie imaginaría que un lugar en el que nacen las risas estaría profundamente hundido en un abismo de dolor y ella ni nadie podría hacer algo para salir de ese abismo.
Se puso sobre sus pies y caminó unos pocos pasos hasta llegar a la puerta, debía practicar para la próxima función. Abrió esta y caminó un poco por detrás de los telones observando los diferentes tipos de colores que estos tenían en su superficie.
Levantó una de aquellos arapos y paso entre estos viendo ahí a sus acompañantes de toda la vida, dos telas de color azul obscuro que caian del techo como dos pequeñas cascadas.
Se acercó a estas acariciandolas suavemente y tomó una de ellas envolviendo su mano y repitiendo la misma acción con la otra mano, tomó impulso y comenzó a escalar hasta el punto más alto. Cuando estuvo arriba, sosteniéndose con fuerza envolvió la tela en la superficie de su cintura y se abalanzó dejando caer su cuerpo hacia atrás quedando de cabeza en el aire. Cerró sus ojos y de nuevo comenzó a imaginar.
Era algo que le gustaba hacer a menudo. Imaginar un futuro fuera de esas cuatro paredes, un futuro con ese alguien que corría hasta ella y la rescataba, un futuro donde no existe el tiempo y su alrededor se basara solo en aire y árboles de colores verdosos y vivos por la llegada de la primavera.
Pero solo llegaba hasta ese punto, imaginación.
Una canción venía a su cabeza siempre que estaba arriba, la única cosa que recordaba de su niñez era aquella melodía, “Experience” de Ludovico Einaudi. Su madre solía tocar cela en el violín casi todos los días, Yon nunca se cansaba de escucharla, simplemente era hermosa, miles de escenarios venían a su mente cuando la oía y por esa razón decidió jamás olvidarla. En estas ocasiones, mientras se columpiaba en las alturas, aquellas notas solían relajarla mentalmente.
Es como si pudiese pensar en todo y a la vez en nada.
Se dejó llevar unos momentos más por su imaginación hasta que el pacifico silencio melodioso fue interrumpido por unos secos aplausos vacios.
–-Valla, valla, que tenemos aquí… una linda ave, sin duda la más hermosa.
Ha-Neul abrió sus ojos de golpe y terminó por dejarse resbalar entre las telas cayendo bruscamente al piso de arena.
Bajo su cabeza, sabía de quien provenía esa voz. La inquietud había tomado control de nuevo.
Pero bueno, desde cuando había quietud ahí, donde hay un maestro de ceremonias no existe la quietud.
Ella era una persona fuerte, no le gustaba dejar en evidencia sus emociones, pero en esos momentos, esa sonrisa, esa mirada simplemente la hacía vulnerable.
El miedo era el peor enemigo de Yon y en estos momentos parecía relucir como una antorcha de fuego.
–Acaso te han comido la lengua los ratones? O es que ya simplemente tu linda cabeza dejó de procesar mis palabras…–Dijo el maestro de ceremonias causando que la piel de Yon se erice. –De pie Yeonkkoch… quiero recordarte una cosa.
La contraria simplemente apretó sus manos en un puño y sin siquiera respirar un poco se levantó de la arena levantando la vista dirigiéndola al hombre que ahora se encontraba parado rompiendo la regla del espacio personal.
Este tomó bruscamente de su nuca jalando su cabello hacia atrás y esbozó una sonrisa.