Valencia, el sol y la luna

cap11

La Chona entornó peligrosamente sus cejas, al ver que Ricky se acercaba al galpón, se apresuró a cortarle el paso.

-Tranquilo Play boy, no podés entrar, sos de 4to, prohibidísimo.

Ricky movió su mandíbula y suspiró, sabía que con La Chona no se jorobaba.

-Llama a mi hermana, vengo a buscarla-dijo tratando de observar por sobre el hombro de La Chona.

- ¡Hey!, no te hagas el vivo-se quejó La Chona.

-Dale, llamala, que nos tenemos que ir-se impacientó.

La Chona tomó sus labios y emitió un silbido que aturdió a Ricky e hizo señas con sus brazos como si estuviera orientando un avión.

Emi que terminaba de comer su pancho tomó del brazo a Valencia que se llevó uno más del que tenía en su otra mano. Cuando estuvo frente a Ricky, este no pudo evitar una sonrisa al ver la boca de la muchacha manchada con kétchup, Valencia no le dio importancia y siguió comiendo como si nada.

-Dale, te digo que yo hablo con doña Tina, a mí no va decirme que no.

-Emi estoy castigada, estamos con aquel ser-dijo señalando a Tomás-. La abuela no me va dejar ir a dormir a tu casa, menos entre semana.

- Vos déjame a mi... ¡Tomás! - grito Emilia, viendo que el chico la miraba de reojo-vamos.

Ricky cruzado de brazos y con cara de pocos amigos, esperaba a que su hermana terminara de organizar la vida de todos.

-Cuando se decidan nos vamos.

-Aguanta nene, ¡Tomás! vamos no te hagas el sordo.

Cuando Tomás estuvo allí sin entender nada, Emilia le explicó a miles de palabras por segundo, empujo a Valencia que no dejaba de comer su pancho y a Tomás que seguía sin entender nada.

Cuando estuvieron en la camioneta, ya habiendo subido las bicicletas y amontonándose en la cabina, Emilia ordenó a su hermano ir hasta la casa de doña Tina, Ricky la miró frunciendo el ceño, Emi tocó la bocina varias veces saludando a sus compañeros que ya se iban.

-¡Para loca! Dejá la bocina-se alteró Ricky.

-Dale vamos, dale nene, que lenteja que sos.

Don Pocho estaba al salir cuando vio la camioneta acercarse a la casa. Cerró la puerta de la camioneta y saludó con la mano en alto a los chicos que llegaban.

- Pero pucha, estaba por ir a buscarlos, su abuela me mandó.

- Le ahorramos el viaje don Pocho ¿Cómo anda? - contestó Ricky estrechando la mano del hombre.

- Bien muchacho, acá llevándola lindo, lindo-dijo con una sonrisa.

Emi se encaminó hacia la casa mientras Valencia iba casi al trotecito detrás de ella.

- Emi, no me va dejar, no seas testaruda...

Emi giró y tomó de los brazos a Valencia.

- Me dejas a mí, gracias.

Valencia revoloteó sus ojos, si algo tenía su amiga era ser muy persistente.

La abuela Tina abrió los brazos al ver a Emilia. Luego de hablar por un rato la muchacha regresó con una sonrisa de oreja a oreja.

- Valencia, ven hija-pidió la abuela Tina, Emilia guiño el ojo a su amiga-. Ve a preparar tus cosas irás con Emilia hasta el fin de semana, el domingo te quiero aquí a la tarde, lleva todo para ese mentado baile, Tomás te encontrará allí. No debo decirte como debes comportarte.

Valencia balbuceó algo, que nadie entendió y menos cuando Emilia la tomó del brazo para llevarla escaleras arriba a su habitación.

- ¿Qué le dijiste para que me dejara ir?

- Que sabía que estabas castigada, pero que es muy importante prepararnos para el baile y yo necesitaba que me acompañaras para poder hacerlo...además de prometer que una vez que todo esto termine, te ayudaría a cumplir tu castigo...soy buena amiga...a tienes dos días extra de castigo por eso.

- Emilia, te mato- gritó Valencia corriéndola por toda la habitación.

Cuando Ricky vio a Valencia con un bolso y una mochila, suspiró.

- ¡Qué suerte! Tienes una hermanita más-bromeo Valencia golpeando a Ricky con el bolso al pasar.

Al llegar a la casa de Emilia y Ricky, el primero en recibirlo fue "Kongo" el perro de la casa, un perro "marca" perro, como lo definían al animal que os acompañaba desde su niñea y era tan grande como un ternero. Ricky jugueteo un momento con Kongo quien rápidamente alternó mostrando su alegría entre Valencia y Emilia, quienes lo acariciaban sonriendo.

- Vaya Kongo, podemos usarte de caballo, estás enorme- bromeó Valencia.

La puerta principal se abrió y el señor Pardo el guarda parque del lugar y padre de Ricky y Emilia, les sonrió.

-Hola chicos, ¡qué bueno verte Valen! ¿Cómo está tu abuela?

-Cómo está don Jorge, mi abuela muy bien le manda saludos y estas mermeladas de frambuesas caseras.

-Esta doña Tina no puede con su genio sabe que es mi debilidad-dijo el hombre agradeciendo mientras entraban.

Los padres de Emilia y Ricky eran personas muy buenas y trabajadoras, de un buen pasar económico gracias a la buena administración de las tierras que había heredado don Jorge de su familia, cuyas producciones ecológicas eran la novedad del lugar y el pesimismo de los demás productores que no confiaban en esas ideas naturales.

Camille era el nombre de la madre de los chicos, era una mujer que había crecido allí, pero era inglesa. Su piel era muy blanca, su cabello rubio y sus ojos verdes heredados por Emilia y Ricky.

- Es bueno verte Valen, bienvenida-dijo dándole un abrazo y un beso-. Ya veo que tu abuela sigue mal enseñándonos-tomó la canastilla con los frascos de mermeladas-. Dale nuestra gratitud.

Emi y Valencia corrieron escaleras arriba, y una vez instaladas en el dormitorio se tiraron en el piso de la habitación, el techo de la misma estaba cubierto por un gran mapa del mundo, en el cuál las jóvenes planificaban sus futuros viajes, tenían un juego lanzar una pequeña pelota de goma, donde esta tocara era el próximo destino, se marcaba y luego se seguía el camino del hilo dorado del destino, nombre muy romántico que había creado, para marcar supuestamente el suyo, se proponían aprender las cosas importantes del lugar, así también siempre tenían un 10 en geografía. A quien le tocaba lanzar la pelota era a Valencia: Grecia.




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