Valentina y Benjamín

CAPÍTULO 9: NOCHE ESTRELLADA

El silencio entre los surcos del maizal era tan espeso como el aire tibio de la tarde. Valentina seguía con la cabeza recostada en la ventana, el motor muerto, y Benjamín de pie al lado, apoyado contra la camioneta con los brazos cruzados. El tiempo parecía haberse dilatado, como si el mundo entero se hubiera quedado sin prisa, igual que el cielo de esa mañana.

- "¿Crees que arrancará si lo empujamos?", preguntó Valentina ella sin moverse.

Benjamín soltó una risa baja, resignada.

- "Podríamos intentarlo… si fueras al menos veinte tipos como yo", dijo él.

- "¿Estás diciendo que no soy útil?", cuestionó Valentina, quien levantó la cabeza, fingiendo indignación.

- "Estoy diciendo que si te subes a empujar en esos zapatos, vas a terminar sembrada", dijo Benjamín, señalando sus zapatos de suela fina que ya tenían polvo hasta el empeine.

Ella se acomodó, suspirando.

- "¿Y entonces? ¿Cuál es el Plan B?", consultó ella.

Benjamín ya había sacado su celular y levantaba el brazo en busca de señal. Ni una miserable barra apareció en la pantalla.

- "Esto va a sonar jurásico", dijo Benjamín, "pero hay una casa como a quince minutos caminando. Vi ropa tendida, debe vivir alguien. Voy a ir a ver si tienen un teléfono fijo o un burro con wifi", añadió con una sonrisa

Valentina lo miró de reojo.

-:"Ve. Yo me quedo cuidando la camioneta", dijo Valentina.

- "¿Y si viene un ladrón?", preguntó Benjamín.

- "Le digo que el arroz con pato estaba buenazo y que no me mate", respondió Valentina de manera graciosa.

Benjamín sonrió, le lanzó las llaves por la ventana y echó a andar por el camino de tierra.

El sol ya comenzaba a esconderse cuando Valentina vio que regresaba. Venía acompañado por un muchacho flaco, con una gorra rota y una sonrisa fácil.

- "Tiene una mototaxi", dijo Benjamín, mientras abría la puerta de la camioneta. "Nos va a llevar al pueblo más cercano. De ahí tomamos colectivo a Puerto Eten".

- "¿Y la camioneta?", cuestionó Valentina.

- "Se queda. Mañana vuelvo por ella con herramientas o un sacerdote", dijo Benjamín.

Valentina no se quejó. El día ya se había salido de toda lógica, y extrañamente, eso no le molestaba.

El viaje en mototaxi fue lento y traqueteante. La cabina vibraba con cada bache, y las carcajadas del conductor parecían competir con el motor. Valentina y Benjamín iban apretados, los brazos rozándose sin quererlo mucho o quizás sí.

- "Dime que esto no es parte de tu plan para enamorarme", dijo ella, casi en broma.

- "Te juro que no. Esto es lo más cerca que he estado de un secuestro involuntario", comentó Benjamín.

Ella rió. Reía sin tener que pensarlo, y eso no era algo común en ella.

Cuando por fin llegaron a Puerto Eten, ya era de noche. El cielo tenía ese tono profundo y sin estrellas que solo aparece junto al mar.

Valentina se bajó del colectivo, con el cabello revuelto por el viento de la mototaxi. Antes de despedirse, Benjamín la detuvo un instante.

- "Gracias por no odiar este día"", dijo él, bajando un poco la voz. "A veces, lo que se rompe en el camino… también sirve para detenerse y mirar mejor".

Ella no respondió de inmediato. Solo lo miró, largo, como si buscara algo que ya no estaba tan escondido en él.

- "No lo odio. Pero si mañana no puedes arreglar esa camioneta, te juro que sí", comentó Valentina.

Ambos rieron. Y así, con la noche cubriéndolos, se separaron. Pero el día, ese día que no estaba planeado, ya se había quedado tatuado en la memoria de ambos.



#5533 en Novela romántica

En el texto hay: romance

Editado: 01.08.2025

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