Valentina y Benjamín

CAPÍTULO 17: UNA NOCHE DE AMOR

El cielo aún era un lienzo en degradé entre el gris y el dorado. El mar de Pimentel, apenas agitado, lamía con suavidad la orilla mientras Valentina y Benjamín caminaban descalzos sobre la arena fría. A lo lejos, los caballitos de totora dormían sobre la espuma, como guardianes antiguos de esa costa norteña. El muelle se extendía majestuoso, testigo silencioso de las historias que el viento arrastraba.

Ella llevaba una blusa suelta que le volaba como bandera al viento; él, una camisa remangada y los pantalones doblados hasta la pantorrilla. Ambos llevaban los zapatos en la mano, pero ninguno parecía querer regresar a tierra firme.

El silencio entre ellos no era incómodo, sino pleno. Se reían con las miradas, compartían gestos mínimos: un hombro que rozaba, una mano que buscaba a la otra. Benjamín cargaba una cámara vieja, de rollo, de esas que ya nadie usa, pero que él cuidaba como a una reliquia.

- "No mires", dijo Benjamín de pronto.

- "¿Qué haces?", preguntó Valentina.

- "No mires", insistió él.

Ella giró el rostro justo cuando él tomó la foto. Sonrió, medio molesta, medio encantada.

- "Eres un tramposo", dijo Valentina.

- "No. Solo quiero capturar la verdad", expresó él.

- "¿Y cuál es?", consultó él.

Benjamín bajó la cámara.

- "Que no he visto nada más bonito", respondió él.

Valentina desvió la mirada, pero no pudo evitar sonreír. La marea subía, lenta, y las olas mojaban sus tobillos. El agua estaba fría, pero ninguno se movía. Ella, impulsiva como siempre, le dio un leve empujón. Él fingió perder el equilibrio, se tambaleó hacia atrás y terminó tomándola de la cintura para no "caer".

- "Me debes otra camisa seca", dijo él.

- "Y tú, una foto donde salga bien", expresó ella.

Se quedaron así, pegados, las manos de él aún en su cintura, el cabello de ella ondeando. El momento se hizo más largo que un respiro, más breve que un minuto y se besaron.

Fue un beso sin palabras, sin preguntas. Sabor a sal, a madrugada, a ganas contenidas. Cuando se separaron, ella habló muy bajo y con voz ronca.

- "Si esto se acaba, prométeme que no vamos a olvidarnos el olor del mar en este beso", dijo Valentina.

- "Prometido", expresó Benjamín sin duda alguna.

La brisa de la mañana aún traía ese olor a algas y sal que uno sólo puede encontrar en las costas de Chiclayo. Ese día se habían escapado de todo: del taller, de la casona, de las rutinas que empezaban a sentirse demasiado reales. Se regalaron un día en Pimentel, sin planificación, sin más equipaje que una mochila y una manta.

Después del beso, caminaron por la orilla sin soltarse, hasta llegar al muelle. El crujido de la madera bajo sus pasos marcaba el ritmo de esa pausa robada al mundo.

Valentina miraba el horizonte con una mezcla de asombro y paz; el mar del norte tenía otra energía, más cálida, más viva. Benjamín caminaba a su lado con paso seguro.

- "Cuando era niño, venía aquí con mi abuelo", dijo Benjamín, señalando las barcas ancladas. "Me decía que el mar hablaba distinto cada día, y que había que aprender a escucharlo".

- "¿Y hoy qué te dice?", preguntó Valentina de manera curiosa.

Él la miró, sonriendo con ternura.

- "Hoy me dice que coma tiradito y que me quede un rato más", respondió Benjamín con una sonrisa.

Ella soltó una risa sincera.

- "¿Conoces un buen sitio?", consultó Valentina.

- "Conozco el sitio", dijo Benjamín.

La llevó a un restaurante sencillo, casi escondido, con mesas que daban al mar. Pidieron tiradito de pescado fresco y chicha helada. Mientras esperaban, él le explicó la diferencia entre ceviche y tiradito, y ella lo escuchaba como si descubriera otro idioma, uno que no sabía que necesitaba aprender.

- "¿Y tú siempre hablas así del mar y de la comida?", preguntó ella.

- "Solo cuando me importa que la otra persona escuche", contestó él, mirándola fijamente.

La comida llegó. Valentina probó un bocado y cerró los ojos.

- "Dios… esto es una ofensa para todo lo que yo creía saber del ceviche", expresó Valentina; con la mirada brillante, de quien empieza a mirar la vida con asombro y felicidad. A Benjamín no le quedó de otra que contemplarla con ese sentimiento que crecía con su cercanía.

Y al volver a Puerto Eten, ya entrada la tarde, traían en la piel la sal del mar y en los ojos un brillo nuevo; se dieron un baño en la casa-taller de Benjamín, y luego fueron caminando a la casona que estaba restaurando Valentina, donde siguieron la conversación.

El cielo se había encapotado en silencio. Afuera, las ramas del árbol de tamarindo se mecían apenas, y dentro de la casona, el mundo parecía más lejos que nunca.

Valentina cerró las puertas y echó el cerrojo. El eco del clic metálico la hizo detenerse un instante. La luz dorada de las velas comenzaba a llenar la sala donde había extendido algunas sábanas sobre un colchón en el suelo. La belleza de lo improvisado le daba a todo un aire de complicidad.

Benjamín apareció en la entrada, sin hablar. Se había quitado los zapatos y la camisa. La piel de su pecho tenía marcas de sol, y en su mirada había algo más que deseo: era esa forma en la que un hombre mira cuando ha dejado de huir de lo que siente.

- "¿Estás segura?", preguntó él con voz baja, sosteniéndole la mirada.

Valentina asintió.

- "No quiero guardarme nada contigo", afirmó Valentina.

No hubo apuro. Se acercó a ella despacio, con los pasos de alguien que teme romper algo valioso. Y cuando la tuvo frente a él, no la besó de inmediato. Le quitó el lazo del vestido que ahora llevaba puesto con una ternura inusitada, como si abriera una carta largamente esperada. El vestido cayó a sus pies con un susurro de tela. Valentina, bajo la luz trémula de las velas, no apartó los ojos de los de él. No había vergüenza. No había máscaras.

Benjamín alzó una mano y la acarició. La piel de ella se erizó bajo ese contacto lento, que buscaba grabar cada espacio de su piel. Entonces la besó. Fue un beso sin prisa, con el peso de todo lo que no habían dicho. Sus labios sabían a confianza, a rendición, y aunque fuera muy pronto también sabían a hogar.



#4876 en Novela romántica

En el texto hay: romance

Editado: 01.08.2025

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