El cielo de Cajamarca amaneció con una bruma espesa, como si el pueblo entero estuviera soñando. Valentina despertó envuelta entre las sábanas y los brazos de Benjamín, con esa paz rara que llega cuando el alma se acomoda donde debe.
- "Despierta, dormilón", susurró Valentina entre risas, besándole la mejilla. "Hoy nos espera Cumbemayo".
Él gruñó algo ininteligible, y ella aprovechó para escaparse de la cama y abrir el balcón. El aire era fresco, cargado de tierra mojada y pan recién horneado.
Salieron temprano, mochila al hombro, cámara en mano, caminando entre formaciones de piedra que parecían gigantes dormidos. El silencio era denso y místico. Valentina se acercó a una de las rocas cubiertas de líquenes, y acarició con los dedos las líneas talladas por alguna civilización extinta.
- "¿No te da miedo?", preguntó Valentina, sin mirarlo.
- "¿El qué?", dijo Benjamín.
- "Sentir que somos tan pequeños. Tan pasajeros", comentó Valentina.
Benjamín sonrió.
- 'Eso es lo que lo hace hermoso", expresó Benjamín con una sonrisa.
Se tomaron fotos, se besaron bajo un arco natural, compartieron mandarinas y galletas en una roca. Pero al volver al pueblo, en la plaza, ocurrió lo inesperado.
Un hombre de barba rala y ojos hundidos los observaba desde una banca. Al verlos pasar, se puso de pie.
- "¿Valentina?", llamó, dudando.
Ella se detuvo, desconcertada.
- "¿Eres tú?", insistió el hombre, acercándose. Llevaba una chaqueta gastada y un bolso colgado al hombro.
Benjamín frunció el ceño, colocándose instintivamente un paso delante de ella.
- "¿Lo conoces?", preguntó Benjamín.
Valentina parpadeó.
- "Dios... Stefano", dijo Valentina.
El nombre cayó como una piedra.
Stefano era el ex de Valentina. Aquel con quien compartió seis años de su vida. Aquel que desapareció sin aviso, dejándole un departamento vacío y una carta sin firma.
- "No puedo creerlo", murmuró él. "Eres tú de verdad. "Estás igual... bueno, más bonita", dijo, nervioso.
Benjamín la miró. Ella no lo soltaba, pero su cuerpo había cambiado, estaba tensa.
- "¿Qué haces aquí?", preguntó ella, de manera seca.
- "Vine a ver a mi madre. Tiene familia aquí. Caminaba por la plaza y te vi. Tenía que acercarme", respondió Estefano.
Hubo un silencio extraño. El viento agitó las banderas patrias. El bullicio alrededor parecía lejano.
-:"Bueno. Fue bueno verte", dijo Valentina con una sonrisa tensa. "Que estés bien".
Y tiró suavemente de Benjamín para alejarse.
Caminaron en silencio unas cuadras. Hasta que él habló, con la voz grave.
- "¿Es el Stefano del que me hablaste una vez?", inquirió Benjamín.
- "Sí", respondió Valentina.
- "¿El que te dejó?", cuestionó Benjamín. Ella asintió. "¿Y qué sentiste al verlo?"
Valentina se detuvo. Lo miró a los ojos, con honestidad brutal.
- "Nada. Y eso fue lo que más me impactó. Verlo y no sentir odio, ni dolor, ni siquiera nostalgia. Solo un hombre con barba, como si él y yo hubiéramos ocurrido en otra vida", expresó Valentina.
Benjamín no respondió de inmediato. Pero tomó su rostro entre las manos, y la besó con una ternura distinta, más grave, más cierta.
- "Eso significa que ya cerraste esa puerta. Y yo soy afortunado de estar del otro lado contigo", dijo Benjamín con una sonrisa.
Esa noche, hicieron el amor sin premura. Con una delicadeza que no buscaba olvidar, sino construir. No había fantasmas, solo eran ellos, dos cuerpos encontrándose, dos pasados soltándose para dejar espacio a lo que nacía, a lo que ya era; y los envolvía con una paz renovada.
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Cumbemayo es un importante complejo arqueológico ubicado en Cajamarca, Perú, famoso por su acueducto preincaico y su impresionante paisaje de formaciones rocosas conocidas como los Frailones. El sitio, que se encuentra a unos 19 km al suroeste de la ciudad de Cajamarca, a una altitud de 3.500 metros, combina elementos de ingeniería hidráulica, arte rupestre y formaciones geológicas únicas.