Valentina y Benjamín

CAPÍTULO 26: CAMBIO DE VIDA

La brisa era más cálida en febrero. El verano en la costa norte traía ese sol que no perdona pero que también da vida. Desde la galería lateral del segundo piso, Valentina observaba cómo los geranios crecían junto a las columnas restauradas de la vieja casona. Ya no era un proyecto; era parte de su día a día. Parte de ella, visitarla como si nunca se hubiera ido.

Se escuchaba el timbre lejano de un colegio, el bullicio de los niños bajando corriendo por la calle. Más allá, el mar seguía cumpliendo con su rutina incansable. Y ella también.

Ahora daba clases tres veces por semana en la Universidad Señor de Sipán, en Chiclayo. No era el tipo de cátedra que habría buscado años atrás, pero había algo en esos estudiantes, tan reales, tan curiosos, tan sin filtros, que la hacía sentir útil, incluso inspirada. Después de cada clase, volvía en combi o en auto si Benjamín podía recogerla. Y mientras otros se estresaban en el tráfico, ella pensaba en estructuras, sombras, líneas y decisiones.

Ese mediodía, Valentina regresó más temprano de la universidad. Antes de ir a casa, pasó por la casona para saludar al equipo del museo y revisar los paneles recién montados en la sala de exposiciones. Dos señoras salían comentando con entusiasmo una muestra de fotografías antiguas del puerto.

- "Se nota que ha sido hecha con cariño", le dijo una de ellas a Valentina sin saber que era la arquitecta responsable.

Ella sonrió con una gratitud discreta y siguió caminando hacia el jardín lateral, donde Benjamín la esperaba bajo la sombra de una pérgola improvisada, con dos limonadas frescas.

- "¿Huyendo del calor o escapando de tus alumnos?", bromeó él, tendiéndole el vaso.

- "Ambas cosas", respondió ella con una sonrisa. "Hoy discutimos el concepto de 'intervención mínima' en arquitectura. Y mientras hablaban, pensé que tal vez a veces deberíamos hacer lo mismo con la vida: intervenir lo justo y observar lo que crece".

Benjamín la escuchó en silencio, con esa mirada suya que no necesitaba palabras. A su alrededor, el antiguo jardín de la casona comenzaba a recuperar algo de vida gracias al equipo de cultura local.

- "¿Y tú?", preguntó ella. "¿Cómo va el proyecto del municipio?"

- "Tranquilo. Aunque están viendo si se presenta un proyecto para declarar patrimonio inmaterial una de las festividades locales. Me ofrecieron colaborar con la gestión cultural. Aún lo estoy pensando", respondió Benjamín, de su vida en Europa aún le quedaba los contactos y el dinero, no para vivir como un rey, pero si para una vida tranquila y sencilla.

Valentina lo miró en silencio. Sabía que él siempre estaba con un pie adentro y otro afuera de los cargos públicos, pero también sabía que cada vez se estaba quedando más, quizás pensando en un futuro más familiar.

- "Benjamín… ", dijo Valentina, después de un rato. "¿Alguna vez pensaste que íbamos a terminar aquí?"

- "No. Pero me alegra que lo hayamos hecho", dijo él con una sonrisa.

Ella asintió. No había necesidad de más palabras. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba huyendo de nada ni de nadie. Y aunque no sabía si era el destino final, al menos, por ahora, había raíces creciendo.



#5572 en Novela romántica

En el texto hay: romance

Editado: 01.08.2025

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