Valentina y Benjamín

CAPÍTULO 28: LOS PADRES DE LOS NOVIOS

La casa de los padres de Benjamín quedaba en un barrio tradicional de Chiclayo. Una casona antigua, de techos altos, con macetas colgando del balcón y un aire de domingo perpetuo. El canto de un vendedor ambulante cruzaba la calle, y un vecino saludó desde su mecedora en la vereda.

Valentina lo notó todo con una mezcla de curiosidad y cautela. Era distinto al silencio ordenado de su barrio en Lima, donde los saludos se daban más con la mirada que con palabras. Ella estaba vestida con una blusa sencilla y un pantalón azul marino. Se había hecho una trenza suelta que dejaba escapar algunos mechones al rostro.

- "Respira", le dijo su madre antes de bajar del auto. "No vamos a una entrevista de trabajo".

- "No estoy nerviosa", mintió Valentina.

La verdad era que sí lo estaba. Aunque confiaba en Benjamín y amaba la manera en que él se relacionaba con sus padres, una parte suya temía no encajar. Su familia era distinta: más silenciosa, más reservada, con costumbres más rígidas, a pesar de los años y la herida de la muerte de su hermano.

Sus padres se bajaron del auto con esa discreta elegancia que habían aprendido a usar en toda reunión social: sonrisas suaves, manos firmes, distancia prudente.

Benjamín abrió la puerta antes de que tocaran el timbre. Vestía una camisa clara, remangada hasta los codos, y tenía la sonrisa de quien había esperado todo el día por ese momento.

- "Bienvenidos", dijo él, abrazando primero a Valentina y luego dándole la mano a sus futuros suegros.

Adentro, la sala estaba arreglada con sencillez y buen gusto. Había olor a comida casera. A cariño en forma de guiso.

- "Mis padres están en la cocina, terminando los últimos detalles. Ya vienen", comentó Benjamín.

La madre de Benjamín fue la primera en salir, secándose las manos con un paño floreado. Era una mujer de rostro amable y ojos brillantes. El padre, en cambio, parecía más serio, con una mirada que evaluaba con cortesía, pero sin disimulo.

- "Así que ustedes son los padres de la famosa Valentina", dijo la señora, con una sonrisa abierta. "Encantada. Desde que Benjamín nos habló de ella, no para de contar historias".

Hubo una ronda de saludos, algunos torpes, otros cálidos. Luego todos se sentaron en la mesa, servida con platos típicos del norte. Había seco de cabrito, tortilla de raya, ceviche y un ají casero que advertía peligro desde el aroma. La madre de Valentina tomó una cucharadita mínima, mientras decía que en Lima no acostumbraban a tanto picante.

El almuerzo comenzó con prudencia. Comentarios sobre el clima, la ciudad, las diferencias entre Puerto Eten y Chiclayo. Los padres de Valentina, aunque atentos, se notaban algo rígidos. A su madre le sorprendió que todos hablaran a la vez, sin turnarse como en sus cenas familiares.

Cuando la madre de Benjamín soltó una carcajada al contar cómo su hijo había quemado el arroz a los doce años, Valentina notó cómo su propio padre levantaba apenas las cejas.

El padre de Valentina preguntó por los hermanos de Benjamín con tono curioso, aunque no pudo evitar comentar que Chiclayo le parecía una ciudad ‘con alma propia, muy distinta al caos de Lima.

La madre de Benjamín quiso saber a qué se dedicaba la madre de Valentina, ya que su rostro se le había hecho conocido de algunas revistas. La conversación fluía con una cortesía vigilada, hasta que, inevitablemente, alguien mencionó la boda.

- "¿Ya tienen fecha definida?", preguntó el padre de Benjamín.

Benjamín miró a Valentina y ella asintió.

- "Estamos pensando en diciembre", respondió él. "Algo íntimo, con las personas que más queremos".

- "¿En la iglesia de Eten?", preguntó su madre.

Valentina respiró hondo antes de responder.

- "Sí en un lugar significativo para nosotros", respondió ella.

Después del almuerzo, tomaron café en el patio. Las madres hablaban de flores y recetas. Los padres, de política local y la situación del país. Valentina y Benjamín se quedaron a un lado, observándolos. Se sentía como una escena que nunca imaginó posible: dos mundos tan distintos, tratando de encontrarse en un punto medio.

- "¿Crees que funcionará?", le susurró ella.

- "Ya está funcionando", respondió él.

- "No lo digo por nosotros", aclaró Valentina. "Lo digo por esto, por las familias. Por el cruce de historias, tradiciones, silencios".

Benjamín se encogió de hombros.

- "No importa si se entienden del todo. Con que nos respeten, basta. El amor no necesita que todos lo comprendan, solo que lo dejen crecer", afirmó Benjamín con una sonrisa y ambos se abrazaron.

Más tarde, antes de despedirse, los padres de Valentina se acercaron a ella y le dijeron, casi al unísono: "Se nota que te ama".

Y mientras subían al auto, su madre añadió en voz baja: "Y tú ya no estás huyendo, aunque te alejes un poco, ahora sabré dónde encontrarte".

Valentina miró una última vez hacia la puerta. Benjamín seguía ahí, despidiéndose con la mano, como un puerto esperando el regreso de su barco.

Y ella no sintió que se alejaba de algo, sino que al fin se acercaba a todo lo que siempre había querido



#4730 en Novela romántica

En el texto hay: romance

Editado: 01.08.2025

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