Valiente Guerrera

CAPÍTULO 3

Por otro lado, mientras esto pasaba, en la entrada de la aldea Cuauhtli y sus hombres intentaban salir de la aldea:

- Alto… ¿Quiénes son?

- Somos mercaderes señor – hablo Cuauhtli.

Los soldados revisaron las cosas que llevaban – todo bien, pueden irse.

- Gracias.

Como pudo, Yaocihuatl aun vestida de hombre, logro evadir a los soldados hasta llegar al establo y estaba sacando el caballo para irse…

- Yaocihuatl…

Se da vuelta rápido y le aplica una llave - ¿Atzin? – la suelta – ¿Qué haces aquí?

- Eso no importa ¿Qué paso, por qué dicen que intentaste matar a mi padre?

- ¿No sabias que él fue el que mato a mis padres para quedarse con el trono?

- ¿Qué?

Yaocihuatl la miro a los ojos con enojo y ella con confusión… tomo las riendas del caballo para irse, pero Atzin sin entender lo que ella dijo quería que se quedara para hablar y aclarar las cosas:

- Yaocihuatl – le agarra la mano.

Se suelta de su agarre – Atzin no quiero hacerte daño, pero eres la hija de mi enemigo, no puedo seguir confiando en ti – se da la vuelta.

- Yaocihuatl…

Dándose la vuelta Yaocihuatl le tiro un polvo para dormir que ella siempre tenía en caso de emergencia, la agarro para que no se cayera al suelo y la puso en un lugar seguro donde pudieran encontrarla, subiéndose a su caballo galopo a toda velocidad hacia la entrada de la aldea, pero después de que ella se fue unos hombres enmascarados se llevaron a Atzin mientras estaba inconsciente.

Horas después Yaocihuatl avía salido de la aldea, pero estaba siendo perseguida por los hombres de la tribu y uno de ellos saco su arco y le disparo al caballo, ella cayendo del caballo rodo hacia un barranco y levantándose siguió corriendo adentrándose en el bosque, después de un rato de estar corriendo sin rumbo, llega a un acantilado, observó a su alrededor para encontrar otra salida, pero los soldados ya la avían rodeado y el coronel Tenoch estaba con ellos:

- Yaocihuatl ya no tienes a donde correr, ríndete y te dejare vivir – hablo el coronel.

- ¡Ustedes están cometiendo un gran error!

- Eso no lo decido yo.

En ese momento Tlacaélel llega en su caballo – Yaocihuatl para con esto.

- Tú también estas con ellos.

- Lo que haya pasado se puede resolver, solo ven con nosotros, estoy seguro que el Jefe tendrá compasión de ti.

- ¡No quiero su compasión! – mira hacia atrás y dice con voz decisiva – ¡no voy a ir con ustedes! …

- ¡NOOO…!

Yaocihuatl se dio la vuelta y se arrojó por el acantilado sin pensarlo dos veces, cayendo en un río. Cuando estaba casi oscureciendo, después de que Yaocihuatl saltara del acantilado y de ser arrastrada por el Río Lempa se despertó y se dio cuenta que estaba a la orilla del río, lejos del acantilado, se levantó con las ultimas fuerzas que le quedaban y empezó a caminar sin rumbo alguno…

Unas horas después de caminar Yaocihuatl ya no pudo aguantar más y se desplomo en medio del bosque. Tiempo después, al caer la noche se acercó una caravana de comerciantes, estos comerciantes eran Cuauhtli y sus hombres, Cuauhtli se acercó a ver el cuerpo de la persona desmayada y noto que era el mismo hombre lenca que avían visto en el partido y el que los ayudo con los hombres de a caballo:

- Líder ¿no es lenca que vimos en el partido y en la calle aquel día? – pregunto Ollin uno de sus hombres.

- Sí, es él.

Lentamente mira hacia la mano derecha de Yaocihuatl y mira con asombro una pulsera en su muñeca:

Se agacha para tomarle la muñeca – ¡Esta pulsera es la que…! – empieza a recordar algo que paso cuando era niño – ¡Aaaahhhh!

- Sujétate fuerte no te sueltes… - le dijo el niño que intentaba levantarlo de la orilla del acantilado.

- Gracias por salvarme – dijo Cuauhtli cuando estaban a salvo. Volvió a recordar algo que paso tiempo después de eso – esta pulsera la hice para ti – se la pone al niño en la muñeca derecha – desde ahora somos hermanos…

Rápidamente en el mismo brazo, enrolla la manga de su camisa donde mira una cicatriz y vuelve a recordar:

- ¡Cuidado! – se abalanza el niño desde su caballo hacia él, empujándolo del caballo, recibiendo el golpe de una rama gruesa por él – ¡Aaahh! – se queja del dolor.

- ¡Hermanito! – mira que está herido y entra en pánico.

- Vete…

- No, estas perdiendo mucha sangre, no te puedo dejar así.

- ¡Que te vayas! – lo empuja – vete antes de que te vean… - lo ve titubear, pero escuchan que los soldados están acercándose – ¡ya!

Cuauhtli haciendo un berrinche se va corriendo del lugar. Vuelve al presente:

- ¡Es él! - dijo en un susurro para sí mismo.

Horas más tarde, Yaocihuatl abre sus ojos lentamente y se levantó sobresaltada, miro hacia todos lados encontrándose arriba de una carreta, alzo la vista y ve que el conductor es un joven, como de unos 20 años, alto, delgado, de hombros anchos y espalda recta, cabello largo y negro como la noche, sujeto en una cola alta junto con una banda al rededor de su cabeza, su piel es un poco más oscura que la suya, tiene un cuerpo musculoso pero sin exagerar, se le ve muy atractivo, sin duda es uno de los chicos más apuestos que ha visto en su vi… niega con la cabeza recordando que no es momento para pensar esas cosas…

- ¿Dónde estamos?

- En el bosque, a 2 aldeas de cruzar la frontera del oeste – le respondió Cuauhtli sin mirarla.

- ¿La frontera…? ¡Ahhh! – se toca su hombro y nota que esta herida y que tiene varios golpes en el cuerpo.

- No te muevas o la herida se abrirá, no tenemos medicamentos así que no lo hemos tratado, lo haremos cuando lleguemos a la próxima aldea.

- Gracias… - se da la vuelta y ve que hay otras 2 carretas atrás de ella – ¿ustedes son mercaderes?

- Sí… - a lo lejos se miraba una cabaña – ¡adelante hay una cabaña, nos detendremos a descansar ahí! – dice a sus hombres, que son 5.

La cabaña era pequeña y los hombres de Cuauhtli hicieron una fogata en la entrada de la casa, mientras Cuauhtli y Yaocihuatl se quedaron adentro:




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