Valiente Guerrera

CAPÍTULO 5

Después de comer, Yaocihuatl se fue a comprar un caballo con el resto del dinero que Cuauhtli le dio y se fue a la próxima aldea que estaba cerca de la frontera, no se molestó en buscar o despedirse del joven mercader que la había ayudado, ya que lo mejor para ella es que nadie supiera de su paradero.

En la Casa Tribal se habían reunido el Jefe, algunos hombres del Consejo, Tlacaélel (que era un subteniente del ejército) y el coronel Tenoch en la sala del trono:

- ¿Todavía no las han encontrado? – pregunto el Jefe.

- No señor, después de que Yaocihuatl salto del precipicio, no supimos más de ella ni de Atzin – respondió Tlacaélel con tristeza en su voz.

- Mi señor, yo propongo avisar a toda la tribu que se capture a la Futura Heredera por traición – dijo el coronel Tenoch.

- No, esto debe seguir en secreto, no quiero que el pueblo se entere, sigan buscándolas, manden a recorrer las aldeas, pero sin llamar la atención.

- Como usted ordene… señor - dijo con fingida aceptación.

- Mi señor, permítame participar en la búsqueda – hablo Tlacaélel - yo me crie junto con Yaocihuatl y Atzin, las quiero como si fueran mis hermanas y no puedo estar tranquilo sin hacer nada, por favor deme su aprobación.

- Pero todavía te estas recuperando de tu lesión.

- No me importa, soy un soldado y puedo resistir el dolor, incluso si es necesario las buscare arrastrándome por el suelo, por favor déjeme ir.

- Esta bien, puedes ir.

Ante estas palabras el coronel Tenoch miro disimuladamente a Tlacaélel con ojos de desagrado. Después de la audiencia, el coronel Tenoch fue con los sirvientes que Yaocihuatl escucho hablar sobre su tío y la muerte de sus padres:

- Hicieron un buen trabajo - les da una bolsa de dinero a cada uno.

- Gracias señor.

- Y recuerden, nada de esto sucedió.

- Si señor – respondieron ambos al unisonó y se fueron.

El coronel Tenoch entra en una de las salas de la casa – Todo está saliendo según lo planeado mi señora.

- Muy bien, coronel… ahora… encárgate de lo demás.

- Sí, mi señora.

Antes de llegar a la aldea Yaocihuatl fue a buscar un lugar en el bosque para esconder la corona del Futuro Heredero de la Tribu (ya que si se la quitaban se la entregarían a Atzin y perdería su poder en la realiza como Heredera) cuando encontró un lugar y estaba a punto de enterrar la corona en el suelo, recordó una conversación que tuvo con Atzin años atrás…

- Sigo pensando que tu deberías ser la Futura Heredera de la Tribu y no yo.

- Solo dices eso porque no quieres hacerte cargo de la tribu – dijo Atzin con sarcasmo mientras sonríe.

- Uuuhh en parte - se ríen.

- Tu eres la hija del antiguo Jefe y eres 1 año mayor que yo, es natural que seas la Futura Heredera.

- Pero tú eres la hija del Jefe actual y eres su única hija, tienes el mismo derecho que yo.

- Pero… yo tampoco me quiero hacer cargo de la tribu, es mucha responsabilidad y si no me he casado para cuando tenga que asumir el trono, el Consejo elegirá a un hombre para casarme con él y no podré casarme con quien yo quiera… lo mismo que casi paso contigo.

- Sí… si mi tío no se hubiera hecho cargo de la tribu, ahora estaría casada y bajo el mando de un hombre - vuelve al presente – Hace tiempo no quería ser la Futura Heredera, quería que Atzin tomara mi lugar y ahora estoy escondiendo la corona para que no me quiten el único poder que me queda… ja… ¡que ironía! - lo entierra y se sube a su caballo siguiendo su camino.

No mucho después, Atzin estaba acostada en una esquina del cuarto, cuando un hombre abrió la puerta:

- Salga.

Atzin se levantó con temor y fue con el hombre hacia una tienda rodeada de hombres que custodiaban los alrededores, entraron en la tienda y vio al mismo joven que le quito su collar, vestido con una camisa manga larga color chicle, remangada hasta los codos y por encima un poncho negro con rayas blancas a los extremos de esta, junto con un pañuelo rojo alrededor del cuello de su camisa cayendo por el pecho, estaba sentado frente a una mesa llena de comida:

- Hola, ven acompáñame – le señala en una silla junto a él, Atzin confundida se sienta y solo se le queda viendo - ¿Quieres comer algo? Esto de aquí es muy bueno, pruébalo - le sirve un poco.

- ¿Qué es esto?

- ¿Ha?

- ¿Quién eres tú? ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?

- Son muchas preguntas a la vez – Atzin lo ve con molestia – bueno me presento, soy Ilhuicamina, jefe de una de las bandas más fuertes del territorio Lenta.

En ese momento sintió que se le salió el alma - ¿ba…banda?

- Así es, estas en mis tierras y pues me pagaron para secuestrarte – dijo dando un bocado a su comida.

- ¿Secuestrarme? ¿Quién?

- ¿Acaso crees que te diré el nombre de mis clientes? – pregunto serio, ella bajo la mirada - mira, eres apenas una niña, aunque intentes escapar no podrás hacerlo, por otro lado, a mí me pagaron para mantenerte viva, si te quedabas en ese lugar te enfermarías, así que supuse que sería mejor para ti estar afuera mientras estas aquí.

Se quedo callada por un momento antes de preguntar casi en un susurro – me podría decir ¿Cómo llegue aquí?

- Pues mis hombres y yo te estábamos vigilando cuando estabas hablado con un chico y de repente te tiro un polvo que te dejo inconsciente, te recostó en un lugar donde los soldados que estaban alrededor te encontrarían, pero cuando se fue nosotros aprovechamos para traerte y con todo el alboroto que avía fue más fácil hacer nuestro trabajo – oír eso la hizo sentirse peor – hay ya, no pienses demasiado, come algo – le sirvió un poco más de comida.

Este tipo es raro - dijo en su mente mientras probo un bocado - pero esto de verdad esta rico - empieza a comer más rápido.

Cuando Ilhuicamina la vio soltó una pequeña risita y después de un rato se recostó sobre la silla viendo como Atzin se terminaba toda la comida – vaya que si tenías hambre – ella no dijo nada - ven conmigo - se levantaron y fueron a otro lugar - esta va ser tu tienda, cualquier cosa que necesites se lo puedes pedir a mis guardias.




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