Valiente Guerrera

CAPÍTULO 2

En las afueras de la cancha, sus amigos Atzin y Tlacaélel que observaron el partido la estaban esperando para felicitarla:

- ¡Yaocihuatl estuviste increíble! – dijo su prima.

- Gracias – dice sonriendo y a lo lejos vio a Cuauhtli caminando con sus compañeros de equipo mientras él la miraba fijamente.

- Lo hiciste muy bien Yaocihuatl – Tlacaélel le sonríe.

- ¿Ha? – ella seguía distraída viendo a Cuauhtli alejarse – gracias, ¿Cómo esta tu pierna?

- Está bien, solo fue un doblón, nada grabe.

- Qué bueno.

- Me imagine que eras tú – aparece el Jefe de la nada junto a ellos.

- Buen día padre – saludo Atzin.

- Saludos tío – hace un gesto de saludo con la mano igual que su prima.

- Saludos señor – dijo Tlacaélel tratando de hacer una reverencia.

- Muy bien jugado Yaocihuatl, me has llenado de orgullo, pero que no se te suba a la cabeza, aun te falta mucho por aprender.

- Si, tío – lo dice con reniego.

- ¡Yaocihuatl!

- ¡Sí señor!

- Bien, ve a cambiarte y gracias por tu ayuda – se despide de los demás y se retira.

- Lo dice por tu bien, no te molestes con él – dijo Tlacaélel mientras la miraba con una sonrisa llena de ternura.

- No es eso, es que me lo ha dicho tantas veces que ya me aburrió, bueno me voy, nos vemos luego.

En la noche de ese mismo día, en una casa de huéspedes se encontraban Cuauhtli, el representante de las tierras del oeste y los demás que lo acompañaban:

- Perdone señor, el plan no salió como se esperaba – dijo el representante.

- Ya no hay más que hacer, lo mejor es que regrese a la tribu cuanto antes a informar al Jefe lo que sucedió, mi gente y yo nos iremos después – hablo Cuauhtli con voz fría.

- Sí señor, partiremos mañana por la mañana a primera hora – hace una reverencia antes de retirarse él y sus hombres del lugar.

Mira por la ventana como se alejan el representante y sus hombres de la zona – ese hombre no es fiar, él nos podría delatar en cualquier momento – dijo Acolmiztli mano derecha de Cuauhtli

- Lo sé, arregla las cosas, nos iremos mañana en la tarde, ya no podemos estar más tiempo aquí.

A la mañana siguiente Atzin estaba en la tienda de Yaocihuatl conversando:

- ¿Crees que le guste el traje a Tlacaélel? – pregunto Atzin sosteniendo el envoltorio de tela en sus manos.

- Seguro que sí, ¿a quién no le gustaría un regalo hecho por ti?

Ella sonríe – entonces iré a buscarlo – empezó a caminar, pero se detiene – ¿y si lo rechaza?

- Ya parece – lo dice entre una risa – eso no va a pasar, tú eres una chica muy importante para él, de eso estoy segura… y qué esperas para ir a verlo.

- Tienes razón, voy a ir ahora – sale entusiasmada de la tienda.

Después de que Atzin se fue, Yaocihuatl cambio su ropa habitual por la de hombre y montando su caballo fue a visitar la tumba de su madre que estaba a las afueras de la aldea, su madre y padre eran los antiguos Jefes de la Tribu Lenca, pero fueron asesinados cuando ella tenía 15 años y su tío, hermano menor del antiguo Jefe, subió al trono como el nuevo Jefe de la Tribu Lenca.

Atzin caminaba por el corredor de la Casa Tribal, pero se tropieza por accidente cayendo al suelo, la Gran Matriarca la vio de lejos con indiferencia ya que ella es hija de la difunta esposa del Jefe, que falleció cuando Atzin nació. Ella observa que se acerca el Jefe de la Tribu:

- ¡Hay pequeña! ¿estas bien? – corre hacia ella y la ayuda a levantarse.

- Sí, Gran Matriarca.

- ¿Qué sucedió?

- Nada padre, me tropecé.

- Debes tener más cuidado o podrías lastimarte – dijo la Gran Matriarca.

- Lo tendré, bueno… me tengo que ir, con permiso – se va rápido mientras el Jefe la observa con preocupación.

- Ella es joven y un poco distraída, se le pasara con el tiempo, no te preocupes tanto, querido.

- Hu, quizás tengas razón... ven acompáñame – la Gran Matriarca lo toma del brazo y se va con él.

Horas después de que Atzin fue a darle el regalo a Tlacaélel, Yaocihuatl regresando del establo, estaba caminando por uno de los patios de la Casa Tribal, cuando oyó a unos siervos hablar sobre el partido de ayer.

- La Futura Heredera fue increíble.

- Lo sé, ella siempre fue muy talentosa – Yaocihuatl sonrió ante el elogio –pero siento pena por ella, por todo lo que le hizo el Jefe de la Tribu – comento la sierva.

Yaocihuatl confundida se acerca sigilosamente para escuchar mejor.

- ¿Qué le hizo él Jefe?

- ¿No lo sabes? Hace 2 años cuando los antiguos Jefes murieron, se dijo que fueron unos criminales los que los asesinaron, pero en realidad fue el hermano del Jefe, compro a unos soldados de la guardia real, para que los asesinaran para así quedarse con el poder.

- Eso que dices es muy serio ¿Cómo lo sabes?

- Uno de los soldados que compraron me lo dijo, en ese tiempo también se difundió el rumor por la Casa Tribal, pero el Jefe dijo que él que hablara sobre eso sería condenado a muerte, por eso es que nada se sabe de eso ahora.

- ¿Quién fue él soldado que te lo dijo? – hablo Yaocihuatl saliendo de su escondite.

- ¡Futura Heredera! Nosotros…

- ¡¿QUIÉN FUE?! - se acercó lo suficiente para intimidar a la sierva.

- Era... era un soldado de la guardia y ahora... es sargento de la guardia real, se llama Miztli.

Yaocihuatl dejo a los siervos y fue a la sala de la guardia para investigar:

- ¿Se encuentra el sargento Miztli?

- Soy yo – se acerca – ¿en qué puedo ayudarla Heredera?

- Sígueme.

Se fueron de la sala y entraron en una de las tiendas de la Casa y cerrando la tienda Yaocihuatl acorralo al sargento contra el pitar y puso una daga en su cuello y lo miraba fijamente a los ojos llena de rabia.

- ¿Quién fue el que mato a mis padres?

- Yo no sé na…

- ¡No me mientas! – alzo la voz con imponencia – a ti te pagaron para que los mataras dime ¿Quién fue?




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