Después de comer, Yaocihuatl se fue a comprar un caballo con el resto del dinero que Cuauhtli le dio y se fue a la próxima aldea que estaba cerca de la frontera, no se molestó en buscar o despedirse del joven mercader que la había ayudado, ya que lo mejor para ella es que nadie supiera de su paradero.
En la Casa Tribal se habían reunido el Jefe, algunos hombres del Consejo, guardas y el coronel Tenoch en la sala del trono:
- ¿Todavía no la han encontrado? – pregunto el Jefe.
- No señor, después de que Yaocihuatl salto del precipicio, no supimos más de ella – respondió un sargento.
- Mi señor, yo propongo avisar a toda la tribu que se capture a Yaocihuatl por traición – dijo el coronel Tenoch.
- No – dijo con voz firme – esto debe seguir en secreto, no quiero que el pueblo se entere, sigan buscándola, manden a recorrer las aldeas, pero sin llamar la atención.
- Como usted ordene… señor - dijo con fingida aceptación.
- Mi señor, con respecto a la corona del Futuro Heredero de la Tribu, no pudimos encontrarla, creemos que su sobrina la robo antes de escapar.
- Entonces no podremos hacer la coronación de la Heredera Atzin – dijo Tenoch al escuchar lo que dijo uno de los guardas.
- Era de esperarse – dijo el Jefe sabiendo que esa corona era lo único que le daría poder a Yaocihuatl – no importa si no hacemos la coronación, el título es de Atzin desde el momento que ella me atacó, así que no hay que preocuparse, continúen la búsqueda, sean discretos y recuerden, tráiganla con vida de regreso.
- Sí señor – dijeron todos los presentes.
Ante estas palabras el coronel Tenoch miro disimuladamente al Jefe con ojos de desaprobación. Después de la audiencia, Tenoch fue con los sirvientes que Yaocihuatl escucho hablar sobre su tío y la muerte de sus padres:
- Hicieron un buen trabajo - les da una bolsa de dinero a cada uno.
- Gracias señor.
- Y recuerden, nada de esto sucedió ¿entendido?
- Si señor – respondieron ambos al unisonó y se fueron.
El coronel Tenoch entra en una de las salas de la casa – todo está saliendo según lo planeado mi señora.
- Muy bien, coronel… ahora… encárgate de lo demás.
- Sí, mi señora.
Antes de llegar a la aldea Yaocihuatl fue a buscar un lugar en el bosque para esconder la corona del Futuro Heredero de la Tribu (ya que si se la quitaban se la entregarían a Atzin y perdería su poder en la realiza como Heredera) cuando encontró un lugar y estaba a punto de enterrar la corona bajo tierra, recordó una conversación que tuvo con Atzin años atrás…
- Sigo pensando que tu deberías ser la Futura Heredera de la Tribu y no yo.
- Solo dices eso porque no quieres hacerte cargo de la tribu – dijo Atzin con sarcasmo mientras sonríe.
- Uuuhh en parte - se ríen.
- Tu eres la hija del antiguo Jefe y eres 1 año mayor que yo, es natural que seas la Futura Heredera.
- Pero tú eres la hija del Jefe actual y eres su única hija, tienes el mismo derecho que yo.
- Pero… yo tampoco me quiero hacer cargo de la tribu, es mucha responsabilidad y si no me he casado para cuando tenga que asumir el trono, el Consejo elegirá a un hombre para casarme con él y no podré casarme con quien yo quiera… lo mismo que casi paso contigo.
- Sí… si mi tío no se hubiera hecho cargo de la tribu, ahora estaría casada y bajo el mando de un hombre - vuelve al presente – Hace tiempo no quería ser la Futura Heredera, quería que Atzin tomara mi lugar y ahora estoy escondiendo la corona para que no me quiten el único poder que me queda… ja… ¡que ironía! - lo entierra y se sube a su caballo siguiendo su camino.
Por otro lado, como ya era costumbre, Atzin estaba dando un paseo por los alrededores de la aldea en su carreta, claro que el Jefe se lo permitió solo si ella era acompañada por Tlacaélel y dos escuadrones de soldados, lo que le pareció exagerado porque no creía correr tanto peligro, pero era su padre y el Jefe de la Tribu, no lo podía culpar.
- Es un bello paisaje ¿no crees? – dijo Atzin nostálgica recordando que su prima solía acompañarla.
- Sí – respondió Tlacaélel en su mismo tono – es una lástima que no se sienta igual – continuaron así por un buen rato hasta que de la nada, una flecha impacto con uno de los guardas tirándolo del caballo - ¿Qué rayo…?
- ¡¡¡AAAHHHH!!! – grito Atzin al ver una ola de flechas caer hacía ellos, seguido de un grupo de hombres enmascarados que venían armados hacía su dirección.
- ¡Protejan a la Heredera! – en unos minutos el lugar se volvió un campo de batalla, algunos soldados fueron heridos por las fechas mientras que otros luchaban contra el enemigo, pero por desgracia los estaban masacrando y ahora Atzin se arrepentía de a ver convencido a su padre de solo traer 2 escuadrones en lugar de 5.
La situación se ponía cada vez peor, solo quedaban unos 8 soldados junto con Tlacaélel, que trataban de hacerle frente al combate, pero este debido a la lesión en su pierna se le dificultaba moverse, notando eso su adversario, le dio una patada en esa pierna que lo hizo caer al suelo por el dolor, pero se recompuso rápido poniendo su machete en frente de él para que el arma de su enemigo no lo hiriera con la hoja – ¡¡¡TLACAÉLEL!!! – el grito de terror de Atzin llamo su atención pero lo que vio hizo que se le parara el corazón.
- ¡ATZIN! – con fuerzas que no supo de dónde sacó, tiro al suelo al tipo que lo estaba reteniendo y con un movimiento rápido por el suelo acabo con él, trato de levantarse, pero su pierna hizo que cayera de boca al suelo impidiendo moverse.
- VÁMONOS RÁPIDO – hablo el hombre de a caballo que había capturado a Atzin y se la estaba llevando junto con los demás que lo acompañaban.
- ¡TLACAÉLEL! – trataba de zafarse del agarre de su captor, pero este era más fuerte que ella.
- ATZIN Ash – trato de levantarse, pero su pierna no lo dejo, solo pudo ver cómo se llevaban a Atzin al interior del bosque, pero unos soldados estaban persiguiéndolos al galope detrás de ellos.