—Ness... tenemos que hablar.
Podía sentir mi corazón golpeando con desesperación contra mi pecho. Eso era lo único que seguía en movimiento dentro de mi petrificado cuerpo y mi mente paralizada. Con tan solo ver al chico adorable que era Roy ahora convertido en un ser desprolijo y destrozado, arrebatado de toda felicidad, era suficiente para que todo en mi flaqueara.
—Y-yo...—me escuché bisbisear, a penas, como si una serie de hilos tiraran de mí e impidiera actuar a voluntad. Dakota avanzó sigilosamente hasta mi lado y golpeó mi mano con su hocico en señal de preocupación.
—No hace falta que hables, solo escúchame por favor— pidió él, angustiado, mientras se acercaba los últimos pasos restantes que nos separaban. A mi compañero no le gustó para nada pero con un toque en su cabeza logré que se quedara quieto.
Con tan solo mirar los ojos miel del recién llegado podías notar su desesperación y aunque no quisiera más que correr a esconderme en lo más oscuro de mi habitación, no me quedó más opción que aceptar. No podía seguir huyendo.
—Mira, Ness... no sé cómo empezar —admitió, restregando sus manos por todo su rostro.
—Solo dilo —solté, preparada para aceptar lo que tuviera que decirme, o al menos eso esperaba.
Él asintió.
—He estado hablando con Essie desde el funeral —carraspeó, como si algo se instalara en su garganta. Quizás el peso de la pérdida.
—Roy...—Intenté decir, deteniéndolo, pero adelantó a cualquier cosa que pudiese decir. Se atrevió a decirlo.
—¿Cómo estás? —terminó por soltar como sin nada. Dos palabras tan simples pero que significaban tanto. No sólo eso, si no que otorgaban mucho dolor al raspar la herida que con esfuerzo intentaba cicatrizarse, la descosía y separaba la carne para hurgar en ella, sacando sangre a borbotones como las lágrimas que se esparcen por mis mejillas cada noche.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y un nudo se atoró en mi garganta de inmediato, cada vez más asfixiante. ¿Por qué? ¿Por qué él me preguntaba eso?
—Roy, yo...—lo llamé, sin saber qué decir, en un tono de súplica. Que preguntara eso me hacía sentir aún más culpable. Yo no merecía tal atención.
Entonces él pareció leer mis pensamientos.
—Mira, todos estamos mal desde lo que pasó pero tú... tú simplemente desapareces como un fantasma. No te quedaste más de lo necesario en el funeral, tu presencia casi fue como una leve brisa. Pareces un ida y permaneces callada, lo sé porque Essie me cuenta todo y esta no eres tú. Es verdad que te guardas cosas para ti, también entiendo que no quieras hablarme y que prefieres estar tranquila pero... —su voz se escuchaba cada vez más desesperada y sufría altos y bajos. Los ojos miel que poseía, antes brillantes, me transmitían todo su sentir.
—No tienes que preocuparte por mi, Fairbairn —aclaré, odiándome por tener que ser así con él. Roy era como un hermano mayor y le quería.
Gracias a Dios que él no se conformó con mis palabras.
—Tengo qué, Ness. Porque no puedo permitir que seas tú quien lleve tal carga, quién lleve la culpa. Sobretodo porque toda esta mierda fue por mi. Ella nunca se habría perdido si no hubiera estado distraída... por mi culpa.
Y con esas palabras yo sentí que perdía el aliento. Como si hubiera un interruptor, que sus palabras tuvieran el poder de presionar, todo lo que había aguantado, la rabia, el miedo y la culpa, me dominó.
—¿De que estas hablando? —pregunté temblorosa, con mis ojos desbordándose en lágrimas y lo empujé con todas mis fuerzas, pero apenas se movió. El castaño dorado de sus cabellos cayeron sobre su frente cuando me atrapo en sus brazos para abrazarme mientras yo gimoteaba antes la impotencia que sentía— ¡No digas esas tonterías, Roy! No es tu culpa, tú nunca tendrías la culpa. Se amaban y eso... eso era inquebrantable. No hay forma de que sea tu culpa.
Dakota se movía a nuestro alrededor, alterado por nuestra cercanía. Era normal que estuviera celoso. Por eso mismo intentaba morder el borde de mis pantalones, en un intento por llamar mi atención.
—Sí tú eres culpable, entonces yo también lo soy —susurró en mi oído mientras me contenía, su voz sonaba lastimosa— ese día discutimos, como nunca antes, porque yo hice algo que ella no soportar.
—¿Qué...
—Tenía una sorpresa. Ella y yo, en la misma universidad. Obviamente no le gustó, porque eso implicaba rechazar la beca que tenía en otra universidad. Se enfadó por eso, no soportaba la idea de que yo abandonara oportunidades increíbles por ella. Ya sabes como es.
Entonces se separé para verlo a la cara, demostrando la sinceridad en mis próximas palabras.
—Roy, ella... Sel sí se enfadaría, pero eso es todo. Se daría cuenta de que es tu decisión y de que en el fondo le gusta la idea de estar juntos mientras estudian lejos de sus casas. Además, no es tu culpa. Tu no sabías, nadie sabía que algo le podría ocurrir —apelé a la razón, desesperada por que me creyera. Roy afianzó nuestro abrazo por lo que diría— Que algún maldito enfermo nos la robara.
Entonces no pude decir más. No podía, creo que él tampoco. Tantos sentimientos guardados era problemático y el muro que había erigido se tambaleaba amenazando con desplomarse. Sentí su corazón latir con fuerza, así como el mío. Yo sabía lo que él sentía, ese nudo en el nudo, las cuchillas invisibles enterrándose allí producto de la tempestad interior. Acaricié su espalda en un intento de confortar su vulnerable corazón.
—Soy sospechoso, Ness. Estoy bajo vigilancia.—escupió, como un vómito verbal, sin siquiera que yo pudiera esperarlo.
Me separé de él de golpe y miré con miedo su rostro golpeado.
—¿Qué?, ¿Por qué? —pregunté con una nueva preocupación instalada en mi mente, picando lo poco que me quedaba de fuerza— Es completamente absurdo.
Podía sentir la rabia emerger lentamente desde el interior de mi pecho, recordando esa tarde en la sala de mi casa, encogida más que sentada en el enorme sillón, como una niña perdida. Ese día que intentaba dar toda la información que yo sabía y que pudiera ayudar a la policía para encontrar a mi hermana. Y luego de eso, la ineptitud de los uniformados.