Ese día Valtrana se levantó temprano y solicitó una audiencia con sus padres, el rey y la reina. Tan pronto le fue concedida, se dirigió hacia dónde ellos lo esperaban. Sorteaba los obstáculos con cuidado y a prisa al mismo tiempo. En el gran pasillo que conectaba con el salón del trono, se encontró con el capitán Gifford que regresaba de rendirle un informe al soberano. El príncipe se aproximó a él y de sus labios salieron palabras irracionales. Decía estar enamorado de la joven Vawdrey, a la que llamaba una y otra vez su ángel, que sus almas y corazones estaban conectados por algo indescriptible. Pretendía expresar sus sentimientos con las palabras más hermosas y adonarlos con las estrellas más brillantes, pero el capitán Gifford le cubrió la boca para evitar que alguien más lo escuchara y lo llevó hasta su despacho.
—¿Qué disparates estás diciendo? —Lo reprendió el joven Gifford.
—La verdad. Estoy convencido de cancelar mi compromiso con la princesa De Malyns y desposar a mi ángel —respondió con seriedad.
—La reina de Riveren no permitirá una ofensa tan grande y ni hablar de tu padre, el rey Leofris. Te llevará en pedazos al altar si es necesario.
—Dudo que le haga daño a su heredero y por la reina Nadín De Malyns, descuida, sé cómo tratar con las mujeres —Se mostró muy seguro—. Deberías acompañarme.
—Olvídalo, quiero vivir —respondió tajante.
—Le agradas a mis padres, de algo debe valerme tu amistad —Se quejó.
Gilbert trató de disuadirlo de seguir los dictados de su corazón, de manera que el príncipe heredero entendiera que no se trataba de un hombre cualquiera, pero la ingenuidad de Valtrana en ese aspecto era peligrosa, pues se mantenía firme en no renunciar al amor encontrado. Gilbert no dudaba de que el amor era el sentimiento más grande y sincero que el príncipe podría experimentar, que la persona amada resultaba más que atractiva que cualquier otra, que poseía valores y cualidades excepcionales, pero lo que Valtrana sentía en ese momento por la joven Vawdrey no era más que una ilusión alimentada por mentiras. Su apasionamiento desmedido solo traería desastres, eso estaba bastante claro, aun así, el joven Gifford no podía hacer nada para evitarlo, su mejor amigo estaba ciego y sordo ante las verdades que le decía.
Salió del despacho para retomar su rumbo inicial, Gilbert permaneció ahí, orando a los Dioses para que el príncipe entrara en razón, pues tenía la certeza de lo que sucedería en el momento que planteara al rey y a la reina esos absurdos. Valtrana se detuvo antes de ser anunciado para reunir el valor necesario y acomodar las frases correctas en su cabeza. Una vez dentro de la amplia sala, pudo ver al rey Leofris, la reina Hesda y al consejero real, éste último le provocó una ligera mueca de desagrado en su perfecto semblante. Sus padres se encontraban ocupando sus respectivos tronos, en la plataforma de doble altura, donde sus magnánimas figuras, en particular la del rey Leofris, se enaltecían. El salón estaba delimitado de tal forma que impresionaba a la vista, tanto que las intenciones de Valtrana se vieron mermadas por un instante. Respiró profundo y mantuvo la calma, se aproximó a ellos para saludarlos de manera cordial, con la cabeza inclinada hacia abajo y la palma de la mano derecha extendida a la altura del corazón. El rey le instó a levantar la mirada, al hacerlo, Valtrana intentó descifrar el estado de ánimo de los presentes.
Su padre mantenía esa severa fachada que lo caracterizaba, su fuerte mentón elevado, cubierto con su barba. Evitó mirar a Waldrion, pues éste siempre lo determinaba con dureza.
—¿Ocurre algo importante, hijo?, normalmente envías a alguien más para transmitir tus mensajes —El rey rompió el silencio con su voz grave.
—En realidad, lo que quiero comunicarles es de especial relevancia para mí —respondió seguro y cortés
—¿Qué es eso tan importante? —preguntó Hesda.
—Debo suponer ¿qué está relacionado con tus próximas nupcias? —Intervino Leofris y Valtrana asintió.
En momentos como ese dónde su padre adivinaba con tanta facilidad, su cabeza concebía ideas descabellas como el hecho de que tal vez Leofris era un erudito de artes ocultas y él no lo sabía.
—Que ese compromiso no te quite la calma, todo está preparado para la fecha acordada. Solo debes decir “acepto” y besar a la novia —Sonaba tan sencillo al provenir de su padre, pero para el príncipe no lo era, al menos no con la mujer que era su prometida.
—Lo siento, padre, pero no creo poder hacer lo que me pides, quiero cancelar el compromiso —Soltó de pronto.
—No es propio de ti hacer esta clase de bromas —expresó la reina con una sonrisa que reflejaba inquietud.
—Lo lamento, pero estoy hablando en serio. Estuve pensando mucho al respecto y al final comprendí que no puedo desposar a una mujer que no amo.
—¿Qué estupideces estás diciendo?, no es necesario que la ames, el matrimonio se da por cuestiones políticas no por ideales absurdos —Exclamó Leofris con su resonante voz.
La reina trataba de tranquilizarlo con su voz dócil, cuyos matices eran tan suaves que destilaba bondad. Además del tono de su voz, todo en la reina Hesda era agradable, el color claro de su largo cabello, su piel que lucía tan tersa como la seda y esa mirada dulce que la caracterizaba. Si el rey era un volcán en erupción, la reina se percibía como un lago cristalino en lo profundo del bosque. Sin embargo, la cólera del rey se elevó al punto más alto cuando su primogénito mencionó estar enamorado de una joven plebeya. Se levantó de su trono e hizo su capa hacia atrás, bajó los escalones para sujetarlo de ambos hombros y hacerlo reaccionar. No era imprescindible que Valtrana contrajera matrimonio con una princesa de sangre real, pero si con una mujer proveniente de una prestigiosa familia, con educación, carácter y capacidad para ejercer en un futuro su papel de reina. La gente sencilla quedaba por fuera de la elección, pues no aportaban nada de valor con su enlace nupcial. El rey le manifestó que tenía permitido retozar con cualquier clase de mujer de, desde una campesina hasta una sirvienta, incluso con mujeres nobles de bajo rango, pero no podía considerarlas como material para el matrimonio, ni siquiera como concubina, puesto que estas debían fomentar relaciones diplomáticas y perpetuar el linaje real.
#1595 en Fantasía
#494 en Joven Adulto
romanceprohibido, boyslovechicoxchicogay, fantasía drama romance
Editado: 13.08.2025