El mensajero caminaba deprisa por los extensos pasillos hasta llegar al gran salón principal, el cual se encontraba custodiado por un par de guardias que parecían hechos de hierro puro, incluso sus facciones eran duras como el metal. El rey ordenó que le permitieran pasar y, como si estuvieran sincronizados con las palabras del soberano, así lo hicieron. El mensajero caminó de frente hacia el soberano, un hombre de edad avanzada, complexión robusta, cabello grisáceo y ojos rojizos, se detuvo a una distancia moderada, inclinó la cabeza y se puso de rodillas en señal de respeto.
—Su majestad, traigo un mensaje importante para usted —dijo el hombre con la mirada baja.
—¿De qué se trata? —El rey le instó a levantarse.
—Son noticias del reino de Erdine.
—¿Quién es la fuente? —preguntó el soberano.
—Se trata del informante en la sombra —respondió.
El soberano sonrió, inclinó leve su cabeza y, con ello, le permitió al mensajero continuar, fue así como tuvo conocimiento de que el príncipe Valtrana se había marchado del palacio real hacia una zona de conflicto sin la debida protección, colocándose en una situación vulnerable, no solo él, sino a todo lo que representaba. La persona conocida como el informante en la sombra se trataba de alguien que mantenía oculta su identidad, pero que había proporcionado conocimiento valioso al reino de Sylverant. Esa persona había demostrado ser útil, debido a que la información que proporcionaba era confiable y siempre estaba dirigida personalmente al rey, por lo que no insistió en conocer su identidad, solo a mantener una buena relación entre ambos. Rakard tomó el pergamino para cerciorarse, era un hombre muy meticuloso con todos los asuntos que le competían, no porque desconfiara de sus allegados, prefería no pecar de confiado.
—Si hubiera sido mi hijo quién me desobedeciera, ahora mismo estaría purgando una severa condena y no burlando mi autoridad como el vástago maleducado de Leofris —mencionó Rakard con cierto desdén.
—La gran mayoría de los Erdianos son indisciplinados y perezosos, por lo que no es de extrañar que el príncipe heredero sea tan insensato —Intervino un miembro de su corte.
—En efecto, sus absurdas creencias los han hecho necios y débiles, no merecen la tierra que pisan —Apoyó otro de ellos.
Al terminar el concilio, Rakard envió una respuesta y nuevas órdenes con el mensajero, el cual tomó los pergaminos y se retiró del recinto. Salió al exterior del palacio real, con el rostro y la cabeza cubierta con tela por los abrasantes rayos del sol. Empacó lo indispensable para su larga travesía por las peligrosas y desérticas tierras, pues su destino quedaba más allá de los límites de su reino. El clima era árido y el aire sofocante, con una sensación de amenaza impregnada en el ambiente, así era Sylverant, una tierra agresiva donde sus habitantes eran personas talladas por las adversidades y donde ser débil no se consideraba una opción. El mensajero se montó sobre un Golephant, un mamífero característico de esa árida región, poseía un gran tamaño, con más de cuatro metros de altura y un peso superior a las diez toneladas. De piel grisácea oscura, casi tan dura como una roca, de orejas grandes, colmillos largos y afilados. Era la única forma segura de atravesar el territorio, ya que podían soportar los feroces ataques de las diversas criaturas que abundaban en el desierto incivilizado. Además, los Golephants podían sobrevivir sin beber agua durante lapsos prolongados, por lo que se convirtieron en el medio de transporte más utilizado y eficaz de dicha región.
El modo de vida de Sylverant distaba bastante del resto de reinos y civilizaciones que existían en Alteria, se trataba de una lucha constante por sobrevivir, por permanecer un día más con vida, por lo que sus creencias y costumbres se basaban en la fortaleza física más que en la espiritual. Desde la antigüedad, un linaje demostró poseer la mayor fortaleza de todas basadas en sus propias creencias. La familia Akfor había tenido el dominio de Sylverant durante generaciones y algunos creían que fue desde el inicio de los tiempos, ya que eran considerados los descendientes más fuertes y valerosos de la tierra que veía nacer el sol.
El agua escaseaba y, por lo tanto, el alimento también, de modo que la pobreza y la hambruna alcanzaban sus máximas proporciones en bastantes sectores de Sylverant. Los hábitos de higiene se veían disminuidos, motivo por el que la mayoría de los plebeyos mantenían su cabello enredado y tejido, incluso algunos lo teñían de color rojo con una sustancia que extraían de la tierra. La lluvia era un evento natural esporádico, por la noche la temperatura descendía de golpe. A pesar de las excesivas limitaciones, los habitantes lograron adaptarse y conseguir un estilo de vida decente. Gran parte de las comunidades vivían bajo tierra para poder mantenerse frescos, ya que en ciertas temporadas el sol era calcinante y, debido a la intensa radiación solar, el color de sus pieles se tornaba oscuro en la mayoría de los habitantes que permanecían viviendo en la superficie. No se trataba únicamente de túneles subterráneos, eran suburbios con enormes construcciones de gran valor artístico. Su cultura también era diferente, a pesar de que tenían conocimiento sobre los Dioses, se negaban a venerarlos, pues consideraban que habían sido injustos con ellos al proporcionarles tan poco para subsistir y haciendo que se esforzaran mucho más que otras personas que habitaban en otros lugares y, al final, obtenían menos que cualquier otro. Aquello que parecía su desdicha los hizo fuertes, capaces de sobrevivir en las condiciones más terribles, convirtiendo sus debilidades en fortaleza.
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Editado: 13.08.2025