Valtremix

3. DARCEE

Darcee había regresado de recoger cierta información de alguien muy cerca del antiguo cementerio. El mismo que los monarcas de Valtremix usaban para su familia antes de su caída. Ella se dirigió a la locación más conveniente que la llevaría a su no tan deseado hogar.

—Derterra —la tierra se abrió formando un hoyo lo suficientemente grande como para que su cuerpo lo atravesara.

Aterrizó dentro de un túnel donde las paredes eran arcos de pura piedra que hacían eco. Frente a ella, abrió una puerta redonda que la teletransportó directamente al Agujero, el refugio que los ancestros de la familia Valtre habían construido hace muchos años atrás.

Ninguna de las entradas secretas estaba conectada directamente con los túneles donde vivían, y solo el hechizo correcto llevaría a uno de los puntos del túnel que se escondían alrededor del reino. Justo para evitar que sus enemigos los atacaran.

Darcee caminó erguida, portando la poca postura de realeza que recordaba. A pesar de vivir en el Agujero a sus veintiocho años, aún conservaba la gracia que la hacía lucir respetada y temida.

Los túneles se iluminaban gracias a gemas cargadas de energía blanca. El único sonido viviente en el lugar, eran las voces y respiraciones de la gente, que vivía con pocos recursos, canastas de comida que se pudrían constantemente, ropa malgastada y el hedor fétido del sudor.

Había personas reparando muebles y cosiendo telas. Algunos de ellos tomaban trabajitos para traer comida, otros simplemente decidían robar. No había mucho que hacer en el ambiente inhóspito en el que vivían. Era una vida dura y sombría. Y entre viejos y jóvenes, las enfermedades no tenían ausencia. Lo común eran enfermedades respiratorias, falta de sol, alimentación, y la lista seguía y seguía.

A veces en el año, uno de los túneles cerca del río al noroeste de Valtremix se inundaba, y cuando las cubetas se llenaban de agua, los miembros de la familia Frognein la congelaban, y luego la extraían hacia el bosque en bloques. Era un proceso arduo. Desgraciadamente nadie poseía el poder de manipular el agua hasta un río.

El Agujero se había construido para refugiarse de las guerras durante un corto periodo, pero no por dieciséis años. Si no encontraban una manera de volver a la superficie pronto, ya no sobrevivirían por mucho tiempo.

Antes de ir a recolectar información, había regresado de enterrar a uno de sus fieles seguidores en uno de los espacios sobrantes del cementerio, para que los túneles no pescaran los malos olores de la descomposición del cuerpo.

A pesar de las condiciones en las que vivían, Darcee trataba de lucir bien, con su piel pálida como la nieve y su melena oscura que se esponjaba con la humedad. Sus pupilas verdes esmeralda eran característicos de la familia Valtre, tan intensas que a veces parecían brillar por sí mismos.

Su vestido gótico, totalmente negro, parecía soltar varias telas y encajes desgastados en forma de ondas, y usaba un corsé de piel con hebillas y cinturones que le ayudaba a mantenerse recta todo el día, aunque le doliera la espalda. Sus brazos cubiertos de encaje roto y calzaba unas botas largas, algo desgastadas por los caminos que recorría, amarradas con cintas que se deshilachaban con cada nudo.

Al llegar a su cuarto, se sorprendió al ver que ya la esperaban, cada uno de ellos posados en la mesa en sus propios asuntos.

El hombre más grande era Ambrose Dotzel, un hombre calvo con barba de candado de cincuenta y cuatro años. Siempre vestía partes de su armadura que lo mantenían en pie a pesar de la dura vida que había llevado.

Él era el general del ejército de su padre, el rey Marcus Valtre, y el guardián protector de la familia real. Sin embargo, durante los últimos años se había convertido en su figura paterna. Su padre y él eran grandes amigos y casi de la misma edad. Darcee solo tenía doce años cuando se desató la rebelión y perdió a sus padres. Ambrose mantuvo a la familia a salvo cuando perdieron todo. Aunque nunca tuvo descendencia propia, trataba a Darcee como si fuese su propia hija.

Ella había perdido a su madre el mismo día de la rebelión, cuando estuvo embarazada. No sabía cómo había fue asesinada y el dolor seguía punzándole como una herida reciente. Trataba de ignorarlo, pero el recordatorio diario de ver a su gente morir era inevitable.

Su madre había tenido muchas dificultades para tener hijos. El día que nació Darcee, fue un milagro que se celebró por todo el reino. Cientos de regalos llegaron a las puertas del castillo, por temor o respeto. Ahora, era una huérfana más, al igual que muchos otros jóvenes del Agujero que crecieron con extraños. Sufrieron las consecuencias de la guerra y las malas decisiones de sus padres.

Su primo Thomas, era el único heredero varón de la familia Valtre. Él tenía cuatro años cuando su padre murió en la rebelión. Jamás supimos cómo. Su madre aguantó tres años en el Agujero y falleció por una enfermedad en los pulmones. Thomas tuvo que crecer por su propia cuenta, sin la guía de su madre y con la enseñanza de otros más jóvenes.

Ahora, era un hombre joven de diecinueve años sentado frente a ella. Thomas tenía un gran parecido a su padre; ojos verdes tornándose en azul, tez aperlada, su cabello castaño claro que le caía sobre la frente. Era una clara imagen de su tío, el príncipe Benjamin Valtre.

Thomas siempre llevaba un saco de lana con camisa de cuello alto oscuro. Era serio cuando se requería, pero la mayor parte del tiempo le encantaba bromear y le obsesionaba estar atrapado en las páginas de los pocos libros que lograba hurtar de las bibliotecas del reino. Aunque ella pensaba que era para escaparse de la realidad en la que vivían.




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