La práctica de hoy con Thomas fue, en términos exactos, productiva. Aunque conociéndolo, sabría que se regañaba a sí mismo por no alcanzar sus altos estándares. Heiner no tenía la intención de presionarlo, es decir, no tenía la necesidad de hacerlo. Las cosas seguían su ritmo habitual y eso lo frustraba. La gente del Agujero necesitaba un cambio, para bien.
Ambos caminaron por los túneles iluminados con esas magníficas gemas de luz. Había algo en ellas que lo tranquilizaba. Entre la humedad del túnel, que se impregnaba fuertemente en su saco de lana, y el olor a viejo que deseaba desaparecer, los rayos de las gemas tenían un brillo celestial. Y de pronto, aparecieron en su memoria aquellos días en el Castillo Real, cuando el mundo brillaba y nada le preocupaba.
—Sé lo que piensas —habló Thomas apresurado.
—¿En serio? No me sorprende —también pensaba que Tom no podía quedarse callado.
—Ja, ja. Qué gracioso.
—Entonces, dilo de una vez. Yo no puedo ver tu cabeza.
—Seis personas... Podría alcanzar más, pero temo que… podría dejarlos ciegos —dijo Thomas suspirando.
—Lo has hecho bien —afirmó convencido.
Thomas tenía que alcanzar cierta distancia para que la gente no pudiera verlo o detectarlo a simple vista. Era como controlar las ilusiones, pero en este caso, controlar el ojo humano para que no pudieran verlo.
—Si tan solo fuera tan fácil enseñarles a los demás. ¿O no?
A veces le cansaba su actitud pesimista, aunque Thomas no era ese tipo de persona, sabía que estaba exhausto. Los demás no lograban los avances que él sí conseguía. Otros se esforzaban lo suficiente, pero al día siguiente, ya no podían conjurar nada de lo logrado. —Están cansados, tienen hambre. No es fácil entrenar a la gente cuando tienen el estómago vacío.
—No me sorprende que se rindan—. Hubo un breve silencio. —Si tan solo Darcee aceptara nuestro plan.
Heiner se detuvo, y observó a Tom. Deja de hacer eso. Pensó, pero esta vez no lo estaba leyendo. No podía juzgarlo por la situación en la que vivían.
—¿Qué? —Thomas lo observó por un breve momento y suspiró de nuevo.
Heiner se giró y siguió su camino junto a Thomas desde atrás. Sentía sus dedos congelarse y cerró los puños.
En esa época del año, el Agujero empezaba a enfriarse y había partes donde el frío penetraba hasta en los huesos si no estabas lo suficientemente cubierto. Las zonas más cálidas eran donde dormían y en las áreas comunes, debido al calor corporal de la gente. Sin embargo, a veces no era tan placentero estar entre la multitud debido a la falta de higiene y prefería huir a la soledad.
—¿Qué pasaría si ella está de acuerdo en algo y yo no lo estoy? —preguntó mientras seguían caminando. Habían entrado en una de las zonas donde la gente solía trabajar o pasar el tiempo.
—Ambos tienen que estar de acuerdo— afirmó.
—Ella será la reina.
—Y tú eres el que carga con la herencia —contestó. Thomas no tenía intención de tomar el trono, si es que existía la posibilidad.
—Pero Darcee también podría pasar la herencia. Ya sé que normalmente se heredan los poderes del padre, pero ¿por qué no los de la madre? —preguntó mientras sus cejas se doblaban en la posibilidad.
—Si la madre es poderosa, puede que sí.
—Cuál sería el caso si Darcee tiene hijos —Thomas sonrió insinuando lo que pensaba.
—¿Con quién? —contestó, satisfaciendo su aburrimiento.
Contigo. Su voz sonó en su cabeza. Heiner se deshizo de ese pensamiento de inmediato. Thomas le dirigió una mirada culposa. —¿Qué debemos hacer? —Heiner miró a otro lado cambiando el tema.
Thomas dejó de sonreír. —Tenemos que convencerla. Tu plan no es malo, solo necesitamos disposición.
—No sabemos de cuántas personas estamos hablando ni a dónde tenemos que ir —el plan era complicado, pero cada pieza estaba en su cabeza.
—Tal vez podamos empezar con la base principal.
—No es suficiente. Necesitamos localizar todas las bases.
—Yo podría hacerlo —respondió dudoso a su propuesta.
—¿Y cómo lo harías? —deseaba escuchar lo que tenía en mente.
—Knut conoce el castillo, él podría guiarme… Por lo que sé, hay pasillos privados para los sirvientes.
—¿Te vestirías como un sirviente? —se sorprendió por su absurda sugerencia. Había cosas más importantes que decir, pero la idea de que un Valtre se vistiera como la servidumbre de los Friedrich le provocaba náuseas.
—Si es necesario —sonaba completamente decidido y forzado.
—¿Y cómo se encargarían de los guardias? Si se dan cuenta de que les han hecho algo, los delatarán.
—Podría dormirlos.
—Sí, pero se darían cuenta de todos modos.
Thomas se quedó pensando mientras caminaban hacia la habitación de Darcee, que se había convertido en el cuartel general. —Podríamos lograrlo... Podrías venir, ver los planos y todo, así no tendríamos que tomarlos.