Varaloon

Capítulo 1

La noche anterior se deslizó suavemente hacia el cansancio y la inquietud. Había sido uno de esos días interminables que parecen estirarse más allá de las horas. Desde el amanecer, había estado inmersa en una vorágine de documentos y testimonios que rodeaban a uno de los políticos más influyentes del país. Aquel hombre, cuya sombra se extendía por el tejido mismo del poder, estaba enredado en un caso que prometía ser la piedra angular de mi carrera. Sus gestos y palabras, cuidadosamente calculados, eran solo la superficie de un entramado de corrupción y engaños que se desplegaba ante mis ojos.

El día había comenzado con una serie de reuniones frenéticas en la oficina, cada una revelando un nuevo matiz de la trama. Recorrí la ciudad en busca de testigos clave, susurrando preguntas que parecían ir en espiral sin fin. El sol se había deslizado en el horizonte antes de que pudiera darme cuenta, dejando paso a una noche que prometía ser igualmente exhaustiva.

De regreso en casa, el ambiente familiar de mi despacho contrastaba agudamente con la intensidad del día. Me había preparado una copa de vino para ahogar un poco el estrés acumulado. La bebida, aunque reconfortante, no podía borrar el peso de la responsabilidad que sentía. Me senté en el sofá, rodeada de papeles desordenados que contenían las pruebas y sospechas que me consumirían en las próximas horas, encendí la tele y la deje en algún canal al azar, no me interesaba verla, solamente quería tener algo de ruido de fondo para mantenerme enfocada. Los minutos se deslizaron mientras leía y re-leía cada documento, tratando de conectar las piezas dispersas del rompecabezas. El cansancio me envolvía como una manta pesada y, finalmente, me rendí al sueño, acunada por el murmullo constante de mi propia mente inquieta.

Cuando mis ojos se abrieron nuevamente, la familiaridad de mi hogar había desaparecido por completo. En su lugar, me encontré en un pequeño cuarto metálico, de apenas tres metros por tres, sin una sola señal de puertas o ventanas. La claustrofobia me envolvió al instante. Me encontraba encadenada, con unas cadenas verdes que parecían forjadas de jade y que se entrelazaban alrededor de mis muñecas. La crudeza del metal contra mi piel era una contradicción a la suavidad que sugería el jade. El contraste me hizo comprender que no estaba simplemente prisionera; estaba enredada en una trampa sofisticada y cruel.

Mi primer impulso fue intentar liberarme, pero al tirar de las cadenas, un dolor insoportable se extendió por mis brazos. Era como si me hubieran colocado un hierro al rojo vivo en contacto con mi piel, para luego enfriarlo abruptamente con hielo. Grité, pero el sonido quedó atrapado en mi garganta, como si el miedo hubiera absorbido mi voz. Mis manos se fueron instintivamente al cuello, donde sentí un collar pesado y rígido, su presencia constante como un recordatorio de mi situación desesperada.

La desesperación se convirtió en un torrente abrumador. No era una reacción común en mí; normalmente, mi mente se mantenía firme, centrada en la resolución de problemas. Pero aquí, en la oscuridad de este espacio confinado, sentí un terror puro y primitivo. Me hundí en una esquina, abrazando mis rodillas, y traté de reducir mi presencia al mínimo, como si al aislarme pudiera protegerme de las sombras que se cernían sobre mí.

Cada detalle del entorno era una bofetada fría a la realidad que conocía. El metal del cuarto, el jade de las cadenas y el collar pesado parecían fusionarse en una experiencia sensorial de incomodidad y angustia. El tiempo, una vez aliado en mis largas jornadas de trabajo, ahora se extendía de manera interminable, cada segundo cargado de una presión opresiva.

En ese momento, mientras el miedo se apoderaba de mí, la desesperanza se asentó como una pesada carga. No tenía la más mínima idea de cómo había llegado allí ni de qué me esperaba en ese lugar enigmático. Lo único que sabía era que debía encontrar una salida, una explicación para esta cruel trampa y, sobre todo, una manera de escapar antes de que el aislamiento y el terror terminaran por consumir mi voluntad.

Estuve en esa posición, acurrucada en una esquina del pequeño cuarto, durante lo que me parecieron varias horas interminables. La desesperanza se había asentado en mí como una pesada manta, y cada minuto parecía un eco interminable de mis propios pensamientos y temores. Mi mente giraba en torno a la incertidumbre y el desconcierto cuando, de repente, algo ocurrió que me sacó de mi parálisis.

Una puerta apareció de la nada, justo al lado de donde me había refugiado. La sorpresa y el miedo me impulsaron a desplazarme tan lejos como pude de aquella entrada inesperada. Mi corazón latía con fuerza mientras observaba cómo un hombre entraba en el cuarto. Era alto, de piel pálida y cabello negro como la noche. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fueron sus ojos. No eran verdes comunes, sino un verde intenso y brillante, similar al verde de una manzana fresca, que parecía irradiar una luz propia.

El hombre me miró con una expresión enigmática y, sin pronunciar palabra, levantó una mano. Al instante, sentí el collar alrededor de mi cuello desvanecerse como si nunca hubiera estado allí. Intenté hablar, pero el sonido seguía atrapado en mi garganta. El hombre, sin prestarme demasiada atención, levantó la mirada hacia el techo, y yo hice lo mismo. Allí, entre las sombras, se podían distinguir muchas luces pequeñas que titilaban en la penumbra. Una de ellas, sin embargo, comenzó a crecer lentamente hasta que estuvo a solo un palmo de mi cabeza.

El impulso de alejarme de esa luz creciente era fuerte, pero el hombre hizo un gesto con la mano para que me mantuviera tranquila. Aunque cada músculo de mi cuerpo se tensó en anticipación, esperando el momento de huir, permanecí inmóvil. La luz se acercó aún más y, en un giro inesperado, entró en mi boca. La sensación fue abrumadora, como si estuviera a punto de asfixiarme. Un pánico irracional se apoderó de mí, y me pregunté si había sido una completa tonta al permitir que me mataran tan fácilmente, sin ofrecer resistencia.




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