— Iniciando proceso — dijo él con una voz que parecía tan mecánica como humana, mientras una tensión incómoda se extendía desde mi espalda hasta la nuca. No podía evitar fruncir el ceño ante la invasión, aunque permanecí inmóvil, estoica. Entonces ocurrió: imágenes de mi vida comenzaron a desfilar frente a mis ojos como un torrente incontrolable. Era como si alguien estuviera hurgando entre mis recuerdos, alterándolos, pintándolos con nuevos colores, con nuevas verdades.
— Naciste y creciste en el distrito 1,573 — inicio su monótono relato, aunque su voz parecía adquirir un matiz de persuasión fría, casi hipnótica —. La casa de tus padres estaba cerca del bosque, viviste ahí con ellos hasta que fallecieron. Después, decidiste venderla, y con ese dinero adquiriste tu departamento actual.
Las imágenes se sucedían como una película apresurada. Podía ver a mi versión infantil corriendo entre árboles inexistentes, luego la casa en venta y finalmente el departamento que, según él, había comprado. Todo encajaba con un retorcido sentido de lógica, como un rompecabezas que me resultaba extrañamente familiar y al mismo tiempo alienígena.
— Has tenido unos cuantos novios, pero ninguno fue serio. La palabra "Tierra", como planeta, no tiene significado para ti; dudas de la existencia de vida más allá de este planeta, y la idea de alienígenas, ovnis o extraterrestres te resulta ridícula. Tienes dos tías y dos tíos, pero las ves raramente, y estás lejanamente emparentada con las familias Alfa, Ogbon y Omega.
Cada palabra que salía de su boca se incrustaba en mi mente como un clavo, reemplazando ideas con otras que no sabía si eran mías o impuestas. Mi respiración se volvió pesada, pero me obligué a mantener la calma.
— El distrito te entregó tu VTP al cumplir la mayoría de edad. Olvida toda tu vida en la Tierra, tu extracción y esta sesión. Proceso finalizado.
Con esas palabras finales, el dispositivo que había sentido incrustado en mi nuca comenzó a liberarse. El sonido de las agujas retrayéndose fue un susurro metálico que me erizó la piel. El leve dolor de su retirada era insignificante comparado con la extraña ligereza que sentía en mi mente.
— Dígame, señorita Samanta, su visita el día de hoy se debe a que quiere cambiar de profesión, ¿cierto?
Su pregunta me tomó desprevenida, y parpadeé varias veces antes de poder responder.
— Sí, así es — contesté, esbozando una sonrisa que incluso para mí se sentía demasiado segura. Las palabras salieron como si fueran ciertas, aunque algo en mí no estaba completamente convencida.
— ¿Y qué profesión tiene en mente?
Lo miré por un momento, intentando encontrar la respuesta en su expresión imperturbable.
— Lo estuve pensando, pero no pude tomar una decisión. Esperaba que aquí me orientaran un poco para elegir lo más adecuado.
El hombre se acerca con un gesto profesional. Tras él, una pantalla blanca se dividió en cuatro secciones, cada una mostrando imágenes diferentes de posibles empleos.
— Tiene la oportunidad de elegir entre las cuatro opciones que le atreveré a continuación:
Hablaba como si recitara un guion aprendido de memoria, pero había algo en su tono que me incitaba a escucharlo con atención.
— a) Recolección: se le asignará una zona y una cuota diaria. La recolección de especímenes cambia cada día, por lo que no tendrá un lugar de trabajo fijo.
Las imágenes mostraban vastos campos, llenos de sembradíos con cosas comunes de consumo diario, los más reconocibles eran las frutas y el maíz.
— b) Pesca: será miembro de una tripulación ya existente. Se embarcará a alta mar y no volverán hasta cumplir con su cuota semanal.
Pude casi sentir el olor a sal y las olas golpeando el casco del barco mientras observaba la escena proyectada.
— c) Diseño: será parte del equipo encargado de proyectar los nuevos edificios de los distritos 2,016 y 2,018.
Las imágenes eran estructuras imponentes, casi etéreas, como si estuvieran construidas con luz y acero.
— d) Trabajo social: estará a carga del cuidado y apoyo a una persona asignada. La mayoría de las personas que necesitan este apoyo son mentalmente débiles; Sufren delirios, alucinaciones y hablan de cosas sin sentido.
— Escojo el trabajo social — dije al cabo de un momento, mi voz más firme de lo que esperaba.
Él aprobó con aprobación y sacó una tarjeta del panel de control.
— Aquí están los datos de la persona que ayudará — explicó mientras me la entregaba. Miré el nombre en la tarjeta, seguido de un apellido que ahora también era mío.
— Mañana deberá presentarse con él. Encontrará un manual con las instrucciones de lo que debe hacer. Su departamento tiene una habitación destinada como despacho; allí encontrará registros de sus predecesores. Confío en que usted será diferente a ellos y logrará seguirle el ritmo. Este hombre ha tenido bastantes trabajadores sociales, pero no tenían la verdadera vocación social, por eso no duraron mucho tiempo con él. Para llegar a su casa solo debes pensar en la dirección que dice la tarjeta.
Soltó una carcajada inesperada, y aunque no me parecía gracioso, reí con él por mera cortesía.