Vendrell

3.- El llanto de un lobo

Ignacio bufó cansado de tanto gritar. Pero después de toda su euforia comenzó a darse cuenta de su situación. Si ahora es un vampiro eso quiere decir ¿Qué está muerto? 

 

Apretó los dientes al pensar en eso. Desde ahora su vida ya no sería como antes, no volvería a ver a su amigo ni a sus tíos. Desde hoy es esclavo del uno de los mismo monstruo que mató a sus padres. Si no tuviera las manos atadas golpearía las paredes frustrado por una vida que no quiere.

 

La puerta se abrió sin que se lo esperara y un anciano con expresión afable entró llevando una bandeja consigo.

 

—Es hora de que comas algo, me presentó soy Eduardo, el mayordomo principal del amo.

 

Inclinó la cabeza con cortesía, aunque no dejaba de contemplar con desconfianza al recién llegado. Pero en ese instante aquel sacó unas llaves quitándole las esposas de sus muñecas. Se sobó sus adoloridos brazos y observó la bandeja que el anciano dejaba a su lado. Té, unas galletas, dos rebanadas de pan, jugo y frutas. Pero su mirada se detuvo en la copa de rojo color, percibió su aroma a sangre y confundido sintió su ansiedad por beberla. Arrugó el ceño sintiendo odio y asco hacía si mismo por dejarse llevar por la naturaleza de aquellos monstruos.

 

—Bueno, te dejare, luego vendré por la bandeja —habló Eduardo en forma afable—. Te aconsejo que comas, tranquilo y no sigas aquello que te dice tu cabeza. Entiendo que eres joven e impulsivo, pero no hagas algo de lo que después te arrepentirás.

 

Entrecerró los ojos sin responderle nada al anciano y su mirada volvió a enfocarse hacia la copa mientras la puerta se cerraba. No comió nada, en cuanto vio su oportunidad se acercó a los ventanales. Solo la Luna lo observa en medio de la noche oscura. 

 

Ignacio intenta abrir las ventanas sin resultado. Desesperado por huir de aquel lugar rompe el vidrio sin importarle el ruido y da un salto a pesar de estar en un piso superior, cayendo mal y golpeándose más de lo esperado contra el húmedo pasto. Pero se levanta de inmediato dándose cuenta de que a pesar de la fea caída su cuerpo parece estar bien. Si aun fuera humano esto no hubiera sido así. 

 

Huye, sintiendo su corazón acelerado. No sabe a dónde ir, ni si podrá volver a su hogar. Pero se da cuenta que ahora puede correr más rápido y ver en la oscuridad de la fría y despejada noche, habilidades propias de los vampiros.

 

Pero un balazo lo golpea haciéndolo caer con rudeza al suelo. El dolor lo quema y no puede evitar gritar cuando su agonía es acompañada por el olor a carne quemada.

 

—Lo tenemos —habló un hombre.

 

—¿Son cazadores? —Ignacio los contempla sorprendido y aliviado.

 

—¡Señor, se ha levantado! —habló uno de los cazadores con rabia por ver al joven vampiro de pie.

 

El cazador líder del grupo, un hombre alto y de gruesa contextura muscular, lleno de cicatrices, con solo un ojo sano y de negra cabellera, levantó su arma apuntando a Ignacio.

 

—Aunque seas agónico te llevaré conmigo.

 

La expresión de asombro de Ignacio al encontrarse con los cazadores que admiraba tanto cambió de inmediato, había olvidado que siendo un vampiro ellos lo ven como un enemigo, pero dispararle así como así sin preguntar nada se le hace demasiado cruel. 

 

Justo antes de que el cazador disparé alguien empujó su arma hacia el cielo haciéndolo perder el balazo. Gira encontrándose con una mirada penetrante e intimidante, unos ojos azules que parecen devorarlo, cuyo dueño si quisiera lo mataría de un solo golpe. El cazador retrocede apretando los dientes, su experiencia le dice que debe evitar el conflicto, pues este no es un vampiro cualquiera. El conde Vendrell rompe el arma con sus manos y deja caer los pedazos al suelo.

 

—Entran a mis terrenos y no conforme con eso intentan matar a mi prometido —replica Augusto mostrando los dientes, amenazante, mientras arruga el ceño conteniendo sus ansias de matarlos—. ¿Saben como se paga el querer asesinar a un futuro miembro del clan Vendrell?

 

"¿Prometido? ¿En que momento yo me convertí en el prometido de este vampiro infame? Además los dos somos hombre ¿Qué mierda esta pensando hacer mintiéndoles de esa forma?" Ignacio al escucharlo no pudo menos que mirarlo desconcertado, pero el vampiro lo ignoró. 

 

—¿Su prometido? Pero... es un hombre —recalca el cazador. 

 

—Eso no los inmiscuye a ustedes —fue la fría respuesta de Augusto haciendo retroceder al resto de los cazadores. 

 

El jefe de los cazadores apretó los dientes con impotencia de no poder matar a ambos vampiros de una vez.

 

—Es culpable de la muerte de varios habitantes del pueblo más cercano... —replicó el hombre ante el severo semblante del vampiro.

 

—¿Cuándo y en qué momento? —lo interrumpió Augusto preguntando con sequedad.

 

—Hace dos días atrás en el noroeste de Kenta —respondió molesto por la interrupción.

 

—Entonces es inocente —exclamó tomando a Ignacio y ayudándolo a caminar.

 

—Vendrell —masculló el cazador apretando los dientes—. ¡No creas que te saldrás con las tuyas siempre! Ese maldito pacto no te va a proteger toda la vida.

 

—Abandonen mis terrenos ahora o tendré que llamar a mis hombres para que les indiquen el camino —los amenazó antes de alejarse.

 

Y sin decir más palabras les dio la espalda, seguro que no lo atacarían. Por mucho que los cazadores lo odiaran no podían matarlo, la familia Vendrell es demasiado poderosa y saben que matar a un miembro o culparlo sin pruebas se exponían a severos castigos o venganzas.

 

Entró a su hogar sin soltar del brazo a Ignacio, que aún estupefacto por lo que acababa de pasar no logra reaccionar, ¿Los cazadores quisieron matarlo? ¿Y a que pacto se refirió aquel tipo? ¿Y por qué les dijo algo tan estúpido de que están comprometidos? Augusto lo llevó por las escaleras sin decir palabras, parece molesto.




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