Vendrell

4.- Deseo incontrolable

Entrecerró los ojos con odio cuando al entrar a la enorme biblioteca de aquel lugar se encontró con el conde Vendrell. Aquel lo observó con frialdad para luego ignorarlo y seguir con lo que leía. Ignacio incomodo terminó por entrar y fingiendo no verlo comenzó a buscar los libros que Eduardo le había encargado.

 

—¿Desde cuándo un campesino ignorante sabe leer? —habló con sequedad Augusto Vendrell al ver que el joven no tenía problemas en buscar los títulos de una lista que llevaba en la mano.

 

El joven solo lo miró por unos momentos y luego desvió la mirada, molesto ante el tono despectivo del vampiro.

 

—¿Acaso te molesta que no sea tan ignorante como te imaginabas? —le respondió en tono agresivo sin mirarlo mientras fingía seguir buscando los libros que le habían pedido.

 

—No me molesta, solo me intriga, no sabía que mi prometido tuviera esas habilidades —entrecerró los ojos con burla—. Además, no me tutees que no tienes autorización para tratarme de igual. Ni siquiera casados puede tener ese privilegio. 

 

Escuchar esto hizo que Ignacio se volteara molesto. Sigue burlándose con ese tema del "prometido" que tuvo que usar para que los cazadores dejaran de perseguirlo. No sabe cuánto tiempo tendrá que soportar esas bromas de mal gusto y eso lo irrita aún más. 

 

Además, no olvidaba, claro que no, que aquel infeliz lo había obligado a ser su vampiro, tener que servirlo por la eternidad, por mucho que le hubiera salvado la vida no le perdonaba lo que había hecho. Aún sigue pensando que mejor hubiera sido que lo dejara morir en vez de convertirse en las criaturas que más odiaba.

 

—Mi familia fue asesinada por un vampiro —habló con sequedad—. Fui el único que sobrevivió, me quede solo y maldecido, nadie quiso encargarse del muchacho que aquel vampiro dejo vivo "un día va a regresar por el muchacho y nos matara a todos" repetían constantemente. Y un día no se les ocurrió nada mejor que agarrar al niño a piedrazos para expulsarlo del pueblo.

 

Cerró los ojos con dolor al recordar aquellos sucesos de su infancia.

 

—Pero cuando ese niño creyó todo perdido apareció un hombre, un cazador, que lo rescató —se giró mirando a Augusto quien le sorprendió al verlo que lo miraba con atención.

 

—Entonces ese cazador te enseñó a leer... vaya que lindo cuento de hadas —pareció burlarse de su historia y aquello molesto a Ignacio.

 

Se mordió los labios con rabia al ver otra vez ese despreció en su rostro mientras volvía a su lectura para ignorarlo.

 

—A veces me pregunto ¿Por qué alguien así tan altanero y clasista tomó de sirviente a un simple campesino? A veces creo que fue por perversión, no creo que si yo hubiera sido un noble hubieses sido capaz de besar... digo de hacerme beber sangre de tus propios labios. Tal vez te has metido ya con tantas mujeres que ya te has aburrido y quieres ahora meterte con un hombre —levantó las cejas con ironía.

 

Augusto lo contempló sin expresión alguna, cerró su libro de un solo golpe y fijó una mirada fría y cruel contra el muchacho que aun cuando se sintió cohibido con su expresión trato de mantenerla.

 

—Así que crees que mis intenciones de haberte tomado como mi sirviente son solo por perversión —se burló el conde acercándose a su lado en forma insinuante.

 

—¿Acaso es mentira? —dijo retrocediendo a la vez que el vampiro avanzaba hacia él.

 

Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Augusto hasta tenerlo acorralado contra la pared. Ignacio desvió la mirada para que sus ojos, no se encontrara con los azules ojos de quien tenía en frente, pero Vendrell con cierta brusquedad le levantó el rostro obligándolo a que lo observara con fijeza. Y se acercó tanto para que el joven novato sintiera su tibio aliento encima de sus labios, amenazándolo con besarlo.

 

—Si hubiera querido tomarte para mis "perversiones" ya lo hubiera hecho, pero estas de suerte, mi prometido, un joven campesino como tú me interesa más que como mi sirviente y más que solo para que me caliente la cama.

 

—¿Qué mierda? —Ignacio se zafó de su agarre y le dio la espalda para alejarse, molesto de que se siga burlando de él. 

 

Pero no dio ni dos pasos cuando Vendrell tomándolo del brazo lo empujó contra la pared y lo besó a la fuerza. Ignacio abrió los ojos sin creer lo que pasaba, esta vez no lo besa por obligarlo a beber sangre. 

 

Apretó los ojos, molesto por ser tomado como un juguete porque eso es lo único que podría ser para un vampiro. Quiso soltarse, pero mientras más lo hacía más profundizaba el beso, la lengua del vampiro que se ha introducido a su boca, pese a su oposición, no solo es hábil sino extrañamente muy cálida, siempre pensó que estos seres eran de sangre fría. 

 

Se siente ahogado, necesita aire, pero lo peor es que su cuerpo está reaccionando con demasiada facilidad, como si hubiese bebido un afrodisiaco. Vendrell no deja ahora de sostenerlo por la nuca aprisionando su cuerpo contra la pared, como si el besarlo con esa pasión no fuera suficiente. Ignacio siente que literalmente desea comérselo. 

 

Cuando lo liberó del beso al fin pudo respirar, pero siente sus piernas tan débiles por el calor que lo rodea, por esa ansiedad que no entiende, que cae al suelo quedándose sentado y apoyando sus manos en el piso. Alzó los ojos hacia Augusto, entrecerrando los ojos y jadeando mientras su rostro luce húmedo y enrojecido. 

 

—Si me sigues mirando así voy a pensar que quieres más que solo un beso —dijo el vampiro inclinándose en el suelo y limpiando con su dedo pulgar la saliva que quedó alrededor de los labios de Ignacio. 

 

"De verdad que sus labios son muy suaves y deliciosos" pensó acariciándolos con cierta rudeza. 




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