Vendrell

5.- Una extraña actitud

Pestañeó confundido antes de sentarse en la cama. Observó a su alrededor como si por momentos hubiera olvidado su situación. Pero pronto Ignacio masculló una maldición, aún más al recordar lo que pasó la noche anterior.

Sintió su rostro arder de la vergüenza ¿Cómo pudo ser tan idiota para caer en algo así? Ese deseo incontrolable de ser tocado, sentir las manos de ese vampiro palpando su cuerpo.

Se tapó la cabeza con las mantas y luego notó que empuñaba sus manos, molesto. Tal vez lo mejor hubiera sido haber muerto desangrado en el bosque y no haberse convertido en lo que más odiaba. Sería una deshonra al recuerdo de su familia terminar en la cama de un vampiro convirtiéndose en su amante libidinoso que solo es usado como un contenedor de semen.

"¿Cómo he caído tan bajo? Permití que me besara, mi primer beso... y lo peor no es que sea un hombre y yo sea heterosexual, sino que es un vampiro..."

Recibió un beso que ni siquiera era el tímido beso tierno de una mujer que se convertiría en su primer amor. Ese maldito le había robado eso, y besándolo con un atrevimiento que de solo recordarlo provoca que su corazón se acelere.

Apretó los dientes, y llevado por la ira mordió su propia mano hasta hacerla sangrar. Vendrell se las pagaría bien caras, no le importaba si por matarlo se condenara para siempre, solo quería apagar la llama que sentía dentro de su pecho. Tragó saliva al sentir el metálico sabor de su propia sangre. Y por una parte esto apaciguo su ira.

—Joven Ignacio, voy a entrar, el señor Vendrell le ha dejado un regalo —escuchó la voz del mayordomo quien luego de dos golpes entró a la habitación—, dice que es algo que lo sorprenderá.

La expresión confundida de Ignacio se borró al instante al escuchar eso último. No se puede esperar nada de ese maldito vampiro.

Y no se equivocaba. Entrecerró los ojos contemplando las prendas que Augusto había comprado para él, se sentía extraño e incómodo que aquel tipo estuviera comprándole la ropa, aunque debería ser algo normal considerando que ahora estaba bajo su control. Eduardo, el anciano mayordomo del conde Vendrell solo lo observó en silencio, aunque le actitud del joven vampiro se le hizo graciosa.

—¿Por qué debo vestir con este traje tan extraño? —reclamó levantando un traje gris con cola, una camisa de tono crema y una corbata de tono oscuro—. Esto es de muy mal gustó, ¿No puedo vestir con algo más sobrio como lo que llevas encima?

—Es lo normal con los sirvientes, yo a diferencia suya soy un empleado a contrato por eso mi vestimenta es así. Los sirvientes siempre lucen vestimentas más llamativas cuando deben acompañar al amo a alguna situación social.

—Imagino que Vendrell debe tener muchos sirvientes como yo —masculló mirando resignado la ropa.

—No, usted es el único —respondió el anciano ante la expresión de sorpresa del joven—. Él nunca ha querido tomar a un humano a la fuerza para convertirlo en su sirviente. En su caso fue porque lo encontró moribundo, sintió compasión, supongo que eso lo empujó a hacerlo...

"¿Compasión? ¿Un vampiro? Debe estar haciéndome una broma"

—Sí...

Musitó sin terminar su frase, la verdad es que no cree que Augusto lo hubiera salvado por ayudarlo, sino que, todo lo contrario, se le presentó una oportunidad fácil de obtener a un sirviente. Eso es mejor que cree en las palabras del mayordomo se siente patético al pensar que ese vampiro sintió compasión de él.

—Bien, lo dejaré vestirse, el amo lo espera abajo.

Y se retiró dejando a Ignacio perdido en sus pensamientos. Al reaccionar, de mala gana, se duchó. Se vistió con aquel traje y luego fijó su mirada en su propia imagen, siendo sincero no luce tan mal como esperaba, pero su atención se detuvo en sus colmillos que poco a poco han ido desapareciendo. A veces le gusta inventarse que eso significa que la conversión está retrocediendo, pero sabe que solo es el hecho de que está aprendiendo a ocultarlo, tal como lo hace ese vampiro.

Se arregló su cabello y luego apoyo las manos en el lavamanos intentando controlar su dolor, su arrepentimiento de ir a buscar leña cuando no debió haberlo hecho. Suspiró dándose fuerzas, si ya es un vampiro debe aprender a usar eso en su favor. Y quien sabe que esto le permita mayores probabilidades de encontrar al vampiro que asesinó a su familia y poder matarlo, aunque con ello arriesgue su propia vida.

Bajó las escaleras endureciendo su semblante al encontrarse con la fija atención del conde. Apretó los dientes al solo verlo. Pero Vendrell lo observó con indiferencia antes de darle la espalda.

—No pensé que te verías tan bien con un traje así —siguió caminando hasta detenerse en la puerta—. Lástima que, aunque el mono se vista de seda mono se queda.

—¡¿Que quisiste decir con eso?! —reclamó, pero ya Augusto había salido.

Lo siguió con las manos empuñadas subiendo al coche que los esperaba afuera, guardando sus reclamos y groserías hasta el momento que estuviera a solas con el conde. Apenas subió el paje cerró la puerta.

—Cuando lleguemos a la fiesta no hables si no te lo permito, no te muevas si yo no te lo autorizo, no hagas nada que yo no te ordenado. No te olvides que como mi prometido debes mostrar una educación que difícilmente un campesino como tú conoce —dijo Augusto Vendrell con severidad, aunque un leve toque de burla se dibujó en su sonrisa.

Molesto, Ignacio, volteó hacia Augusto. Aquel solo miraba hacia adelante con una expresión perdida como si su mente estuviera lejos de él. El cabello peinado pero alborotado, su rostro de piel clara y sus ojos de color intenso, combinaban a la perfección con aquellas elegantes ropas que llevaba encima. El joven bufó molesto al sentirse cohibido por la presencia del vampiro.

—Y si yo, digamos, no te obedezco en nada frente a los otros en aquella fiesta —señaló desafiante.




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