Vendrell

6.- Compromiso forzado

Llegaron a un enorme y grandioso salón decorado con cientos de velas que cuelgan de elegante lámparas de lágrimas. Cortinas largas y extensas de color dorado y un piso reluciente de tono crema. Quienes se encuentran en el lugar lucen sus mejores ropas y sus joyas más costosas. Augusto avanzó seguido de Ignacio que no oculta su admiración, acostumbrado a la vida de pueblerino pobre jamás en su vida había visto algo como esto.

—No olvides lo que te dije —señalo el vampiro haciendo que su joven sirviente arrugara el ceño con molestia.

Unos cuantos pasos más y la anfitriona de la fiesta, una bella vampiresa de cabellos claros se acercó sonriendo a los recién llegados. Saludó al conde con demasiada efusividad, incluso tan cariñosa que llamó la atención de Ignacio. Augusto respondió el saludo con fría cortesía y fue evidente que eso decepcionó a la mujer, o eso fue lo que pareció.

—Pensé que no vendrías —susurró la mujer tomando un sorbo de su copa de vino—. Hubiera sido bastante feo que me plantaras.

Sonrió ante las cercanías de otros invitados, pero en cuanto se alejaron la expresión agría de la mujer cubrió su rostro, es claro que ninguno de los dos, tanto Vendrell como la mujer, no sienten mucha simpatía por el otro.

A pesar de mostrarse tan cariñosa con Augusto en la entrada, algo no parece funcionar bien entre ellos. Esto confundió aún más a Ignacio que observa a la pareja con disimulo. En eso la vampiresa al notar su presencia se giró mirándolo de los pies a la cabeza.

—¿Y quién es? ¿Un sirviente humano? —preguntó despectivamente hablando del joven quien de inmediato reaccionó molesto al sentirse tratado de esa forma.

—Ya lo sabrás… —señaló Augusto con misterio sonriendo con cierta ironía.

Esto no pareció agradarle a la mujer que sacudió su cabello castaño entrecerrando sus penetrantes ojos ante la figura del joven sirviente que guarda silencio. Nunca le ha conocido a Augusto un sirviente humano, o sea un esclavo atado a la sangre de un vampiro. Y eso la inquieta aún más haciendo que su semblante luzca incomodo.

—Soy tu novia, no me amenaces de esa manera —se mordió el labio sin gustarle el tono como le habla el vampiro frente a los invitados, apretó los puños conteniéndose, si estuvieran solos lo hubiera abofeteado para que aprendiera a respetarlo, por algo su familia está en un nivel superior a la suya.

 

—No te olvides que todo este juego no es más que un compromiso de nuestras familias que ni tu ni yo hemos aceptado ¿O crees que no sé del amante del cual todo el mundo habla?  —Augusto entrecerró los ojos con frialdad.

La mujer lo contempló dolida y a pesar de haber sido una grosera con él solo calló, Ignacio no pudo evitar sentir compasión por ella. Sin embargo, es difícil entenderla, por un lado, se muestra reacia a aceptar ese compromiso con un vampiro como Augusto, debido a que el estatus de este está muy por debajo de su familia. Pero por otro lado no parece estar tan en contra de casarse con él

¿Qué ganara casándose con alguien que supuestamente no ama?

En eso la música comenzó a sonar y las parejas fueron al centro del salón a bailar. El conde extendió su mano hacia la vampiresa.

—Esmeralda —la llamó y ella reaccionando de inmediato sin poder ocultar su turbación al ser invitada sorpresivamente a bailar. Tomó su mano aceptando su invitación.

Mientras se alejaban a bailar, Ignacio aprovechó a contemplar el enorme lugar, el lujo y los excesos se extienden sin límites. Pasaron con una bandeja ofreciéndole una copa de sangre, que, aunque hubiera querido rechazar notó que pasaba más desapercibido tomándola en silencio.

—Con que eres el joven sirviente de mi primo —habló una mujer de largo cabello tomado en una cola y cuyos ojos verdes se detuvieron en los suyos—. ¿Cuál es tu nombre?

—Ignacio… —respondió con cautela.

La vampiresa le sonrió con simpatía a pesar de asomar sus colmillos. Ignacio arrugó el ceño, su cuerpo acaba de sobre saltarse como si sintiera peligro en ese momento, es la misma sensación que tuvo al ser atacado por los cazadores.

—Generalmente cuando hay un nuevo sirviente el amo suele prestarlo para que haga su novatada con todos los presentes, sería interesante poder escucharte aullar de placer —le susurró esto último al oído.

Ignacio retrocedió asqueado ¿Acaso ese infame vampiro lo trajo como ofrenda a este lugar? No está dispuesto a prestarse para hacerle compañía en la cama a ningún vampiro, aunque el mismo Augusto se lo ordenara preferiría ser castigado con azotes a ser sometido de esa forma, incluso a morir si no hay otra opción.

 

—Ignacio... ¿Te gustaría empezar conmigo? —repitió la mujer mientras le tocaba su cabello sin su permiso.

 

—Lindo nombre y un hombre guapo —susurró en forma lasciva.

Incomodo y extrañado quiso alejarse, pero ella sin más lo tomó del mentón dispuesta a morderlo, la fuerza de un vampiro no se compara a la de un sirviente por lo que se da cuenta que, aunque quisiera no podría ir contra ella. Pero Augusto quien apareció justo en ese momento la detuvo.

—No toques lo que no es tuyo, Victoria —indicó de forma agría.

La vampiresa lo contempló sorprendida antes de reírse.

—Siempre tan egoísta primo, solo tenía curiosidad de sentir el sabor del único sirviente que has tomado en tu vida, debe haber una razón por la que lo has elegido a él, es lindo, pero en la cama debe ser mejor—señaló en forma insinuante.

—Sí, tienes razón, por eso lo tomé como mío, y eso significa que me pertenece solo a mi ¿Algún problema con eso? —Augusto habló con frialdad.

—¿No nos darás una novatada con tu sirviente? —le preguntó agarrándose de su brazo.

Augusto sonrió entrecerrando los ojos y le susurró algo al oído que Ignacio no pudo escuchar, pero si notó como el rostro de la mujer se desencajaba en el acto.




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