Vendrell

7. Amanda y Baltazar

Ambos vampiros sin mediar palabra se lanzaron casi a sus brazos riendo de buena gana de poder verlo después de tanto tiempo. No puede creerlo, y su actitud usualmente apática en este tipo de celebraciones parecer brillar ante los recién llegados.

—Yo hubiera preferido haberte esperado en casa —habló un hombre más joven de cabellera negra y desordenada con gruesas cejas sobre un par de ojos escarlatas y expresión poco amigable al mirar a su alrededor—. Pero Amanda insistió en verte.

La vampiresa aludida solo sonrió sin contener su ansiedad, provocando que dos graciosos hoyuelos aparecieran en sus mejillas pálidas, mientras abre sus ojos, del mismo tono que el otro hombre, haciendo que sus pestañas luzcan más grandes de lo habitual, y sus labios rojos mostrando una hilera de dientes blancos mientras no deja de mirar a Augusto conteniendo las miles de cosas que quisiera decirle. Su larga y lisa cabellera negra le cubre casi toda la espalda, con una belleza, que, aun no siendo tan grandiosa, le da un aire de dulzura que es inusual comparado al resto de las vampiresas.

—Si me hubieran avisado yo los hubiera esperado en casa —replicó Augusto mirando alrededor suyo al igual que Baltazar.

—Aun sigues con la tontería esa de jugar al novio porque papá así lo dijo —reclamó el vampiro reprendiendo a su hermano mayor—. Estas igual a Amanda, que por mandato de padre se va a casar con ese cobarde de Felipe de Petergor.

—Debo cumplir con mi papel en la familia, querido hermano —sonrió la mujer a Baltazar con suavidad—. Es una forma de unirnos a uno de los clanes de vampiros más poderosos y lograr que nuestra familia suba aún más en su estatus, vienen tiempos difíciles.

—¡Ay! Hermanita, ya estás hablando como padre, me da estupor de imaginar que ese poco hombre ponga las manos en una vampiresa tan bonita y educada como tú, es un tipo demasiado vulgar y pusilánime, ansía poder, pero es un cobarde, la peor especie de los Mortiferum Nobles a mí de verdad me repugna —Baltazar cerró los ojos, molesto escuchando la suave sonrisa de su hermana.

—Vamos, no vas a ser tu quien deba acostarse con él —señaló Amanda entrecerrando los ojos.

—No, por último, deberías perder tu virginidad conmigo, siendo vampiresa no entiendo como no te has acostado ya con media docena de hombres —le colocó ambas manos en los hombros ante la afable expresión de la mujer.

—Ya te he dicho que no me gusta ese tema de los incestos —señaló Amanda sonriéndole.

—Te apuesto a que si fuera Augusto si lo hicieras —replicó Baltazar—. Es el mayor, el guapo, el serio.

—A mí no me metas en esas cosas raras —replicó el hermano mayor levantando ambas manos—. Porque estoy de acuerdo con Amanda, ese tema de los incestos no está en mis planes, ni ahora ni nunca.

—¿Lo ves? No soy la única que piensa así —señaló la mujer.

Baltazar suspiró dándoles la espalda, y colocándose ambos brazos detrás de la cabeza.

—Ustedes son un par de hermanos aburridos, pasaríamos días geniales haciendo unos tríos, yo les daría la mejor calidad de sexo, les enseñaría a disfrutar cada momento...

Y detuvo su mirada con curiosidad al ver a lo lejos a un muchacho que parece mirarlos con disimulo. Sonrió con malicia pasando su lengua entre sus labios pensando en perversiones de los cuales sus hermanos ni siquiera imaginaban.

—Tenemos carne nueva, y nada menos que un joven apuesto y asustado —pensó en voz alta.

 

—No te metas con él —Augusto le colocó una mano en su hombro tornándose serio—. Es mío.

—¿Tu sirviente? —preguntó Amanda sorprendida y luego giró su atención al joven muchacho que la miraba con fijeza y que al momento de que sus miradas se encontraron bajó de inmediato sus ojos, cohibido. Amanda sonrió—. Es lindo.

Baltazar carraspeó molesto.

—Tu primer sirviente y lo eliges por ser guapo, se supone que debes elegir a alguien que sea capaz de protegerte, estás... —guardó silencio, no quiso decir "enfermo".

—Lo sé —respondió arrugando el ceño con su atención en Ignacio—. No fueron mis planes, pero él no es solo mi sirviente.

Ambos hermanos lo miraron sin entenderlo. Baltazar se echó a reír de repente palmoteando el hombro de su hermano para luego acercarse a su oreja y susurrarle.

—¿Y cómo es en la cama? ¿Vale la pena usarlo?

—No digas tonteras —Augusto se colocó serio—, me refiero a que ese sirviente es además mi prometido.

La expresión estupefacta de Amanda y Baltazar se lo esperaba, ambos no logran entender sus planes, se supone que está prometido por su padre con esa desagradable mujer ¿Cómo ahora les dice eso? ¿Acaso el siempre bien portado y obediente Augusto planea desobedecer a su padre?

—Pero no has pensado el escandalo que significara eso, si ya padre te tiene fuera de casa, de la familia esto podría significar tu expulsión inmediata y…

—Seria libre al fin —interrumpió las palabras de su hermano que luego de mirarlo resopló impaciente con ganas de despeinar su cabellera debido a la impotencia que siente en estos momentos.

—Les pido que lo mantengan en secreto —dijo luego de mirar fijamente a cada uno de ellos. Cuando ambos movieron la cabeza en forma afirmativa les sonrió—. También les pido que lo protejan cuando yo ya no este aquí…

Amanda lo contempló dolida para luego aprisionar sus manos. Los tres hermanos guardaron silencio con tristeza.

—No te preocupes, si pasa cualquier cosa nos haremos cargo de él —señaló Baltazar con seriedad—. No dejaremos que padre le ponga una mano encima.

—Así es —confirmó Amanda con la misma expresión grave de sus hermanos—. Tienes que estar tranquilo, nosotros lo cuidaremos hasta que sea capaz de valerse por sí mismo.

En eso Baltazar arrugó el ceño cruzando los brazos y se giró hacia Augusto y Amanda.

—Cuidado, víbora acercándose —señaló haciendo referencia a Esmeralda.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.