Siendo cerca de las ocho y media de la noche el timbre del departamento de Aina, suena anunciando la llegada de una visita, Ishtar termina de guardar todo lo que habían estado usando para divertirse y poder dirigirse a abrir la puerta. Aina le llamó por la tarde, le ha dicho que se quedaría con sus padres por lo que no puede ser otra persona más que Elian. Candy, quien se ha quedado dormida en el sofá hacia poco tiempo se despierta al escuchar el sonido del timbre. Ishtar llega hasta la puerta y abre, encontrándose en el marco de la puerta con un despreocupado joven que la mira con una sonrisa inocente mientras sus ojos brillan de manera traviesa.
– ¡¿Cómo puedes estar tan tranquilo?! ¡Tu hermana te espera hace tiempo!–recrimina Ishtar cruzándose de brazos con molestia.
–Esta a cuidado de su cuñada, ¿Por qué debería preocuparme?–replica sin ocultar lo divertida que le resulta la situación.
–Muy graciosos, sin vergüenza.
– ¿Se ha portado mal esa criatura? Puedo castigarla si ha molestado–indica con calma.
– ¡Hermanito!– grita Candy emocionada corriendo para abrazar a su hermano mayor.
– Hola–la saluda con seriedad y frialdad dando pequeños golpes en la cabeza de la niña a manera de gesto afectuoso–. Ya hemos molestado mucho, vámonos.
– ¿Estas molesto?– pregunta con inocencia la pequeña.
– No, vámonos, gracias por cuidarla– agradece mirando a Ishtar, aunque intente, no puede ser un ser expresivo con su pequeña hermana, siempre ha pensado que es una verdadera locura que sus padres decidieran tener un hijo más, cuando tienen la edad para ser abuelos.
– No hay problema, Candy es una hermosa y buena niña, un ángel–responde Ishtar colocándose a la atura del rostro de la pequeña–. Gracias por hacerme compañía, bonita, cuando quieras visitarme, eres completamente bienvenida.
– Gracias–musita abrazando a Ishtar de manera afectuosa.
–Un placer, muñequita–replica Ishtar con una sonrisa, se pone de pie y mira los ojos a Elian–. Cuida bien de tu hermana o ya veras, ¿Entendido?
– Ya poniéndote del lado de la cuñada desde el comienzo, deberías sentirte avergonzada–comenta entrecerrando los ojos.
–No digas esas cosas–musita sintiéndose nerviosa por ese comentario fuera de lugar–. Fuiste advertido, cuídala.
–Lo haré, tranquila bonita, me salvaste la vida en realidad, ahora te dejamos para que descanses, gracias.
Elian y Candy se retiraran dejando a Ishtar atrás, ella los observa desde la puerta del departamento, hasta ellos ingresan en el elevador, « Al parecer cuidar niños no es algo que le agrade». Piensa con una sonrisa divertida, se ha percatado de lo incomodo que parecía Elian por tener que cuidar a su pequeña hermana. La realidad es que tener una hermana con la edad de Candy, le resultaba realmente molesto, le lleva casi veinte años, podría ser su hija y prácticamente es una desconocida para él porque ha preferido mantenerse alejado.
– ¿Cómo te portaste?–cuestiona con tono serio.
–Bien, hermano, estuve jugando, vi dibujos animados, ella es como un hada, muy buena y me preparó panqueques, también dibujamos y me quedé dormida antes de que llegaras.
– ¿Eso es portarse bien? Sabes que no debes comer esas cosas, son demasiada harina además también sabes que la televisión no está permitida, dañara tus ojos.
–Lo siento, hermano, yo…
–No importa–la interrumpe intentando relajarse, sabe que no puede tratar a una niña de cinco años como si fuese un adulto pero le es tan difícil–, ¿Ya cenaste?
–Si–responde con tono triste mirando al frente, nunca ha comprendido porque su hermano mayor es de esa manera con ella.
–Muy bien, hemos llegado, prepárate para dormir.
Candy conoce a Elian, se molesta fácilmente por lo que no puede esperar a que se moleste con ella, rápidamente se aleja para poder prepararse para dormir, el joven la ve alejarse y moviendo su cabeza de manera negativa llega hasta el sofá de la sala donde se deja caer, « Espero que no se les vuelva a ocurrir dejar a esa niña conmigo». Piensa cerrando los ojos.
El tiempo avanzó y rápidamente fueron dos meses desde que Ishtar aceptó el absurdo empleo de ser novia de Elian Wright y aunque era realmente sencillo de realizar, a Ishtar le molestaba ser el trofeo del joven. Siendo sábado por la mañana, ella se encuentra en su habitación descansando, cuando el sonido de su teléfono la despierta de sobresalto, aún adormilada lo toma y desliza la pantalla para responder.
–Diga– responde con tono somnoliento.
– ¿Continuabas dormida?–comentan con tono burlón.
– ¡Es sábado!– se justifica de inmediato con molestia.
– Es más de medio día Isis pero bueno, necesito que estés preparada a las siete de la noche, pasaré por ti y te explicaré todo.
– De acuerdo, ahora volveré a dormir, no me molestes más, estoy cansada.
– Eso es por la necedad de continuar en esa cafetería después del colegio–indica con evidente reproche, en más de una ocasión le ha dicho que lo deje e incluso le ha ofrecido aún más dinero pero ella se niega de manera obstinada, haciéndolo sentir confundido.
– No discutiré de nuevo, Elian.
–Como prefieras, ponte bonita.
–Naci siéndolo– replica con fingida indignación.
–Aún más–expresa al otro lado con una sonrisa en sus labios, no puede negar que la joven es realmente hermosa.
–Pesado, adiós– responde para acto seguido terminar la llamada.
Deposita el teléfono en la mesita de noche al lado de su cama y cierra sus ojos con la evidente intención de volver a dormir, realmente se siente agotada por la semana que ha tenido. A pesar del tiempo aún no consigue acostumbrarse al trabajo pesado en la cafetería además debe turnarlo con la escuela, hay momentos en los que llega la madrugada y continua haciendo algún proyecto, por suerte, los eventos con Elian, usualmente son en fin de semana; además, debe admitir que él es bastante considerado. Mientras tanto, en su oficina, Elian no es capaz de controlar la sonrisa que se ha dibujado en su rostro, esa criatura es tan especial que realmente le atrae y le hace sentirse muy tranquilo, a pesar que lo único que los une es un contrato, de pronto suena el intercomunicador.
– ¿Qué sucede?–inquiere con tono profesional.
–Señor, ha llegado la persona que esperaba.
–Déjalo entrar–indica sin más, se acomoda en su asiento y espera a su invitado, desde hacia tiempo le había encomendado una misión importante.