Venganza en el viejo Oeste: 10 relatos de amor

LA VENGANZA DE JACK

En el desolado pueblo de Dustwood, el viento susurraba secretos de traición y venganza entre los callejones polvorientos. Jack McGregor, un hombre curtido por los rigores del Oeste, era conocido por su valentía y habilidades con la pistola. Pero la envidia y la codicia sembraron la semilla de la tragedia en su vida.

En aquellos días, Dustwood estaba dividido entre dos bandos rivales: los McGregor y los Blackthorn. La rivalidad era legendaria, alimentada por viejas afrentas y ansias de poder. Jack había jurado mantener a su esposa, Mary, al margen de ese mundo de violencia, pero el destino es a veces más cruel que la propia naturaleza del hombre.

Una noche, mientras Jack se encontraba fuera del pueblo por asuntos de negocios, los Blackthorn, sabiendo de su ausencia, decidieron tomar su revancha de la manera más vil. Invadieron el hogar de los McGregor, dejando un rastro de destrucción a su paso. Mary luchó con todas sus fuerzas, pero fue superada por la violación y brutalidad de sus atacantes.

Cuando Jack regresó al hogar que compartía con Mary, la encontró destrozada, su mirada vacía reflejaba el horror vivido. Con lágrimas en los ojos, le narró el espantoso suceso y el corazón de Jack se llenó de furia.

La noche se tiñó de oscuridad y venganza. Jack acechó desde las sombras, observando a sus enemigos burlándose en la taberna, ahogando sus culpas en whisky barato. Esperó el momento propicio, paciente como un puma al acecho.

Cuando los Blackthorn emergieron, tambaleándose, de la taberna, el estruendo de los disparos rompió el silencio de la noche. La confusión reinó mientras las balas silbaban en el aire, encontrando sus blancos. Los Blackthorn, sin saber de dónde provenía el ataque, se convirtieron en presa fácil, huyendo heridos y desorientados.

El líder de los Blackthorn, con el revolver aún humeante en la mano, miró a su alrededor en busca de su enemigo invisible. Fue entonces cuando el destello de la bala rasgó el aire y arrancó la pistola de sus manos. El arma cayó al suelo con un estruendo metálico.

Jack emergió de las sombras, su rostro endurecido por la venganza. Con la ferocidad de un león hambriento, se abalanzó sobre el líder caído, tomándolo por el cuello. Los dedos de Jack apretaron con fuerza, el aliento del hombre se volvió un ronco susurro.

"¡Pide perdón!" rugió Jack, sus ojos inyectados en sangre, buscando una redención que sabía que nunca vendría.

El líder de los Blackthorn, con el último aliento de su alma corrompida, negó con la cabeza, desafiante hasta el final. Jack sintió la fuerza de la vida abandonando el cuerpo bajo su agarre implacable.

El silencio que siguió fue roto únicamente por el susurro del viento, testigo mudo de la justicia que se había consumado.

El polvo se asentó en el callejón, y Jack, creyendo que la batalla había llegado a su fin, se enderezó y se volvió para retirarse. Sus pasos resonaban en la noche, y a su espalda, el líder de los Blackthorn, aún aferrado a la vida, luchaba por moverse, arrastrándose penosamente hacia el revolver caído.

En el último suspiro de sus fuerzas, el enemigo malherido alargó su mano hacia la única esperanza que le quedaba. Justo cuando sus dedos rozaron el frío acero, el corazón de Jack latió con una furia renovada. Un presentimiento, una sombra en su periferia, le advirtió del peligro inminente.

Jack se giró con la velocidad de un relámpago, su Colt en mano. Los ojos de ambos hombres se encontraron en un instante de entendimiento brutal. Sin dudar, Jack apretó el gatillo.

Un estruendo atronador resonó en el callejón, seguido de un silencio que pareció extenderse hasta el final de los tiempos. El líder de los Blackthorn yacía ahora en el suelo, su último aliento escapando en un susurro.

Jack se quedó allí por un momento, respirando profundamente para calmar su corazón galopante. Había llegado la paz al fin.

Montó su caballo, sintiendo el pulso de la bestia bajo él, la sensación de libertad que solo la vastedad del Oeste podía brindar. Los ojos de Jack se perdieron en el horizonte, donde el alba estaba a punto de romper.

Cuando el sol despuntó en el horizonte, pintando el cielo con tonos ardientes, Jack retornó al hogar que compartía con Mary. Ella estaba allí, de pie en la entrada, su mirada reflejando la preocupación y la esperanza entrelazadas.

Se encontraron en un abrazo apretado, como si pudieran así sellar las heridas del alma. Las palabras no eran necesarias entre ellos, el dolor y la resolución hablaban a través de sus miradas y gestos.

Juntos, enfrentaron la nueva aurora con el conocimiento de que habían superado la peor de las tormentas. Sabían que las cicatrices permanecerían, pero también sabían que, en su amor, encontraban la fuerza para seguir adelante.

El Oeste era un lugar implacable, pero también era tierra de oportunidades y de segundas oportunidades. Jack y Mary McGregor, unidos por la tragedia y la determinación, se preparaban para enfrentar lo que el horizonte les deparaba, sabiendo que juntos eran más fuertes que cualquier desafío.

 

 

 

 



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Editado: 29.10.2023

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