Venganza en Firelake

CAPÍTULO I

Firelake, un lugar pintoresco y tranquilo a las orillas del misterioso Castle Row, había vivido en paz durante décadas. Las casas de estilo victoriano, con sus jardines cuidados y calles adoquinadas, parecían extraídas de un cuento de hadas. Sin embargo, todo eso cambió con la reciente ola de crímenes y desapariciones. La noticia se extendió rápidamente, llenando de temor y desconfianza a los habitantes del pueblo.

Adam Cratford, un joven detective con apenas unos años de experiencia en la fuerza policial de la gran ciudad, fue transferido a Firelake tras la abrupta renuncia de su predecesor. Llegó una lluviosa tarde de octubre, con su maletín en una mano y una mezcla de esperanza y nerviosismo en el corazón. El comisario Harris, un hombre robusto y de aspecto severo, lo recibió en el pequeño pero bien organizado departamento de policía.

—Bienvenido a Firelake, Cratford —dijo Harris, mientras estrechaba la mano de Adam con fuerza—. Espero que estés listo para lo que se viene. Este pueblo no es tan pacífico como parece.

Adam asintió, tratando de mostrarse confiado. Harris lo condujo a su nueva oficina, una pequeña habitación en el segundo piso llena de expedientes polvorientos y cajas de evidencia.

—Aquí es donde trabajaba tu predecesor, el detective Mason —explicó Harris—. Renunció de repente la semana pasada, no dejó muchas explicaciones. Espero que encuentres alguna pista en estos archivos.

Siendo ese su primer día de trabajo, Adam comenzó a revisar los casos sin resolver, notando rápidamente un patrón inquietante. Las desapariciones y asesinatos seguían un ritmo irregular, pero todas las víctimas parecían tener algún tipo de conexión con el viejo orfanato de Firelake, un lugar abandonado y envuelto en rumores sombríos.

Se sumió tanto en su labor, que esa misma noche, mientras aún se adaptaba a su nueva oficina, Adam recibió una llamada urgente. Un nuevo asesinato había ocurrido en el borde de FireLake.

Tomó sus cosas, no dudó en atender a aquel llamado, no le importó la lluvia caía torrencialmente encima del pueblo. Cuando Adam llegó a la escena del crimen, su corazón latiendo con fuerza le hizo entender que nada estaría bien. Los agentes de policía ya habían asegurado el área, y el forense estaba examinando el cuerpo de la víctima, una mujer joven con una expresión de horror grabada en su rostro.

—¿Qué tenemos aquí? —preguntó Adam, acercándose al forense.

—Parece que fue asesinada hace unas horas —respondió el forense, un hombre mayor de cabello gris—. Hay signos de lucha, pero ninguna pista clara sobre el agresor.

Adam inspeccionó cuidadosamente el área, buscando algo que pudiera haber sido pasado por alto. Entre los árboles, una sombra se movió, apenas visible en la oscuridad. Adam se acercó rápidamente, pero la figura desapareció en la lluvia antes de que pudiera identificarla.

Horas más tarde, de vuelta en su oficina y comprometido con su labor, Adam comenzó a conectar los puntos. Sabía que tenía que encontrar un patrón, algo que le diera una pista sobre el asesino. Pasó horas revisando los expedientes, buscando cualquier detalle que pudiera haber sido pasado por alto. Cada caso era una pieza del rompecabezas, y Adam estaba decidido a armarlo.

Mientras revisaba las pruebas, no pudo sacudirse la sensación de ser observado. ¿Quién era esa figura en la sombra? ¿Era el asesino, burlándose de él desde el primer momento? Adam sabía que estaba en una carrera contra el tiempo, y cada minuto contaba.



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En el texto hay: detective

Editado: 07.07.2024

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